CULTURA

Pedro Garrido ha protagonizado una conferencia-espectáculo sobre la tradición oral como vía de aprendizaje en las casas cantaoras, ejemplificada en la del tío Juane

La casa del Tío Juane, ejemplo paradigmático de la influencia de la tradición oral en el flamenco

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Alfredo Matilla - 18 nov 2020 18:31 CET

Presentar un TFM (Trabajo Fin de Máster) y además hacerlo a lo grande, en el paraninfo de la Facultad de Filología, y aderezado con música, es el privilegio que ha podido disfrutar Pedro Garrido. El vicedecano de Biblioteca y Cultura de la Facultad, José Manuel Lucía Megías, ha presentado este acto, organizado por el grupo de investigación UCM Poéticas de la Modernidad y el Instituto de Cultura Gitana, en el que Garrido ha protagonizado una conferencia-espectáculo sobre la tradición oral como vía de aprendizaje en las casas cantaoras, ejemplificada en la del Tío Juane. La parte del espectáculo ha contado con la propia voz de Pedro Garrido, conocido como El Niño de la Fragua, acompañado por Manuel Valencia, a la guitarra, y Carlos Merino, a la percusión.

 

Pedro Garrido se mostró especialmente “removido y emocionado” porque sólo tenía que girarse para ver en una gran pantalla la cara de su abuelo, el tío Juane, en una fotografía, y reconoció que le parece “increíble que haya tenido cabida en la universidad” el traslado de lo que él mismo considera saberes domésticos. Con este trabajo, que es su TFM, se bautiza como investigador, “haciendo una revisión, un estudio al aparato metodológico que es la tradición oral para ver cómo dialoga con el flamenco dentro de la casa cantaora de tío Juane”. Para ello se ha centrado en las particularidades, en las singularidades, en lo que considera genuino de dicha casa cantaora, y opina que ahora “haría falta saber en qué medida esas conclusiones se podrían extrapolar a otras casas cantaoras”.

 

Entre las conclusiones del trabajo de Garrido se encuentra el hecho de que para los mayores de la familia, “lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace tienen que ser coherentes”, y relacionada con esa coherencia está lo que el investigador denomina la “revolución de la cotidianidad, que no es otra cosa que cantar como se vive”. Garrido explica que eso sólo ocurre con los mayores, que conectan con unos tiempos que ellos mismos llaman “la época dorada del flamenco”, y que lo hacen de manera natural en cada ceremonia familiar que les lleva a “un eterno retorno, un viaje al pasado”. Los jóvenes, sin embargo, siguen cantando esos mismos temas, esas mismas canciones, pero “no se siente ninguna reciprocidad con lo que vivimos, el flamenco que se hace no tiene ninguna relación con los tiempos actuales”.

 

Eso entronca con el hecho de que para los mayores “el flamenco se aprende, pero no se enseña, según ellos se siente y te nace, porque lo entienden como una filosofía de vida”. De nuevo, para las generaciones actuales, “ya no es así, es algo a nivel patrimonial y familiar que nos empeñamos en conservar, pero sin esa filosofía de vida, es un género musical, una profesión, un medio de ganarse la vida, el flamenco es una construcción cultural, un conjunto de elementos arbitrarios que puestos a conversar entre sí guardan mucha coherencia”. Otra conclusión, seguida de esta, es que se piensa que “es mejor sentir que pensar, porque cuando el flamenco se intelectualiza pierde ese componentes vivencial, y es importante que siga siéndolo”.

 

La última de las conclusiones de la investigación es que “el flamenco en esa casa es un reflejo de la construcción de la legitimidad y las vísceras de poder, como diría Foucault”. Y es así porque allí “hay una división muy clara de los roles, las mujeres no cantan, crean el contexto, articulan todo para que los hombres sientan que nada les falta y los hombres dan contenido, profundidad y emoción a ese contexto. Sólo los hombres tienen permiso para ir de fiesta, mientras que las mujeres tienen que estar en casa antes, encargarse de las labores, cuidar de sus hermanos… Las fiestas generan experiencia que genera conocimiento, que genera poder, que genera legitimidad que se ve reflejada en los discursos que ellos articulan continuamente, porque se sienten en posesión de la verdad del cante, y en ellas no encuentran esa reciprocidad. Los hombres cantan, se miran, se establecen lealtades, afinidades y comprensiones, que no comparten con las mujeres, porque aquellos años dorados los vivieron ellos, ellas no”.

 

La tradición oral

Explica Garrido que todas esas conclusiones surgen de un “kilómetro cero” que es su tío Juane, porque pronto advirtió que “la tradición oral, no sólo tiene que ver con la conservación del patrimonio letrístico y musical relacionado con el flamenco, sino que va mucho más allá del flamenco”. Opina el investigador que “para que se produzca el fenómeno cantaor es imprescindible el vínculo, el puente”, como el que él tenía con su abuelo y, sobre todo, la necesidad que ya tenía con tres o cuatro años de formar parte de su paradigma, de su visión del mundo.

 

Cuenta el conferenciante que ya desde pequeño hacía los cantes que más oía de boca de su abuelo, que eran los cantes de fragua, de labores, de faena. Para demostrarlo, El Niño de la Fragua canta el primer martinete del que tiene constancia, relacionado con aquella fragua, los fuelles y el martillo, que permitían trabajar para “dar de comer a los churumbeles”. Para Garrido, “el flamenco, más allá de un género musical, está debajo de los escenarios, es la consecuencia, la manifestación última de lo que ocurre en casa cada día. Es, sobre todo, algo que no es música”.

 

Opina el investigador que nadie había ahondado en la tradición oral, nadie se había detenido a analizarlo, y para hacerlo “utilizó entrevistas, conversaciones, observaciones participantes, archivo documental…”. Añade que, a pesar de formar parte directa del objeto de estudio, cree haber podido aprovecharse de los pros y “haber mantenido la distancia necesaria y suficiente para ver con lucidez y dar al estudio la rigurosidad que necesita, que no sean sólo impresiones y reflexiones una tras otra”.

 

A lo largo de su investigación, advirtió en algunos especialistas como Ong que “cuando no hay una figura seleccionada para mantener vivo el patrimonio y la cultura de un lugar en cuestión, como ocurre en el flamenco, la mayor parte de las veces se olvida el creador y el intérprete se pone por encima”. Eso hace que la tradición oral se convierta en el eje vertebrador de la conservación, aunque “hay también un desfase memorístico que implica estar con personas que cantan lo que han vivido, y los de la siguiente generación que cantan lo que les contaron, son recuerdos heredados, transmitidos, que hay que conseguir que dialoguen con los propios recuerdos. De hecho, muchas veces no se entiende ya lo que se canta, aunque más allá de lo que la letra dice está lo que la letra evoca”.

 

Introduce Garrido el concepto de aprendizaje vernáculo, “fundamental para aprovechar todo aquello que se vaya sabiendo, de teorías que pueden ser propias o ajenas del flamenco, que se conceda significado a lo que se comparte en casa”. Aclara el investigador que para él, “ese aprendizaje es una conversación íntima y cerrada entre el conocimiento práctico y el teórico que se va generando, poniéndolos a conversar, recuperando la coherencia para que lo que pensamos y lo que hacemos esté en completa sintonía”.

 

El espectáculo

La conferencia terminó con una serie de canciones, comenzando con una “soleá, que tanto esa como las siguiriyas son cantes estructurales con el flamenco más clásico, tanto para el flamenco como para su casa flamenca”. Reconoce Garrido que al cantar este tema se va a pasear por la fragua, por su casa. va a “hacer mucho más que cantar por soleá”.

 

A continuación, pasó a unos “tientos tangos, compuestos por los dos hijos mayores del tío Juane, el Nano y el Gordo”, y llegó a las bulerías, que también “se pueden considerar, con los cantos de fragua, la banda sonora de la familia”, en este caso acabándola con un cuplé que el cantaor incluyó en su disco Libertad condicional.

 

Para terminar la parte del concierto ha elegido El Niño de la Fragua una pieza que es muy especial para ellos, ya que fue compuesta por Fernando Terremoto Hijo hace ahora veinte años. “Como la incertidumbre está a la orden del día y no sabemos cómo se acerca la temporada navideña, aquí va este villancico”, apostilla Garrido.