CULTURA

Juan Miguel Sánchez Vigil y Fermín de los Reyes Gómez, en la puerta de la Biblioteca Nacional

Dos profesores de Documentación, comisarios de sendas exposiciones en la Biblioteca Nacional

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 26 abr 2022 11:39 CET

Incunabula. 550 años de la imprenta en España y Kâulak: fotógrafo, escritor y pintor, son los nombres de las dos exposiciones que se pueden visitar en la Biblioteca Nacional, la primera de ellas hasta el 23 de julio y la segunda hasta el 28 de agosto. Las dos cuentan con un comisario de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense, y así la muestra del fotógrafo está comisariada por Juan Miguel Sánchez Vigil, del Departamento de Biblioteconomía y Documentación, mientras que la de los cinco siglos y medio de la imprenta cuenta con Fermín de los Reyes Gómez, del Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía, como comisario, responsabilidad que comparte con María José Rucio Zamorano, jefa del servicio de Manuscritos e Incunables, de la Biblioteca Nacional.

 

Fermín de los Reyes explica que Incunabula conmemora los 550 años de la llegada de la imprenta a nuestro país, momento representado por el original del Sinodal de Aguilafuente, impreso en Segovia, en 1472. La visita comienza con una réplica de una imprenta del siglo XVII y luego da paso a una sala donde se pueden ver algunos de los incunables españoles, entre ellos ese primer libro impreso en España. Informa María José Rucio que la sala donde se expone esta muestra se utiliza, desde hace unos pocos años, para exhibir grandes libros de los fondos de la propia Biblioteca Nacional, pero que en una ocasión como esta no tenía sentido hacer la exposición sin el primer libro impreso en España, y de ahí que se haya pedido el Sinodal de Aguilafuente a la catedral de Segovia, donde se conserva. El resto de los libros que se exponen, sí que son todos de la Biblioteca Nacional.

 

Las secciones de la exposición hablan del tránsito del manuscrito al impreso, de los diferentes tipos que se utilizaban (góticos, de tipo redondo, hebreos y caracteres musicales), de la introducción de la imprenta en España y de su expansión por diferentes lugares de la Península, del uso de los grabados, y de las diferentes temáticas que aparecían ya en aquellos primeros años.

 

En la exposición, de acuerdo con De Los Reyes se ha intentado mostrar lo más llamativo de todo lo que se conserva en la Biblioteca Nacional, “lo que pueda gustar más, en una exposición con poco texto, pero muy didáctica”. Los visitantes pueden llevarse también el folleto de la muestra en formato pliego para que lo doblen y lo recorten en casa, tal y como se haría en una imprenta.

 

Entre el mucho material que se muestra hay una bula de indulgencias, que es “un ejemplar único en el mundo, impresa en Sevilla en pergamino, para la cristianización de Guinea y de las Islas Canarias”; un libro de amores y de ajedrez, que es el primer texto de ajedrez que se conserva, con las nuevas reglas “a partir de la inclusión de la figura de la reina que adquiere una gran capacidad, a semejanza de Isabel la Católica”; el primer libro español con grabados, el Fasciculus temporum, de 1480, también de Sevilla; Los doce trabajos de Hércules, de Enrique de Villena, impreso en Zamora, en 1483, con grabados representativos calcográficos, realizados en cobre, que acompañan a los textos literarios, “y que también es una obra emblemática”; la Gramática de Nebrija, que es la primera gramática castellana, y una biografía de mujeres ilustres, que es la primera obra de Bocaccio que se publica en España, en concreto en la imprenta de Pablo Hurus de Zaragoza, que es una de las más potentes del país, ya que más o menos un 10% de la producción hispana salió de allí.

 

Kâulak

La exposición sobre Kâulak, que se puede visitar en la sala hipóstila de la Biblioteca Nacional, parte de la idea de reproducir el estudio de este fotógrafo, que se abrió en 1904 en la calle Alcalá y que se cerró en 1989. Juan Miguel Sánchez Vigil explica que aquel fue el último estudio modernista que hubo en Madrid y la exposición se ha montado para homenajear el prolífico trabajo de Antonio Cánovas del Castillo, nombre real de quien firmara con el seudónimo Kâulak.

 

La muestra está estructurada en torno a la cámara original, que se conserva en el Museo del Traje, rodeando siete secciones, desde sus inicios hasta el trabajo de su nieto y heredero. De acuerdo con Sánchez Vigil, en su primera etapa Antonio Cánovas del Castillo se dedicó a la política, como su tío, de mismo nombre y artífice de la Restauración. Tras dejar la política, se dedica a la fotografía amateur hasta 1904, y al mismo tiempo escribe novelas, hace pintura paisajista y compone obras musicales, de las que se han encontrado a día de hoy once partituras musicales, que son polkas, valses y rigodones. En la muestra se puede escuchar una de esas partituras, interpretada al piano por la hija del profesor complutense.

 

Tras su etapa de fotógrafo amateur, centrada en composiciones pictorialistas, es decir, que imitan a la pintura, la exposición se fija en su trabajo como retratista en tres diferentes etapas dentro de su estudio: la puesta en marcha, la eclosión y la familia real, “porque hizo retratos excepcionales de toda la familia”. La colección que tiene la Biblioteca Nacional está en torno a 60.000 negativos que incluyen también la segunda etapa del estudio hasta el año 1989, aunque Kâulak murió en 1933.

 

El diseño de la muestra “es extraordinario, ya desde la entrada, porque se ha hecho con marquetería una reproducción de la puerta del estudio que nos introduce en ese mundo inicial en el que publicó docenas de libros y unos doscientos artículos sobre Historia del Arte publicados en diferentes cabeceras”. Toda la exposición nos lleva por unos pasillos donde se muestran a sus “hombres ilustres”, retratos que incluyeron únicamente a dos mujeres, María Guerrero y Concha Espina. Estas fotos, de acuerdo con el comisario, tienen un especial interés porque no están retocadas en absoluto, mientras que sí retocaba las que vendía, y esa gran selección de personajes de la vida cultural española se podía ver tal cual en las paredes de su estudio.

 

En la muestra se pueden ver también algunas de las postales que hizo en su vida Kâulak, en las que trató unos mil temas diferentes y con mucho éxito de ventas, como una que representa la escena Quién supiera escribir, del poema de Ramón de Campoamor, y de la que se llegaron a vender dos millones de ejemplares. De acuerdo con Sánchez Vigil, lo importante de este personaje es que fue “el gran difusor de la cultura de la imagen, fue uno de los grandes del marketing, con sus tarjetas postales; con libros de fotografía técnicos; con la creación de la revista La fotografía, que mantuvo mes a mes durante trece años; con esas partituras, compuestas por él mismo, que regalaba a sus clientes cuando le compraban fotos; con broches, colgantes e incluso gemelos; con retratos publicados en todo tipo de revistas…”.