CULTURA

El dramaturgo Alberto Conejero, en el paraninfo de la Facultad de Filología

El dramaturgo Alberto Conejero, protagonista de la segunda jornada del Día de la Poesía y del Teatro 2023

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Francisco Rivas - 22 mar 2023 12:54 CET

El segundo de los tres días dedicados a la celebración del Día de la Poesía y del Teatro 2023 en la UCM, ha contado con la presencia del Premio Nacional de Literatura Dramática 2019, Alberto Conejero. En una charla con Emilio Peral, vicedecano de Cultura, Relaciones Institucionales y Biblioteca de la Facultad de Filología, Conejero ha repasado su obra desde que siendo un chaval leyó Bodas de sangre hasta la actualidad. La conversación se ha acompañado con la lectura dramatizada de tres obras del autor (Húngaros, La piedra oscura y La geometría del trigo) a cargo de actores del máster en T9eatro y Artes Escénicas del ITEM (Instituto del Teatro de Madrid), bajo la dirección de Rafael Bohórquez Becerra y la coordinación de Jara Martínez Valderas. Como colofón de la sesión matinal se ha leído el Manifiesto del Día del Teatro.

 

Emilio Peral confiesa que él y Alberto Conejero se conocieron “antes de hacerlo”. Aclara que su presentación oficial fue en 2016 en el Teatro de la Abadía para presentar un montaje de la obra que le obsesiona por ser “la más espectacular nunca compuesta por Federico García Lorca, Amor de don Perlimplin con Belisa en su jardín”. Allí hicieron los dos una presentación de aquel montaje, pero se conocían de frecuentar las filas de los conciertos de Mecano, y luego también las colas de los conciertos de Ana Torroja, sí que les unen dos países confesables: Mecano y Federico García Lorca.

 

Alberto Conejero puso sus primeros cimientos teatrales en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid), aunque luego decidió hacer el doctorado en la UCM, en Ciencia de las Religiones, de donde salió con un contrato postdoctoral para editar un manuscrito bizantino en Oxford. En Londres vio a Ian McKellen en Esperando a Godot y aquella fue la epifanía que le hizo pensar que tenía que volver al teatro. Reconoce Conejero que su director de tesis entendió que sus años dedicados a la investigación le iban a acompañar siempre como dramaturgo, y aunque “fue una decisión trágica, desde el punto de vista dramático”, y a veces echa de menos a ese investigador, es consciente de que todo lo que vivió como investigador nutre y nutrirá su teatro.

 

Su periplo teatral empezó antes de aquella iluminación en Londres, en el año 2000, con la publicación de su obra Húngaros, donde, de acuerdo con el vicedecano, hay una influencia evidente de Lorca. Según Peral, es una especie de drama rural en el que aparecen pasiones muy contrastadas, pero con un poso de reivindicación política y social, una especie de canto a las personas migrantes en un marco muy caro a su poética, que es su Andalucía natal y esos campos llenos de invernaderos.

 

Para Conejero esa obra es “una caja de herramientas que luego ha ido desplegando”, y es un ejemplo de los maestros vivos y muertos que siempre le han acompañado. Entre los primeros está Juan Mayorga y entre los últimos, que jamás ha negado ni escondido, está Federico García Lorca. En relación con este autor, confiesa que si se dedica al teatro fue porque en una habitación de Villaverde Bajo leyó Bodas de sangre y le sucedió la necesidad del teatro, en aquella lectura reconoció cuál era su vocación, que es ese “teatro entendido como el arte del encuentro con el otro”. En Húngaros, de todos modos, reconoce también la influencia de Antígona, y del melodrama, que él mismo reivindica, porque “la emoción no es enemiga del pensamiento, sino que lo mueve”.

 

En Cliff (2010) cambió totalmente de registro y de ubicación, llevando la obra a Hollywood, en lo que es una reivindicación en la belleza de la palabra, con un Montgomery Clift que encuentra en el teatro su manera de sobrevivir, y su poder redentor. Conejero explica que es la primera de sus obras profesionales y que la ha reescrito en 2022 para darle un final más esperanzador. De acuerdo con el autor, cuando busca a personajes del pasado es porque le interpelan su presente, y comprende que “las heridas del pasado nos conforman”, de ahí que ese Cliff se pueda entender como un diario dramático.

 

Ushuaia, de 2013, plantea el hecho de “con qué anteojeras miramos el pasado, y hasta qué punto desde el presente juzgamos el pasado sin tener en cuenta las circunstancias en las que las personas vivieron”. Tras esa obra llegó La piedra oscura (2014), probablemente el texto que más le ha cambiado la vida, donde encuentra, alterando en parte la realidad histórica, al último gran amor de Lorca, Rafael Rodríguez Rapún, que sintió la pulsión por primera vez en su vida y antes de morir de confesar a un soldado todo lo que fue la pasión ocultada hasta entonces para que hubiese un testigo y pudiese transmitirla. Según Peral, “es una reivindicación de la palabra como la única forma de supervivencia, al mismo tiempo que un homenaje a Federico García Lorca”.

 

Conejero reconoce que le cambió la vida ya antes del estreno, cuando conoció al hermano de Rafael Rodríguez Rapún y la familia le dio acceso a su legado material e inmaterial. “La función además desplegó las potencias del texto y ha logrado algo que ocurre rara vez en el teatro, y es que la gente la siga recordando y que haya logrado trascender el tiempo caníbal del teatro que va devorándolo todo”, asegura el dramaturgo. Cuenta que a veces le han dicho que no va a escribir una pieza como esta de nuevo, y “por supuesto que no, porque no se puede escribir un prodigio dos veces”.

 

En 2018, Peral recibió una llamada para decirle que se estaba gestando el Año Lorca 2019 y para que él fuese el “director de orquesta”, y una de las actividades iba a ser un montaje de la Comedia sin título, de Lorca, el último texto importante en el que trabajó antes de su fusilamiento. Le piden además que él haga la edición crítica y le informan de que hay un dramaturgo que está haciendo la continuación de esa obra, y que no es otro que Alberto Conejero, quien le explicó que no era realmente una continuación, sino que era un homenaje a través de la palabra del propio Lorca. El propio autor de El sueño de la vida, título que Lorca quería haberle puesto a esa obra, reconoce que tuvo críticas muy feroces y despiadadas por esa obra, que además tuvo un montaje muy incomprendido y perseguido.

 

Su último gran estreno, hasta la fecha, ha sido La geometría del trigo, que él mismo dirigió en el Centro Dramático Nacional, cuando casi había perdido su lugar de vocación por la mucha exposición pública, que “es un regalo pero también una carga”. Esta es una historia recuerdo de su madre que le vincula de nuevo a su tierra, a Jaén, que nadie quería producir, así que agarró lo ganado en su carrera, a seis amigos intérpretes, se fueron a su pueblo a ensayarla y consiguieron que Ernesto Caballero la programase en el CDN. Después se llevó el Premio Nacional con ese texto, ha tenido varias reediciones, y es la obra que le ha permitido seguir en el camino.