Okuda San Miguel: “Por encima de todo, mis cuadros hablan de la diversidad y la igualdad”
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 17 jul 2024 07:54 CET
El artista Okuda San Miguel es uno de los grandes protagonistas este año de los Cursos de Verano de la Complutense en San Lorenzo del Escorial. No sólo es el autor del cartel de esta trigésimo séptima edición o quien imparte un taller en torno al color “como herramienta de cambio”, sino que también ha inaugurado la exposición “Mirada fractal”, se va a proyectar su película Equilibri y además ha decorado gran parte de las paredes y cúpulas del Cuartel de Inválidos y Voluntarios a Caballo, sede principal de los Cursos.
Al buscar su nombre en Internet aparecen muchas definiciones, entre ellas las que le consideran artista callejero, surrealista pop o psicodélico.
Me gusta que no se me pueda clasificar fácilmente, así que todas esas definiciones me van bien. Lo de psicodélico, en particular, me ha gustado porque nunca lo había oído, pero sí que me he encontrado con gente que toma ciertas sustancias alucinógenas DMT o similares, y que asegura que ha visto fractales parecidos a los míos. También me gusta cuando me llaman surrealista pop urbano.
Y si tuviera que definirse usted, ¿cómo lo haría?
Yo creo que artista multidisciplinar, porque cada vez me meto en más líos. De hecho, de la pandemia para acá me he metido incluso en el mundo virtual y en la arquitectura, y además creo que todavía me quedan muchos más líos por meterme y más disciplinas, así que podría definirme como artista multidisciplinar. O, mejor todavía, me definiría como artista infinito (risas).
Empezó como algunos de sus colegas del arte urbano, pintando trenes. ¿Qué le ha aportado esa experiencia?
Lo que me ha dado el venir de pintar en la calle, de pintar con mis amigos, en formatos grandes, siendo todo medio ilegal y rápido, me ha dado una velocidad y una capacidad enorme de generar y de realizar proyectos. También es verdad que ahora tengo un equipo muy grande que me permite estar centrado en la creatividad, sin miedo y sin ningún tipo de preocupación.
¿Es cierto que trabaja con un equipo de 21 personas?
Sí, sí, somos en torno a veinte, y cada uno tiene su papel. Por ejemplo, hay tres encargados de proyectos, que son los responsables de las mil reuniones, mil videollamadas con China, con Estados Unidos, los que trabajan para que surjan proyectos, organizar vuelos… Mandar esculturas a otro lugar del mundo es un lío de aduanas, de envíos, de meter todo en un contenedor gigante, que si va un barco tarda cuarenta días, si va un avión diez, y de eso se encargan ellos. Tengo además diseñadores gráficos, diseñadores 3D, y ahora con el tema del videojuego hay gente nueva también, equipos externos, la verdad es que sí que es un equipo muy grande, y pintando tengo tres o cuatro personas normalmente que me ayudan.
Tiene obra ya en unas setenta ciudades de todo el mundo. ¿Cuál fue la primera obra que llamó la atención y que le llevó hasta donde está ahora?
La primera que fue muy, muy, muy mediática y por la que me pasé dos años haciendo entrevistas fue la iglesia Kaos Temple en Asturias. Fue una locura, porque ya estaba desacralizada, pero a ojos del mundo era que, de repente, un artista contemporáneo que viene de la calle, así un poco destructivo, pinta una iglesia. Ahí se mezclan el lenguaje contemporáneo con una iglesia clásica, y un skatepark debajo. Eran tres elementos muy locos juntos, que la verdad que combinaron muy bien y produjo una locura mediática, y eso lo que hizo es que me llovieran muchísimas propuestas y ahora poder elegir las que quiero y las que no.
Si tuviera que elegir de todas sus obras, ¿cuál diría que es su preferida?
Últimamente digo que está todavía por llegar, y de hecho tenemos cerrada una escultura gigante para San Francisco, como de 20 metros, que creo que va a ser lo más. De las que ya tengo realizadas me gustan mucho las últimas esculturas de gran formato que he hecho en China.
En el taller que realiza en los Cursos de Verano le hemos visto haciendo líneas y abocetando un trabajo. Después de esa primera etapa, ¿cómo elige el contraste de los colores?
Pues eso viene de mi época académica, en la Facultad de Bellas Artes de la Complutense, por cierto. De aquellos años, con lo que más me quedo, aparte de con las técnicas que aprendí de escultura, piedra y madera, es con la teoría del color. Digamos que, en ese momento, se me metió el círculo cromático dentro, de forma que yo pienso o compongo como con una matemática perfecta, que hasta que no pongo el último triángulo no aparece el volumen. Eso quiere decir que ya no solo un amarillo va al lado de un verde o de un naranja, sino que armónicamente, aparte de la armonía que deben tener los colores, siempre sube o baja de tono, es decir, o más claridad o más oscuridad, pero siempre con ese rango, teniendo muy claro el círculo cromático. Es difícil de explicar, pero cuando entiendes eso, entiendes que no están los colores puestos de manera azarosa. En las esculturas, como el volumen ya está hecho, puede dar más o menos igual, pero en mis pinturas, para que tenga cierta armonía, para que una pintura tenga volumen, hace falta esa matemática. De hecho, en el taller que dirijo en los Cursos de Verano me han enseñado unos estudios matemáticos de generación de triángulos y de cómo se va generando la triangulación. Era algo que yo no conocía, pero pusieron cómo se hacen matemáticamente y cómo lo hago yo de una manera totalmente espontánea, y coincidían, y fue una fantasía.
¿Podríamos decir entonces que trabaja con una intuición matemática?
Totalmente, justo. Es como cuando he empezado a hacer esculturas 3D y me he dado cuenta de que los programas de 3D funcionan como yo compongo, con la manera de componer que yo tengo con triángulos.
Aparte de los colores, sus cuadros están llenos de elementos. ¿Los coloca ahí con algún valor simbólico?
En el taller también hemos hablado de todos los símbolos de mi trabajo, que hemos decidido que son once, por ser mi número mágico. Más allá de eso, reconozco que hay unos cuantos que se suelen repetir en las obras, como los personajes protagonistas que suelen ser mujeres gruesas, recordando un poco la pintura renacentista, las pinturas clásicas, un poco en contra de los cánones estipulados ahora. Diría que todos mis elementos hablan de temas existenciales y universales, como el existencialismo, el sentido de la vida, la libertad, la diversidad, pero, sobre todo, y por encima de todo, mis cuadros hablan de la diversidad y la igualdad.
Dentro de ese existencialismo que menciona, las calaveras son muy típicas en sus obras.
Totalmente, y de hecho se puede ver la evolución de mi trabajo por las calaveras que he ido haciendo en los distintos años, observando cómo ha evolucionado la representación de la calavera en mis obras. Me parece que toda cultura, ya sea africana o americana tiene su propia calavera, sus propias máscaras, y eso es algo que me interesa mucho. De hecho, yo colecciono muchas cosas en mis viajes como varias máscaras de África o muñecas rusas. Esa retroalimentación cultural que tengo en los viajes es mi inspiración al final.
En el cartel que ha hecho para los Cursos de Verano, por ejemplo, aparece el símbolo del bitcoin. ¿Qué quiere decir en este caso?
Aparece ahí porque me encanta utilizar toda la simbología, tanto la indígena como la capitalista, con todos los elementos pop, como de Louis Vuitton, de Gucci, todos los pongo en el mismo nivel, como el nuevo símbolo del capitalismo, que es el bitcoin, o del anticapitalismo, no lo tengo claro. Los incluyo en mis obras por jugar con toda la simbología que se nos ha ido metiendo dentro.
Ha hablado de su aprendizaje académico en la Facultad de Bellas Artes de la UCM. ¿Quiénes diría que son sus principales referentes artísticos?
Pues mira, mis referentes vienen más de la historia del arte que del propio street art, aunque también tengo muchos de esa disciplina, como por ejemplo Felipe Pantone, Sixe Paredes, Nano 4814, Yayoi Kusama, o Murakami, aunque estos dos están más fuera del street art, pero también me encantan. Y de la historia del arte, realmente yo me quedé enganchado al Bosco, a Max Ernst, a Magritte, a Dalí, a Lichtenstein....
¿Qué recomendaría a los jóvenes que quieran empezar en esto del arte callejero?
Sobre todo, que no se encasillen en nada, que intenten buscar su estilo propio, su identidad, que al final es lo más difícil de un artista. Lo más importante es que, aunque no conozcas al artista, sepas que de alguna manera entiendes sus códigos y su lenguaje, y los distingues de los demás. Y que, sobre todo, que no piensen o no hagan caso de las críticas, porque las redes sociales ahora mismo son buenas y malas. Para mí, por ejemplo, que he vivido todo el cambio de no tener redes a tenerlas, las entiendo como una herramienta muy buena, que para mostrar tu obra al mundo es una maravilla, pero también puede ser perjudicial si lees demasiado.
Ese es el problema de todo creador.
Claro, estás muy expuesto, eso es. Yo lo llevo muy bien, pero mi madre no lo lleva tan bien, porque lee cosas malas, y además donde tengo más haters es en mi tierra, y disfrutan de hablar en las redes, y mi madre la pobre lo ve y le sienta bastante mal. Pero a mí, sinceramente, no me importa mucho, no pierdo el tiempo con eso.