CULTURA

El profesor Francisco González Redondo explica la exposición “¿Puede pensar una máquina?”

Una exposición en la Facultad de Educación homenajea a Leonardo Torres Quevedo, pionero de la computación y de la inteligencia artificial

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Biblioteca de la Facultad de Educación - 3 nov 2023 11:26 CET

Hasta el 15 de diciembre se puede visitar, en la biblioteca de la Facultad de Educación, la muestra “¿Puede pensar una máquina?”, que su comisario, el profesor Francisco González Redondo, ha concebido para ilustrar la respuesta que adelantó Leonardo Torres Quevedo, entre 1910 y 1920, a la pregunta que formularía, y no contestaría, Alan Turing en la revista Mind ... en 1950”. La muestra cuenta con paneles donde combina textos e imágenes de la época y una serie de vitrinas que incluyen decenas de trabajos originales, publicados entre 1895 y 1920. Para esta exposición, que se puede ver también de manera virtual, QRed Nomenclátor ha preparado una serie de vídeos, a los que se accede con códigos QR, con locuciones de los contenidos en inglés, francés, alemán, español y lengua de signos.

 

Francisco González Redondo, profesor de Historia de la Ciencia y responsable de muchas de las exposiciones de la biblioteca de su Facultad, explica que la idea de esta muestra surgió a raíz de la irrupción de ChatGPT, que lo que hace “es imitar al pensamiento humano, algo que ya se materializó hace ahora exactamente 100 años con el segundo ajedrecista de Leonardo Torres Quevedo”.

 

Recuerda el comisario que en 1950 Alan Turing se preguntó en la revista Mind si una máquina sería capaz de pensar. De sus reflexiones surgió el imitation game, el juego de la imitación, con el que se determina si aquel con el que se está jugando es una máquina o un humano. Antes de Turing, de acuerdo con González Redondo, en 1948, Norbert Wiener había publicado su clásico Cibernética o el control y la comunicación en el animal y la máquina, un libro que tuvo una gran difusión, tanta como para que en 1951 se celebrase un congreso sobre el pensamiento humano y la máquina, que se conoció como el Congreso Mundial de Cibernética.

 

En el último capítulo de su libro, Wiener afirmaba que la materialización de todas las ideas de su tratado se vería confirmada si se pudiese construir una máquina que jugase al ajedrez, y precisamente una máquina de ese tipo es la que se encontraron los visitantes al congreso de París del año 1951. Aclara González Redondo que la máquina que ganó al ajedrez al propio Wiener no era otra que el segundo ajedrecista que construyó Torres Quevedo en 1923.

 

Antes de aquello, por supuesto, hubo un primer ajedrecista, de 1912, que es el año de nacimiento de Alan Turing: Dos años después de aquello Torres Quevedo ya tenía el tratado teórico que fundamentaba dicha máquina y tras su presentación en París, en la publicación Le Matin, de ese 1914, aparece una imagen del ajedrecista bajo el título “La máquina que puede realizar el trabajo cerebral del hombre”. Es decir, según González Redondo, “el imitation game de Turing ya está anunciado en los ensayos de Torres Quevedo de ese 2014”.

 

La muestra incluye los originales de los periódicos de la época y de los ensayos de Torres Quevedo, incluyendo sus primeros trabajos del siglo XIX, en los que utiliza la tecnología mecánica de la época para fabricar máquinas algébricas (o algebraicas), llevándolas hasta su límite físico que es la resolución de ecuaciones de grado 8.

 

Tras eso, y buscando la manera de teledirigir dirigibles descubrió una nueva tecnología a la que denominó telekino, que más allá de ser un mando a distancia es un autómata electromecánico, porque “en función de las instrucciones que se le manda, las memoriza, las interpreta y ejecuta acciones”. Torres Quevedo juntó las máquinas de calcular que había inventado con tecnología mecánica con la nueva tecnología electromécanica del telekino y así nació el mundo de la automática.

 

En la exposición está la patente del mecanismo de funcionamiento del telekino, así como artículos en francés también de 1903 y una postal original de 1905 del invento en el frontón Beti Jai de Madrid. Según el comisario de la muestra dicho frontón se utilizaba para apuestas amañadas en el juego de la pelota, así que cuando cerró, Torres Quevedo lo pudo alquilar muy barato para construir allí su invento. Opina, por tanto, González Redondo, que el Ayuntamiento de Madrid podría dedicar este edificio, ahora reabierto para visitas turísticas gratuitas, a la memoria de Torres Quevedo, así como de la ciencia y la tecnología españolas.

 

Entre otros originales, un recorte de prensa donde el investigador le muestra al rey Alfonso XIII el funcionamiento de su dispositivo en el puerto de Bilbao, los ensayos sobre automática o un artículo de Scientific American que en 1915 habla sobre los dispositivos automáticos de Torres Quevedo y afirma que “sustituirá, mediante máquinas, a la mente humana”.

 

El final de la muestra nos lleva al aritmómetro electromecánico, que estaba compuesto por un teclado, que era una máquina de escribir, el órgano de salida, que era la impresora, y una especie de CPU a la que se iban mandando las operaciones que se deseaban realizar, se iban memorizando y luego tras dar al intro (el espaciador de la máquina de escribir), imprimía el resultado. En un congreso mundial, organizado en París, en 1921, Torres Quevedo llevó este invento como modelo de demostración de que es posible construir un computador electromecánico. Aquello, de acuerdo con el comisario, fue el precursor del computador programable, aunque Torres Quevedo ya no llegaría a hacerlo por su avanzada edad.