CULTURA
Filología se convierte en una reunión de amigos para recordar a Almudena Grandes
Texto: Jaime Fernández - 24 may 2022 11:40 CET
Almudena Grande y Luis García Montero abrieron las puertas de su casa a un buen puñado de amigos, y allí, aparte de hablar de política, literatura, futbol y memoria, compartían las croquetas y los chipirones en su tinta que preparaba la escritora. El paraninfo de la Facultad de Filología ha querido, el 23 de mayo, convertirse en una réplica de aquellas fiestas para hablar, en este caso, de Almudena Grandes y de la alegría, que, en palabras de García Montero, “es una voluntad de resistencia”. Junto al poeta estuvieron las actrices Lucía Álvarez y Blanca Portillo, la pianista Rosa Torres-Pardo, los cantantes Miguel Ríos y Rozalén, el escritor Eduardo Mendicutti, el cantautor Javier Ruibal y el ex rector de la UCM, Carlos Berzosa. Por la parte institucional, abrieron el acto la secretaria general, Araceli Manjón-Cabeza; el decano de Filología, Eugenio Luján; el decano de Geografía e Historia, Miguel Luque, y el conductor del acto, el vicedecano de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales de la Facultad de Filología, José Manuel Lucía Megías.
Luis García Montero recordó lo unida que estuvo siempre Almudena Grandes a la Universidad Complutense, en los actos a los que acudieron en el campus, como, y sobre todo, sus estancias en los Cursos de Verano de El Escorial, y de aquellos años que también se celebraban en Almería. Dio las gracias el poeta a todos los amigos reunidos en el paraninfo de Filología para recordar esa alegría de la propia Almudena, sabiendo que “la felicidad no existe, pero la alegría sí, es una forma modesta de querer sobrevivir y de buscarle sentido a la vida, y cuando uno sufre una pérdida tan difícil el cariño de las personas es algo que te ayuda a seguir”.
García Montero tuvo la suerte de que a principios de los noventa se encontró a Almudena y a Eduardo Mendicutti cotilleando y la escuchó decir, refiriéndose a él: “Hay que ver lo que me gusta este tipo y lo mal que viste”. Reconoce que desde ese momento empezaron a ser un trío y pensó que desde entonces se iba a dejar vestir y desvestir por ella. Una mujer con la que compartió todo, incluso su pasión por el fútbol, aunque ella era declarada forofa del Atleti y él lo es del real Madrid. Eso no impidió que compartieran los “valores importantes de la vida, que son la literatura y la política, y esos libros suyos que son memoria de la experiencia humana, de la gente que lucha dignamente por la dignidad de este país, desde el punto de vista de la mujer que era y de la generación a la que pertenecía”.
Confesó García Montero que ha sido “un lujo poder compartir casi treinta años de vida”. Durante la enfermedad de Almudena y luego con su muerte ha escrito algunos poemas, que le permiten negociar con la pérdida, y quiso leer uno de ellos, titulado Un año y tres meses, que fue el tiempo que pasó desde septiembre de 2020 cuando les dieron la noticia de que estaba enferma. Tras esos quince meses con esperanza y con la ilusión de poder salir con bien, hubo una recaída que les hizo plantearse que no existe la felicidad, pero vieron que un modo digno de supervivencia es la alegría. En el triste poema (“No me quejo de verte morir entre mis brazos”), describe esos meses que son ahora, recordados, los más felices de su vida.
Las lecturas
Lucía Álvarez tiene claro que Almudena Grandes “odiaba los homenajes, pero esto no lo es, sino que, si ella estuviera por ahí sentada, este sería como un cumpleaños entre amigos”. En el acto se leyeron una serie de textos, “quizás no lo más típicos de Almudena”, pero sí los que la definían más como escritora.
De ese modo, Blanca Portillo leyó el prólogo de Modelos de mujer; Benjamín Prado envió una adaptación de su poema Su viva imagen; Lucía Álvarez recitó 1936, de Luis Cernuda, con una pequeña variación para incluir el verso “Gracias, compañera, gracias”, un poema que habla de que sin luchar por la justicia la vida no tiene sentido; Jesús Maraña, en casa con COVID, mandó la columna de Almudena Grandes del 24 de mayo de 2021 titulada Bendiciones, sobre su pasión por el Atleti, publicada en El País; de nuevo, Lucía Álvarez leyó otra columna, titulada El tiempo, la amistad y los chipirones, sobre Eduardo Mendicutti, de octubre de 2018; el propio Mendicutti eligió Elegía, publicado en El País en noviembre de 2020, sobre el gato Negrín, que llevó su hija a casa y convivió con ellos 16 años; y, por último, Lucía Álvarez leyó Defendiendo el fuerte, un texto publicado en El País Semanal en mayo de 2015, sobre la candidatura de Luis García Montero, a la presidencia de la Comunidad de Madrid.
La música
Otra de las pasiones de Almudena Grandes fue la música, de ahí que en esta fiesta de recuerdo a la escritora no pudieran faltar sus amigos intérpretes. Utilizando, como recordó José Manuel Lucía Megías, el piano del maestro Rodrigo que forma parte del patrimonio de la Facultad de Filología, Rosa Torres-Pardo comenzó la parte musical con Impromptu en mi bemol de Schubert; Javier Ruibal cantó, con la guitarra, Por San Isidro llévame a bailar un chotis, cambiando una de las estrofas para incluir a Almudena Grandes, junto a Krahe y Almodóvar”; Rozalén, también con la guitarra, cantó Justo, antes de que se proyectara un vídeo con imágenes de la vida de la escritora, desde que era niña, con la canción, de fondo, Academia de corte y confección, de Joaquín Sabina; Rosa Torres-Pardo tocó al piano Montescos y capuletos, de Romeo y Julieta, de Prokofiev; continuó Rozalén con su tema La puerta violeta, y concluyó el repertorio musical Miguel Ríos, cantando a capella un poema que escribió García Montero en 2003, que se llama Oración, y que es precisamente eso, “una oración laica en contra de la guerra de Iraq”, unos versos que sirven para recordar el “fracaso que estamos teniendo ahora para parar la guerra de Ucrania”.
Tras el discurso de Luis García Montero, Rosa Torres-Pardo interpretó, y cantó, ¿A quién le importa?, proyectando la letra para que la acompañase todo el mundo en el paraninfo.
Las palabras
Si la literatura y la música definen perfectamente a Almudena Grandes, también lo hacen todos los elogios que se pudieron escuchar sobre ella en un paraninfo lleno a rebosar. Carlos Berzosa aseguró que una de las cosas más grandes que le han pasado en su vida ha sido conocer a Almudena Grandes, a la que admiró como novelista, “por esos libros que hacen llorar, que enganchan, que entusiasman que enseñan mucho sobre historia, sobre todo esas pequeñas historias, muchas de ellas reales que combinan la realidad con la ficción”, pero también porque era un referente moral por su ética y por su compromiso político.
Araceli Manjón-Cabeza, secretaria general de la UCM, la definió como una mujer excepcional, muy comprometida, sobre momentos históricos muy difíciles como la transición, la posguerra, la crisis de 2008, los perseguidos, la generación del silencio que tuvo que callar y no nos pudo transmitir la información. Recuerda de ella “su entusiasmo, su alegría, su empatía y como se abría a todos los que estaban a su alrededor con lo que inmediatamente te sentías que estabas en el mismo barco”.
El decano de la Facultad de Filología, Eugenio Luján, la consideró “una de las mejores y mayores escritoras de los siglos XX y XXI”, y consideró que este homenaje tiene más razón, “después de las erradas intervenciones de algunas autoridades”. Recordó que en su primera novela, Las edades de Lulú, la Facultad está presente todo el tiempo, e incluso uno de los personajes más importantes es profesor de Filología Hispánica. Además, esta Facultad y buena parte de la producción de Almudena Grandes, están vinculadas con la memoria histórica ya que este edificio fue el “bastión de la resistencia republicana, aquí tuvieron su cuartel las brigadas internacionales, así que el edificio está imbuido de esa mentalidad de no dejar que se nos vaya de las manos ese pasado para construir un futuro que Almudena quería y que todos queremos”.
Miguel Luque, decano Geografía e Historia, añadió que Almudena Grandes cursó Geografía e Historia en la Complutense y que era un “ser humano único y especial”, que siempre defendió de manera profunda la universidad pública.
Eduardo Mendicutti, quien fuera el mejor amigo de Almudena Grandes, reconoce que el texto que ha leído en este recuerdo a la escritora “parece superfluo, pequeño, en el sentido de que es sobre un gato, pero aparte de que en ese texto está Almudena, de pies a cabeza, con mucha delicadeza, Luis, sus hijos, su familia, sus amigos, tantas noches cenando en su casa con el gato Negrín, que pasea por ahí con ese desdén de joven y luego con esa solemnidad pudorosa de viejo, tiene la virtud de recordar el dolorosísimo socavón que puede dejar una ausencia”.
Rozalén recordó las primeras veces que coincidió con Luis y Almudena, en Rota, en la casa de Jesús Maraña, y como le cuidaba toda la gente que allí estaba reunida, en especial Almudena, quien siempre la invitó a que no se callara ante lo que pareciera injusto.
Rosa Torres-Pardo terminó los turnos de palabra, asegurando que “nunca es el final con Almudena, porque nos va a acompañar siempre”. Mensaje con el que coincidió José Manuel Lucía Megías, quien reconoció que “hay que leer para formarse bien y para andar por el mundo y por la vida” y animó a leer a Almudena Grandes a quien “le debemos mucho y seguiremos debiéndoselo”.