CULTURA

María Teresa Mateo Girona,  Sílvia Eva Agosto Riera, Marifé Santiago Bolaños, Teodoro Álvarez Ángulo, y Salvador Álvaro García​.

La estudiante colombiana Nataly Materón gana el cuarto certamen de miniensayo “Teodoro Álvarez Angulo”

7 jul 2023 12:33 CET

El pasado 26 de junio se realizó en la Sala de Conferencias “Miguel de Cervantes” de la Facultad de Educación la entrega de premios del Cuarto Certamen Interuniversitario Hispanoamericano de Miniensayo “Teodoro Álvarez Angulo”, convocado Didactext, grupo de investigación de la Facultad de Educación de la UCM. Abierto a cualquier estudiante de universidades españolas e hispanoamericanas, el jurado, tras la lectura de todas las obras presentadas, decidió conceder el premio al miniensayo “De la evaluación técnica a la ética”, presentado a concurso bajo el pseudónimo “Elea Márquez” y cuya autora es Nataly Materón Lasso de la Universidad del Quindío (Colombia).

 

Dada la calidad de los trabajos presentados, los miembros del jurado han decido otorgar dos accésits. El primer accésit para “La evaluación como herramienta para el crecimiento y el desarrollo íntegro” presentado a concurso bajo el pseudónimo “Maranta Leuconera” y cuya autora es Vanesa Hortal de Lucas, de la Universidad Complutense de Madrid. El segundo accésit es para “La evaluación, ¿el mismo desafío para todos?”, presentado a concurso bajo el pseudónimo “Débora Gaitán” y cuya autora es Syndy Catherine Tascón de la Universidad del Quindío, Colombia.

 

El premio consta de un certificado acreditativo, un lote de libros y la publicación del miniensayo en una edición de las revistas Tribuna Complutense de la Universidad Complutense de Madrid y Polilla de la Universidad del Quindío, Colombia.

 

El Certamen lleva el nombre de Teodoro Álvarez Angulo, en reconocimiento al fundador del grupo Didactext, que trabaja desde 2001 investigando sobre la enseñanza y el aprendizaje de la escritura en contextos escolares (Educación Infantil, Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria), académicos (Bachillerato, Formación Profesional, y Universidad) y profesionales (Formación Inicial y Permanente del Profesorado).

 

Han participado en la valoración de los textos presentados a esta IV edición la escritora Marifé Santiago, en calidad de presidenta del jurado, y los siguientes profesores, expertos en lengua castellana y literatura (por orden alfabético): Salvador Álvaro García, profesor jubilado de la Universidad Complutense de Madrid; Ana María Marcovecchio, profesora de la Universidad Católica Argentina y de la Universidad de Buenos Aires; Daniel Mauricio Rodríguez León, de la Universidad del Quindío, Colombia, y Mariana Valencia, de la Universidad del Quindío.

 

De la evaluación técnica a la ética

En los salones conviven docentes, estudiantes y términos; por ejemplo: tarea, taller, trabajo, dictado, examen. Centremos la mirada en esa última palabra, con sinónimos como: evaluación, quiz, test o prueba, definidos de forma simple como un cuestionario oral o escrito, cuya finalidad es medir los conocimientos previos o adquiridos de los educandos. Sin importar su nombre, la connotación intimidatoria permanece, al ser aplicado como un castigo que despierta sentimientos negativos en quienes se enfrentan al tan temido examen. Pareciera que el objetivo de su aplicación fuera generar estrés, ansiedad, frustración y desesperanza; emociones que entorpecen el proceso educativo en las aulas. Los exámenes se han posicionado como una forma tradicional de evaluar; sin embargo, “se pueden reformar productivamente los ambientes de evaluación” (Moreno,2016:131) para que la calidad, el interés y la motivación por aprender aumente en los estudiantes.

Consideremos ahora las alternativas para lograr un sano ambiente evaluativo, en el que se busque “el reconocimiento respetuoso de la dignidad y la importancia de quien aprende” (Ospina, 2012 :7-8). De hecho, bien podría iniciarse una trasformación paulatina, desde la variación de condiciones al momento de presentar un test (hacerlo en parejas o con ayuda de apuntes), hasta llegar a una reconstrucción aplicativa; es decir, dejar de lado el ambiente atemorizador que suscita el examen, para crear un contexto de seguridad en los estudiantes. Implementar estrategias individuales o colectivas (exposiciones, diarios de campo, obras de teatro, proyectos y/o juegos), métodos que permitan a los estudiantes una participación consciente en las evaluaciones, en las cuales puedan reconocerse como sujetos activos. En síntesis, pasar de la evaluación técnica a la ética reforzará la autoconfianza de los aprendices y de esa manera se mejorará la calidad educativa, al usar la motivación como mayor fuente de evaluación.

 

Pseudónimo: Elea Márquez

Referencias bibliográficas

Tiburcio, Moreno (2016). Evaluación del aprendizaje y para el aprendizaje. Reinventar la evaluación en el aula. México: Universidad Autónoma Metropolitana.

Ospina, William (2012). “Carta al maestro desconocido”. Consultado el 30 de mayo de 2023, en https://www.calameo.com/books/005313955705f36057350

 

La evaluación como herramienta para el crecimiento y el desarrollo íntegro

El examen ha sido el instrumento de evaluación fundamental en los procesos de enseñanza-aprendizaje. No obstante, en las últimas décadas han surgido preocupaciones relacionadas con la justicia y equidad en la escuela, las cuales han puesto en tela de juicio la eficacia de este método para medir el aprendizaje real a largo plazo. De este modo, se nos plantea la siguiente cuestión: ¿hay mayor o menor calidad cuando se reemplazan los exámenes por otras formas de evaluar?

Para responder a esta pregunta, hay que tener en cuenta que la evaluación tradicional ha sido presentada como el único medio capaz de recopilar información, fiable y específica, sobre la adquisición de conceptos memorísticos o la resolución de problemas (Mejía, 2012). Sin embargo, los exámenes tienen limitaciones significativas a la hora de evaluar habilidades complejas, atender a las necesidades educativas individuales y velar por el bienestar socioemocional del estudiante (Bausela, 2005).

Por estas razones, es necesario explorar instrumentos de evaluación alternativos más inclusivos y adaptados a las condiciones del mundo actual. Técnicas como la evaluación formativa han resultado ser más beneficiosas para el desarrollo de habilidades y competencias en contraposición a la evaluación sumativa (Azpilicueta, 2020). Igualmente, la evaluación basada en tareas permite que el alumnado muestre su desempeño en situaciones contextualizadas donde se fomenta el desarrollo del aprendizaje significativo, el pensamiento crítico, la creatividad, las habilidades sociales y la colaboración entre pares; demandas claras de la sociedad actual.

En conclusión, reemplazar los exámenes por otras formas de evaluación que atiendan al contexto, a la educación integral del estudiante y a los desafíos de la sociedad actual, contribuye a una mayor calidad educativa. Por lo tanto, la evaluación debe ser concebida como una herramienta para el crecimiento y el desarrollo íntegro del alumnado, no solo como una medida de rendimiento y clasificación.

 

Pseudónimo: Maranta Leuconeura

Bibliografía

Azpilicueta, M. (2020). Los beneficios de una correcta evaluación formaiva en el autoaprendizaje de los alumnos. Journal of Supranational Policies of Education, 2-25.

Bausela, E. (2005). Ansiedad ante los exámenes: evaluación e intervención psicopedagógica. Educere, 553-557.

Mejía, O. (2012). De la evaluación tradicional a una nueva evaluación basada en competencias. Educare, 27-46.

 

La evaluación, ¿el mismo desafío para todos?

A lo largo de la historia, la educación obligatoria ha consolidado una potente unión con el modelo pedagógico tradicional: triangulación que pone en la cima al docente, seguido del saber y, en último lugar, el alumno. De ahí que el método clásico de evaluar consista en dar cuenta de una información declarativa que poco durará. Y recobra fuerza lo que Perkins (2001) denomina conocimiento frágil: aprendido, aprobado, olvidado. Entonces, ¿cómo sabe el alumno que aprendió?, ¿es posible pensar en otros modos de evaluar?

Lo que resulta preocupante de todo esto, es que el individuo en formación no tome conciencia de lo que aprende al ser evaluado; en cambio, ha interiorizado muy bien, que el sistema educativo premia la nota y la acumulación de la información, más que visibilizar sus logros, detenerse en sus debilidades y fortalezas. Así pues, el modo de evaluar parte de un instrumento que es el mismo para todos.

Por ello, el cambio de la evaluación debe ir orientada al desarrollo de las competencias, en las que se evidencie que el sujeto adquiere, comprende y utiliza el conocimiento en contextos reales (Sanmartí 2020); es decir, que él tenga la capacidad de emitir un juicio con valor, que esté presto a la resolución de problemas, que haga un análisis crítico del entorno que le rodea, por lo cual puede sostenerse que “la escuela enseña para una realidad que no es la actual” (Sanmartí, en entrevista, 2020).

Hoy en día, la reflexividad evaluativa ha propuesto, paulatinamente, que el sujeto en formación esté en la búsqueda del conocimiento, mediante su propia experiencia, lo que cambia por completo la forma de evaluar, y la encauza a preguntarse ¿por qué estoy aprendiendo?, ¿cómo estoy aprendiendo? Y deja de ser el mismo desafío para todos.

 

Pseudónimo: Débora Gaitán

Referencias bibliográficas

Fundación Santillana. (2020). “¿Qué tenemos que aprender hoy?” El conocimiento o se aprende en la escuela o no se aprende en ninguna parte. Mensaje ubicado en, https://fundacionsantillana.com/enclave/entrevista-con-neus-sanmarti/

Perkins, David. (2001). La escuela inteligente. España: Editorial Gedisa, S.A.