ESTUDIANTES

Mariano, Alba, Taras y Kseniia, en la Casa del Estudiante

Cuando la Complutense “es casa”

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 7 abr 2025 18:00 CET

Kseniia y Taras son de Ucrania. Llegaron a España hace tres años huyendo de la guerra. Para ambos hoy la Complutense “es casa”. Mariano y Alba vienen de más cerca, de los barrios madrileños de Villaverde y San Fermín. Ellos también aprecian la Complutense. Mariano asegura que para él lo ha sido “todo”. Alba utiliza el adjetivo “cálida” para definirla. Lo explica: “es porque te abraza más”. Kseniia, Taras, Mariano y Alba son cuatro de los varios cientos de estudiantes que en los últimos años se han beneficiado de los programas de ayudas sociales de la UCM.

 

Cuenta Juan Luis Nogueras, el director de la Casa de Estudiante, que fue lo sucedido en pandemia lo que hizo a la Complutense, a través del Vicerrectorado de Estudiantes, que dirige Rosa de la Fuente, reforzar sus planes sociales. Al “Buzón de necesidades” que abrió la Casa en esos primeros días de confinamiento, llegaron peticiones de ayuda de muy diversa índole tanto psicológica como material. La primera, la más preocupante en esos momentos, se encauzó a través del Psicall y de la Clínica Universitaria de Psicología. La segunda se trató de aliviar a través del préstamo de recursos básicos como ordenadores portátiles y conexiones wifi. “Vimos también que había un número importante de estudiantes con problemas económicos que les podían llevar incluso a dejar los estudios, y vimos que teníamos que reforzar nuestros programas de ayudas, tanto por situaciones sobrevenidas como los de becas. Ahí es cuando nace el Programa Concepción Arenal, que ya ha cumplido 5 años y ha ayudado tanto económicamente como con acompañamiento personalizado a alrededor de 300 estudiantes”, resume Nogueras.

 

Mariano y Alba son dos de los destinatarios de las ayudas del Programa Concepción Arenal. Ambos lo conocieron a raíz de su participación en otra iniciativa en la que participa la Complutense desde hace cinco años, el Campamento de vocaciones científicas Lamarr, fruto de un convenio con la Fundación Tomillo y la Comunidad de Madrid. Alba y Mariano participaron en el Lamarr en el verano de 2020 -años después ambos han repetido como monitores-, justo antes de empezar sus estudios en la universidad. En una charla impartida por la vicerrectora Rosa de la Fuente y por su asesora, y coordinadora de los campamentos Lamarr, Mercedes Echaide, escucharon hablar de esta ayuda. “Recuerdo -cuenta Mariano- que no me iba a presentar porque creía que no era mi perfil: Uff, yo no estoy tan mal… Pero al final, presenté la solicitud, el último día, a última hora… Y me la dieron. Hoy sigo con la beca. Sin ella, gente como yo no llegaría, por el barrio, por la situación migrante, por una serie de cosas que se van cruzando y que, si no es por el apoyo institucional, simplemente es que no… Bueno, simplemente no llegas”.

 

La invasión rusa de Ucrania y la llegada de numerosos refugiados a nuestro país, movilizó a la sociedad española y, por supuesto, también a la Complutense, que lanzó un programa de ayudas y becas para estudiantes ucranianos. Se trataba de que los que estaban ya estudiando en su país pudieran continuar aquí sus estudios y que los que quisieran empezarlos aquí también pudieran hacerlo. El caso de Kseniia encajaba en la primera de esas casuísticas. Ella estudiaba Estudios Ingleses en la Universidad Pedagógica de Jarkov. Aquí pudo continuarlos y después estudiar dos másteres, el de Formación de Profesorado y, en la actualidad, el de Español como segunda lengua. Taras, por su parte, estaba terminando sus estudios preuniversitarios cuando se vino a Madrid con su familia. De hecho, el examen que tienen que superar en Ucrania los estudiantes que acaban bachillerato, lo hizo, y aprobó, desde aquí. Fue entonces cuando apareció la Complutense en su vida. El primer contacto fue también con los Campamentos Lamarr, que ese verano de 2022 abrió unas pocas plazas a jóvenes ucranianos, y después, y gracias al programa para estudiantes ucranianos se incorporó al campus de Somosaguas, donde desde septiembre de ese año cursa el grado de Economía en inglés.

 

Taras y Kseniia viven en colegios mayores complutenses gracias a los programas. Mariano este año ya no. Alba, en cambio, siempre ha estado en su barrio. “Soy del barrio de San Fermín de toda la vida. Sigo en la asociación de mi barrio, organizando un poco todo el espacio joven que tenemos. Empecé como profesora voluntaria dando clases a chicos de 4º de la ESO, y me acuerdo que dos años les hice un poco de orientación. Les preguntaba si pensaban ir a la universidad y ellos, todos de barrios del sur, me decían que no, que eso era muy difícil y que cuesta dinero. No sabían de la existencia de las becas MEC o de la Complutense. Les hice un esquemita de todas las posibilidades, cómo llegar a la universidad por bachiller y sin bachiller y de las becas que conocía de la complu”. Alba estudia Ciencia y Tecnología de los Alimentos en la Facultad de Veterinaria, con la beca Concepción Arenal. “Justo me dijeron que había entrado en Ciencia y Tecnología de los Alimentos cuando estaba en el campamento, y Mariano siempre me recuerda que lloré muchísimo, porque yo no quería eso, sino Biología, más que nada porque era la típica carrera que conoces por el nombre de otras asignaturas, no por otra cosa. Ahora estoy súper contenta con mi carrera y no la cambiaría por nada, aunque tuviese un 14 en la EvAU”.

 

Más allá de los estudios, que también -como señala Mariano, “tener un grado universitario marca la diferencia”-, los cuatro se quedan con la experiencia de vida que está significando para ellos su paso por la Complutense. “Yo que estudio Sociología, que es una carrera en principio con pocas salidas laborales, para mí la Universidad es más una cuestión humana, casi humanística, de entender mejor cómo funciona el mundo, de desarrollar un pensamiento crítico, de tener ciertas herramientas para lo que va a ser el día de mañana… Desde ese punto de vista me ha aportado un montón de cosas. Y luego, a nivel humano y personal, las interacciones con los compañeros, los campus, los jueves… Es triste cuando ves a alguien que no participa en la universidad y se pierde todo esto. Hay gente que estudia conmigo y no ha ido nunca a un jueves en Somosaguas… ¡Chico, eso es como si no te han bautizado! Te estás perdiendo lo más importante casi: los vínculos humanos. Hay como muchas capas, lo académico, lo personal… Yo he sentido que la Complutense en cierto momento de mi vida ha sido todo. Porque todas mis relaciones sociales y personales estaban mediadas por la universidad, desde mis amigos del mismo entorno, mis relaciones con los profesores, incluso a nivel de prácticas, todo era complutense. ¿Que cómo ha influido la universidad en mi? En todo", concluye Mariano.

 

“Yo he estudiado -reflexiona Kseniia- en dos universidades en lugares distintos. Para mí, la de Ucrania era un sitio en el que estudiar. Yo allí vivía en una residencia y la llamaba mi casa, pero eran dos cosas distintas: la universidad y la residencia. Aquí en España, para mí, la Complutense es casa. Yo vivo en la Complutense, estudio en la Complutense y todo lo que he construido aquí en Madrid en tres años es gracias a la Complutense y a la gente que nos ha acompañado”. “Para mí -añade Taras-, la uni también es mi vida. Estoy en un colegio mayor, el Santa María de Europa, y tengo mis amigos del colegio mayor y de la universidad. Y sobre todo, para mí, la universidad es libertad”.

 

“Yo no estoy en un colegio mayor -señala Alba-, pero sí tengo sensación de cariño a mi universidad. Quizá porque estuve en el campamento y luego con la Concepción Arenal. Yo siento que no habría sido mi misma experiencia universitaria si hubiera estado en cualquier otra de Madrid. Siento que la Complutense es una universidad como más cálida, que te abraza más”. Alba pone como ejemplo de ese “abrazo”, el acompañamiento que ha tenido por parte de un tutor como parte de la Concepción Arenal. “El acompañamiento -explica- consiste en un tutor que nos ponen a lo largo del curso y puedes tener, en principio, tres reuniones al curso, pero luego son todas las que quieras para preguntarle cualquier cosa, para comentarle tu situación en cada momento. Yo, por ejemplo, me enteré de las becas de colaboración por mi tutora, la pedí y me la han dado. No es una tontería que dices que estás muy bien y te vas. De verdad que te ayudan”.  “Es una universidad muy grande, la más grande de España, yo creo, pero cuando preguntamos cualquier cosa no te contesta una máquina; hay personas que nos responden y ayudan”, remata Taras, a la vez que confiesa riendo que el único “pero” que pondría a su paso hasta hora por la Complutense son “las Matemáticas II. Las odio. Nada es perfecto”.