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El profesor de Ciencias de la Información, Rafael Moreno

El profesor Rafael Moreno, asesor histórico de la serie “Palomares. Días de playa y plutonio”

Texto: Jaime Fernández - 20 abr 2021 00:00 CET

El 22 de abril se estrena, en Movistar +, la serie documental “Palomares. Días de playa y plutonio”, que reconstruye en clave de thriller la historia de las cuatro bombas termonucleares estadounidenses que cayeron sobre territorio español en 1966. Dirigida por Álvaro Ron, y guionizada por él mismo, María Cabo y Daniel Boluda, la serie cuenta con Rafael Moreno, profesor del Departamento de Periodismo y Comunicación Global, como asesor histórico.

 

17 de enero de 1966, un poco después de las 10 de la mañana. Dos superbombarderos estadounidenses B-52 se disponen a recargar combustible mediante dos aviones cisterna procedentes de la base de Morón. Durante la maniobra de aproximación, el piloto de uno de los bombarderos comete un error y se acerca de manera excesiva, de tal manera que su cabina choca con la panza del avión cisterna y se produce una explosión. Eso hace que las cuatro bombas termonucleares que lleva a bordo caigan sobre el pueblo de Palomares y sus cercanías.

 

Pero ¿qué hacían unos superbombarderos estadounidenses volando sobre la provincia de Almería cargados de bombas nucleares? El profesor Rafael Moreno explica que España jugó un papel muy importante en la guerra fría, tanto por las bases aéreas como por las navales que tenía Estados Unidos en nuestro país. En esa época los aviones podían repostar en vuelo, pero los tanqueros que tenían la gasolina para que los B-52 repostaran en el aire tenían que salir de algún lado, y ese sitio era España. Hasta que se produjo el accidente de Palomares “los repostajes se realizaban sobre territorio español y a raíz del accidente se trasladan a aguas internacionales, pero los tanqueros, los aviones cisterna, siguen saliendo de bases españolas como Morón y Zaragoza. Desde ahí los bombarderos ya tenían suficiente capacidad como para hacer el recorrido desde Estados Unidos hasta la frontera con la Unión Soviética”.

 

Los vuelos no eran un hecho aislado, sino que “todos los días había aviones volando sobre nuestro país y todos ellos, tanto a la ida como a la vuelta, repostaban con aviones que salían de España, de las bases americanas de nuestro país”.

 

La investigación

Explica Moreno que, aparte de sus clases y la parte académica, hace ya más de veinte años inició una investigación sobre el tema de las armas nucleares en España y, en concreto, sobre el tema de Palomares. En 2016 publicó “La historia secreta de las bombas de Palomares”, donde puso a disposición de los lectores un buen número de documentos que habían sido desclasificados por las autoridades estadounidenses a petición suya. Hizo lo que se llama una “petición de desinformación” y eso lo juntó con los documentos que había conseguido en España, que en realidad han sido pocos, porque “la mayoría de los documentos en nuestro país sobre Palomares están clasificados, o han desaparecido”.

 

La gran mayoría de los más de 5.000 documentos que se han utilizado en esa investigación son, por tanto, producto de la desclasificación de Estados Unidos y de la propia búsqueda de Moreno en los archivos americanos.

 

De acuerdo con el profesor de la Facultad de Ciencias de la Información, “las labores de descontaminación y de estudio fueron responsabilidad de la Junta de Energía Nuclear, que era un organismo que dependía directamente de la Presidencia del Gobierno, y la documentación que tenía esa Junta sobre Palomares ha desaparecido prácticamente en su totalidad”. En su proceso de búsqueda, de más de dos décadas, fue al CIEMAT, que es el nombre con el que se renombró a la Junta de Energía Nuclear en la transición, y allí le dijeron que no tenían ninguna documentación, porque toda la referida a la anterior Junta no estaba en sus archivos. En el Archivo General de la Administración hay unas pocas cajas, pero de lo referido a Palomares no hay prácticamente nada, y entre las demás hay “alguna muy interesante que se refiere a la contabilidad del programa Indalo, que era el de seguimiento radiológico de humanos y de tierras que se ha llevado desde entonces”.

 

Para evitar estos problemas con los archivos, “en España se está intentando aprobar una ley que actualice todo el sistema de desclasificación de documentos, algo que en Estados Unidos está mucho más modernizado”.

 

La serie

Hace unos dos años se pusieron en contacto con Rafael Moreno desde Movistar +, en concreto desde la productora 93 Metros, porque querían presentar un proyecto para una serie documental sobre Palomares y le incorporaron al equipo como investigador principal y como asesor histórico. Explica el profesor que esta es la primera vez que el tema de Palomares se trata en una miniserie de este tipo que contará con cuatro capítulos de 52 minutos cada uno.

 

La serie está centrada en los primeros 80 días desde el accidente, aunque también cuenta algo hasta la actualidad en el último capítulo, y en ella, Álvaro Ron, el director, ha buscado un lenguaje propio de miniserie. Por tanto “no es un documental puro, hay recreaciones de ficción, aunque siempre tomando como referencia a los personajes reales, y también se incluyen entrevistas con personas que están vivas de aquella época”. Junto a imágenes y documentos que hasta ahora no eran conocidos, en la parte de historia oral se entrevistan tanto a periodistas que cubrieron el accidente como a los que eran niños en aquella época, como Antonia Flores, que luego llegó a ser alcaldesa de Palomares; científicos militares americanos que estuvieron destinados allí; la hija de un trabajador de la Junta de Energía Nuclear, que fue movilizado para que fuese a Palomares en la labor de monitorización, medición de radiación y limpieza de las tierras… El resultado es una “mezcla de todo el rigor académico de la investigación y de la búsqueda de la realidad, pero con un lenguaje mucho más moderno, cuidando mucho la escenografía y los personajes”.

 

A la dificultad propia de un rodaje de este tipo hay que sumarle la que ha supuesto la COVID-19, porque “toda la grabación y el montaje se ha realizado durante la pandemia. Se ha logrado, con un esfuerzo tremendo, llevar adelante el proyecto, y debe ser una de las primeras series que se estrenan habiendo rodado durante el último año”.

 

Tierras contaminadas

Explica el profesor Moreno que en Estados Unidos los temas de bombas atómicas son responsabilidad del Departamento de Energía, que es una de las instituciones a las que él mismo pidió la desclasificación de documentos, al igual que al Departamento de Estado y a la Fuerza Aérea. En un momento determinado le mandaron una caja con un buen número de facsímiles y copias de documentos sobre Palomares y “entre las cosas que desclasificaron había documentos que son españoles, pero que aquí no se encuentran”.

 

Hay muchos aspectos novedosos en la documentación desclasificada, como, por ejemplo, todas las reuniones que mantuvieron los expertos estadounidenses y los españoles para definir cuáles eran los niveles de contaminación y cuáles eran las tierras que tenían que ser removidas y cuáles no. De acuerdo con Moreno, “esto no era público y ahora ya sabemos que no limpiaron completamente Palomares, se llevaron una parte de la tierra, la más contaminada, pero otra, decidieron de mutuo acuerdo en ese momento americanos y españoles, simplemente voltearlas”. Hay imágenes en las que se ven tractores que voltean la capa superficial unos 20 centímetros y la dejan ahí, y se supone que esa contaminación si no se remueven las tierras se queda estancada, pero pasado un tiempo ha habido agricultores que las han arado y la contaminación ha vuelto a la superficie.

 

Otra cosa que no se conocía es que los estadounidenses y los españoles entregaban certificados a los propietarios de sus tierras, diciéndoles que estaban exactamente igual que antes del accidente y que eran seguras, lo que “hoy sabemos que no es cierto por mucho que dijera ese certificado”. Aparte de eso, hubo una serie de compensaciones por parte de Estados Unidos, donde también hubo muchas negociaciones y tiras y aflojas. Pagaron esas compensaciones en el momento, sobre todo por las cosechas que se perdieron y por las ganancias que les habrían reportado, porque “en un primer momento obligaron a los vecinos a abandonar los campos y retiraron todas las cosechas, ya que la radiación se queda en la superficie de las mismas”.

 

En los años ochenta, la alcaldesa Antonia Flores reivindicó a Estados Unidos que ampliasen el plazo de indemnizaciones morales, porque lo que pagaron los estadounidenses fue sólo la pérdida de las cosechas. De todos modos, y de acuerdo con Moreno, “Estados Unidos no tenía obligación de pagar nada, porque los acuerdos de defensa firmados por España eximían al país americano del pago de cualquier accidente que se produjera”. Era un acuerdo muy poco beneficioso para nuestro país, pero “Franco decidió que prefería el apoyo y la validación que le daba Estados Unidos, a pesar de lo descompensado que pudiera ser el acuerdo”.

 

El baño de Fraga

La serie también cuenta, por supuesto, el baño del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, cómo se generó y cómo había un enorme control de la información mediante la censura. En el documental se entrevista a un periodista británico que estaba en Palomares y que explica cómo la prensa extranjera tenía mucha más información sobre lo que ocurría en España que nuestra prensa, que estaba muy controlada por el régimen dictatorial.

 

Aquel baño fue significativo, no sólo por el baño en sí mismo, sino por la idea, de demostrar que había tranquilidad, incluso aunque la cuarta bomba todavía no había sido recuperada, haciendo lo que podríamos llamar un acting”, reconoce Moreno.

 

Franco mandó al propio director de la Agencia Efe, a Carlos Mendo, para que se bañase también y contase la historia, la crónica que se envió a los periódicos, en primera persona. Hubo hasta tres baños, no sólo uno, porque “en un primer momento habían quedado con el embajador americano para hacerlo, pero este decide bañarse en la zona de Mojacar, porque no había llegado a Fraga. Al llegar el ministro se vuelve a bañar de nuevo con Fraga, ya en Quitapellejos, que no era tampoco la zona donde había caído la bomba, está algo más al sur, pero no era la zona exacta”.

 

El aspecto de la bomba

El diseño de las bombas nucleares en aquel momento era uno de los secretos mejor guardado del mundo, no se conocía cómo eran físicamente, porque “Estados Unidos no quería que se supiera cómo eran para que la Unión Soviética no pudiera identificarlas”. Mientras estaban buscando la bomba, muchos de los lugareños dijeron que cuando cayó les pareció como un torpedo, como un misil, porque efectivamente era un diseño muy alargado.

 

Cuando por fin recuperaron la cuarta bomba, que fue la única que había caído en el mar, hubo un debate entre el Pentágono y el Departamento de Estado sobre si era necesario mostrarla a la prensa. El Pentágono seguía defendiendo que ese era un tema de máximo secreto y que no debía fotografiarse, pero el Departamento de Estado le ganó la batalla, porque opinó que, para darle credibilidad, para que la gente creyese de verdad que la habían recuperado, había que mostrarla, y “esas fotos que las muestran son las primeras en la Historia en las que se ve una bomba atómica real, tal y como era”.

 

Concluye el profesor complutense reconociendo que “esta ha sido una gran experiencia y es una muestra de la buena conexión que puede existir entre los medios de comunicación que quieren trabajar con rigor ycon el apoyo de los especialistas, en este caso de la gente de la universidad”.