LIBROS

Sonia Cabello, Raquel Monge, Jesús Florez, Juan José García Norro, Joaquín Goyache, María Guijarro, Juan Antonio Valor y Elvira Carpintero

El sombrero que debe estar en todas las cabezas

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Francisco Rivas - 26 oct 2023 19:43 CET

“Entre el corazón y el cielo, el sombrero. Diferencias, diversidad y discapacidad”. Este el título y subtítulo del libro, publicado por la Editorial Escolar y Mayo, que un grupo de profesores universitarios, todos excepto uno complutenses, ha presentado este jueves 26 de octubre en la Facultad de Filosofía, en presencia del rector Joaquín Goyache. Se trata de una obra muy especial -de las que “te tocan el corazón”, como describió el propio rector- en la que se aborda la discapacidad intelectual desde una múltiple perspectiva con la finalidad de, como explica su editor, el filósofo Juan Antonio Valor Yebenes: “reconocer sus necesidades y ponernos a su disposición como sociedad que reconoce y asume lo diferente como algo propio y constitutivo, para poner a su disposición las herramientas capacitantes necesarias que les permita a ellos y a sus familias sacar adelante sus proyectos de vida. Algo tan sencillo como eso, pero tan complejo de alcanzar socialmente”, concluye el profesor Valor.

 

La obra aborda la discapacidad intelectual desde una múltiple perspectiva: “filosófica, educativa, psicológica, psicológico-educativa, desde el Derecho, la neurología, la neurofarmacología, los medios de comunicación, la tecnología o el arte”, enumera el propio editor de la obra. Y lo hace, dando la palabra a profesores que de diversa manera se ha acercado a esta realidad y han visto que es algo que no hay que curar, enderezar, normalizar, cuidar, ayudar o proteger, sino simplemente conocer y entender. “Hay que dejar de hablar de diferencias e inclusión y centrarnos como sociedad en construir espacios capacitantes”, concluye el editor de la obra.

 

Cada capítulo trata de mostrar como acercarnos a esos espacios capacitantes. Lo hacen las profesoras de la Facultad de Educación Elvira Carpintero, presente en el acto, y Cristina Bel, cuando inciden en la necesidad de quitar el calificativo “inclusiva” que acompaña al sustantivo “escuela”, cuando se tratar de educar a quien tiene discapacidad intelectual. Están seguras de que, aunque aún falta, se está avanzando en el buen camino. Experiencias como el Programa Accede, que llevan a cabo en su Facultad, así lo demuestran.

 

También desde la ciencia y la tecnología se puede borrar la palabra “inclusiva” y apostar por la etiqueta “para todos”. La profesora de Informática María Guijarro, directora de la Cátedra UCM-ONCE de Tiflotecnología, lanza a sus compañeros programadores y diseñadores el reto de dejar de hacer tecnología para la mayoría y empezar de verdad a hacerla para todos. Es posible. Es solo proponérselo, defiende la profesora Guijarro, quien ve en la total accesibilidad a la inteligencia artificial la próxima barrera a derribar.

 

Otros dos complutenses presentes en la obra son la profesora de Derecho Mayte Álvarez y el de Ciencias de la Información José Antonio Ruiz San Román. Ambos no pudieron acudir a la presentación del libro. Sí lo hizo desde la Universidad de Cantabria, su profesor emérito de Farmacología Jesús Florez, quien sin poder por momentos contener la emoción contó cómo un farmacólogo se ha convertido en uno de los referentes en la investigación sobre la discapacidad intelectual y, en especial, el síndrome de Down. La vida le llevó a ello. Primero fue su hija mayor la que nació con “signos evidentes” de discapacidad, que durante 49 años, hasta hace solo 10, no supieron exactamente cuál era su causa y que hoy ya saben que se denomina Síndrome Smith-Magenis. Después, la última de sus cuatro hijos nació con Síndrome de Down. El profesor Florez dedicó sus investigaciones desde la neurociencia a conocer más sobre esta discapacidad intelectual, “investigar su origen, definir sus desviaciones y ofrecer correcciones. Conocer más para servir mejor”, concluye.

 

El último capítulo del libro es, según señaló su propio editor, quizá el más especial y, de hecho, quien quiera conocer el porqué del título de la obra no puede dejar de leer. El capítulo, escrito por las profesoras de la Facultad de Bellas Artes Raquel Monje y Sonia Cabello -actualmente decana y vicedecana de Estudiantes, Inclusión, Igualdad y Mediación, respectivamente- nos invita a conocer una historia para conocer otra que cada día viven en la Facultad sus profesores y estudiantes. La primera de esas historias es la de la escultora Judith Scott.

 

Debajo del sombrero

Judith Scott se convirtió a los 60 años en una reputada escultora. Sus sorprendentes obras en las que utilizaba fibras para envolver cual tela de araña diferentes objetos se convirtieron en codiciadas obras de arte y emblema de los denominados artistas “outsider”, los que crean al margen de cualquier norma académica. Judy, como la llamaban sus conocidos, siempre vestía un sombrero. Cuando trabajaba en sus obras jamás se lo quitaba. Era su seña de identidad, por encima de la sordomudez y el síndrome de Down con los que nació. Judy había descubierto el arte no mucho antes en el Creative Growth Art Center de la ciudad californiana de Oakland, al que su hermana melliza Joyce -de la que la separaron siendo niñas- llevó tras sacarla del centro psiquiátrico en el que sus padres la habían internado 39 años antes. Allí, día sí, día también, Judy fue desarrollando una técnica nunca vista. Impresionados por su creatividad, muchos la preguntaban: ¿Qué tienes debajo del sombrero, Judy?

 

La historia de Judy se comenzó a conocer en España en 2006, cuando la directora y productora Lola Barrera dirigió, junto a Iñaki Peñafiel, un documental sobre la vida de Judy. La pregunta que hacían a la artista -¿Qué tienes debajo del sombrero?- no solo dio título al trabajo, sino que también inspiró al colectivo que la propia Barrera creó en nuestro país para artistas con discapacidad intelectual, el colectivo “Debajo del sombrero”.

 

Hace años, como cuenta la decana de Bellas Artes, Raquel Monje, integrantes de este colectivo comenzaron a visitar de “manera libre” las aulas de Bellas Artes, sobre todo las clases de Escultura y Pintura. Ellos no buscan ningún resultado, su objetivo es el proceso. Este año, la Facultad y el colectivo han firmado un convenio para “normalizar” esta práctica. “Los más beneficiados son nuestros estudiantes”, defienden las autoras de este último capítulo del libro, en el que cuentan esta “extraordinaria” experiencia que cada día viven en su centro.

 

Tras las intervenciones de los autores, el rector Goyache no quiso cerrar el acto de presentación sin subrayar esa necesidad "de conocer, de entender que todos somos diferentes". En la Universidad Complutense, concluyó el rector, "la diversidad es una fuente de riqueza y la integramos como parte estructural de nuestra universidad".