NUESTRA GENTE
"Emiliano Aguirre, un visionario", por Juan Luis Arsuaga
Texto: Juan Luis Arsuaga, Fotografía: Javier Trueba - 13 oct 2021 13:37 CET
La Universidad Complutense de Madrid puede enorgullecerse de una larga lista de insignes profesores, maestros que han creado escuela, como suele decirse. Su legado perdura en sus discípulos y continuadores. También su memoria, porque la Universidad Complutense de Madrid no puede ni quiere olvidar a esos compañeros desaparecidos. Los que formamos el claustro actual los sentimos permanentemente a nuestro lado. Y a ese claustro secular que se amplia y se enriquece con el tiempo se ha incorporado recientemente el padre de la Paleontología Humana española: Emiliano Aguirre.
A su vez, Emiliano era continuador de científicos complutenses tan importantes como el paleontólogo Bermudo Meléndez, el geólogo Eduardo Hernández-Pacheco y el prehistoriador Hugo Obermaier, los dos últimos también investigadores de prestigio internacional en el ámbito de nuestros orígenes y en el de la geología del Cuaternario, que es el periodo geológico en el que se produce el poblamiento de Europa, la evolución de los neandertales y su reemplazamiento por la especie humana actual.
Pero Emiliano Aguirre fue, sin ninguna duda, el fundador de la disciplina de la Paleontología Humana en España, a la que llevó a la primera fila de la investigación mundial.
Como sus predecesores, Emiliano Aguirre tenía una visión muy amplia de la ciencia que practicaba. Creía que no se podía entender nuestra evolución sin tener en cuenta los contextos en los que se ha producido: el geográfico, el geológico, el climático, el ecológico y el cultural. Después de décadas de hiperespecialización científica, su visión se ha demostrado certera. Por ese motivo, el tiempo ha demostrado que Emiliano Aguirre hizo una ciencia más moderna que muchos de sus contemporáneos aquí y allá. Era un generalista, en el mejor sentido de la palabra, es decir, en el sentido de que sabía mucho de todo, lo que le permitía conectarlo todo.
Yo tuve el privilegio de conocerlo y tratarlo en mi época de estudiante en la UCM, luego en el Departamento de Paleontología de nuestra universidad, dentro de la Facultad de Ciencias Geológicas, y por supuesto en el proyecto de Atapuerca, que él creó y dirigió durante muchos años.
Emiliano fue un hombre culto y elegante como persona y un visionario como científico. Perteneció a la generación que soñó con un renacimiento de la ciencia en un país aislado, dividido y arruinado, y materializó sus sueños en excavaciones, docencia, formación de investigadores y salida al mundo. La ciencia española le debe mucho y la Universidad Complutense inscribe su nombre en la nómina de los más grandes.