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Jaime Zamorano: “Nadie trata la contaminación lumínica como una auténtica contaminación”
Texto: Jaime Fernández - 2 nov 2021 14:01 CET
La International Dark-Sky Association (IDA) nació en los años 90 del pasado siglo y se ha convertido en el referente mundial en el activismo contra la contaminación lumínica. En los galardones que entrega anualmente, este 2021 ha concedido el Premio Crawford Hunter Lifetime Achievement, a Jaime Zamorano, profesor del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica. La misma organización considera que este es el máximo reconocimiento que puede recibir, a nivel individual, aquel que a lo largo de su vida ha contribuido a conseguir unos cielos más oscuros.
Antes que nada, enhorabuena por el premio.
Muchas gracias, la verdad es que al principio no entendía por qué me han dado a mí el premio, pero echando la vista atrás la verdad es que sí que llevo mucho tiempo con esto.
¿Ha centrado en ello su carrera científica?
No, en realidad toda mi carrera me dediqué al mundo de las galaxias, a la astrofísica extragaláctica. Ahí han estado centradas la mayor parte de mis publicaciones, y esto de la contaminación lumínica lo hacíamos en los ratos libres, como una cosa menor, porque nunca ha sido muy bien considerada, no es como descubrir galaxias a alto z, ni el origen del Universo. Siempre ha sido la hermanita pobre del mundo de la astronomía, pero a pesar de eso algunos estudiantes y yo hemos estado haciendo cosas sobre el tema, pero más que nada porque nos gustaba. De todos modos, es cierto que en los últimos años me he dedicado en cuerpo y alma al tema, una vez que ya tenía mi carrera académica hecha y no tenía nada que demostrar.
¿Compagina ahora sus intereses previos con los estudios de contaminación lumínica?
La parte de galaxias, cuando Alejandro Sánchez de Miguel hizo su tesis, la abandoné por completo. La tesis de Álex fue una apuesta, porque en principio él estaba haciendo también una tesis de galaxias y decidimos que la cambiara por una sobre contaminación lumínica, y fue la primera sobre el tema que se hizo en España. Hubo un hito importante que fue cuando presentamos las cosas que habíamos hecho Álex y yo en el congreso de la International Astronomical Union (IAU) en Pekín, en 2012 o así. Allí nos dimos cuenta de que lo que hacíamos nosotros estaba al mismo nivel, o más, de lo que hacía el resto de la gente. Aquello nos animó para tomárnoslo un poco más en serio y un poco más adelante creamos la Red Española de Estudios de Contaminación Lumínica, donde hay gente de Biología, de Medicina, de Óptica… Al juntarnos se vio que se podía colaborar entre todos y eso ha llevado a un boom de estudios de contaminación lumínica en España, que está a nivel mundial.
¿Enseña algo de esto en su tarea como docente?
En docencia no hay ninguna asignatura específica, aunque cuando se habla de observación astronómica se habla un poco de contaminación lumínica, porque afecta. Ahora estamos proponiendo, para los talleres de sostenibilidad de la UCM, un primer curso para introducir estos temas en la universidad, pero en el grado en Física no está incluido por ningún lado.
¿Por qué es preocupante la contaminación lumínica?
Lo primero que tiene es que incrementa el brillo del cielo de manera artificial, y por eso lo pusieron en el tablero científico los astrónomos, ya que, igual que cuando hay Luna el cielo es más brillante y no se pueden observar según qué objetos, si tienes mucha contaminación lumínica no puedes hacer observaciones astronómicas. Posteriormente se vio que cualquier tipo de luz artificial que coloques por la noche tiene un impacto. Por ejemplo, si te vas de acampada y enciendes una linterna empiezan a aparecer mosquitos, de hecho, ese es el método que utilizan los biólogos para coger insectos, encienden una luz en mitad de la nada y los insectos se ven atraídos por la luz. De ahí que la parte de la biología fue la siguiente que se preocupó por la contaminación lumínica.
¿Cómo puede afectar a la biología?
Afecta a los ecosistemas, porque los animales cambian de sitio, si hay una farola van ahí y no a otro lado, por ejemplo, pero además se ha visto que afecta también en el tema de medicina, con todo lo que tiene que ver con el sueño. El plan natural que tenemos en la Tierra es que durante el día estamos activos y por la noche dormimos, y eso se llama ritmo circadiano. Hay animales que han evolucionado justo al contrario, con su actividad por la noche y el descanso durante el día, pero todos los habitantes de la Tierra estamos adaptados a ese ritmo circadiano e introducir una luz es alterar ese ciclo. Los humanos necesitamos oscuridad para dormir, porque si tenemos luz no estamos generando melatonina, que es la hormona que regula nuestro ciclo. Si estoy en mi habitación en Madrid, y no tengo la persiana bajada y me está entrando la luz de las farolas no estoy descansando exactamente igual que si estuviera completamente a oscuras.
¿Y todas las farolas afectan igual?
Se ha visto que las luces de los led que son muy blancas afectan más que las luces que son de color naranja, que son las de sodio. A pesar de eso, en muchos sitios están poniendo led que son muy, muy blancos, lo que significa que son muy, muy azules, y esa componente azul es precisamente la peor a la hora de la producción de la melatonina. En esta disciplina tenemos que llevar siempre dos gorros, el del científico, pero también el del activista, porque nos tenemos que dedicar a comunicar a la gente que tenemos un problema con el cambio de la tecnología de farolas de sodio a farolas de led muy blancas. Hoy en día ya se hacen led que son tan amarillas como las lámparas de sodio, pero no se venden tanto, porque la gente y los alcaldes prefieren poner farolas muy blancas. Además, cuando se hace un estudio de impacto ambiental nadie calcula la contaminación lumínica, no hay cálculos.
¿Y por qué no se hace?
Sencillamente porque nadie, a nivel institucional, trata la contaminación lumínica como una auténtica contaminación. Si hablas de que una discoteca hace mucho ruido, todo el mundo lo entiende. Si ves una chimenea que suelta humo, todo el mundo sabe que eso es contaminación. Si sueltas mercurio a un río, igual, pero la contaminación lumínica se entiende sólo como fotones que salen a la atmósfera, y hay que empezar a comprender que es una contaminación como las demás. Además, es una contaminación que se acumula. Si yo tengo una bombilla encendida aquí, y luego otra y otra y otra, aunque todas ellas sean muy pequeñas o produzcan muy poca contaminación al final el conjunto está creando un desastre como el que tenemos, por ejemplo, en Madrid. No sólo es que haya una pérdida de patrimonio, porque no podemos ver las estrellas, sino que hay algo más, es un problema importante.
¿Hay un tema de costes? ¿Son más caras esas luces menos contaminantes?
En un principio eran un poco menos eficientes y un poco más caras, pero actualmente están prácticamente a la par. De todos modos, no hay que pensar en el gran ahorro, sino en el beneficio. Se lee ahora la tesis de un estudiante que ha analizado los datos de diez años de observaciones del brillo del cielo desde el Observatorio de la UCM. Hay datos desde 2010, y en 2015 el Ayuntamiento decidió que iba a hacer un cambio de tecnología de las farolas, retirando las de mercurio, así que cogieron las farolas de sodio de alta presión, les desenroscaron la bombilla de 150 vatios y le enroscaron una bombilla de la mitad. Ahora que se habla tanto de sostenibilidad, eso sí que es un sistema sostenible, porque sólo se necesitó una persona en lo alto de una escalera, desenroscando y enroscando una bombilla, sin necesidad de cambiar ni la farola, ni la electrónica ni la tecnología. En las gráficas de la tesis de José Robles se ve perfectamente el escalón del brillo que cambia drásticamente en Madrid, y hay que reconocer que eso lo hizo fenomenalmente el Ayuntamiento. El verdadero problema aparece también en uno de los resultados de la tesis de Robles, que asegura que podríamos tener en Madrid un cielo mejor si no fuera por las ciudades satélite que tenemos alrededor que están cambiando todas las luces a led blancos.
¿La lucha contra la contaminación lumínica pasa por quitar farolas?
No exactamente. Lo primero que hay que valorar es si hay que iluminar una zona concreta, porque si no hay que hacerlo ya sobra todo lo demás. Si hay que iluminarla, hay que estudiar entonces a qué horas hay que hacerlo, porque hay farolas que podrían estar apagadas perfectamente en mitad de la noche. También hay que valorar qué cantidad de luz se necesita, y de qué color, siendo la ámbar la mejor. Así que no estamos en contra de que se ilumine, sino que lo que pedimos es que se ilumine bien. La tecnología, permite, por ejemplo, que en algunos sitios se encienda la luz automáticamente cuando pasa la gente, pero lo que no es necesario es tener una ermita en mitad del campo iluminada toda la noche, como hemos visto cuando hacemos las medidas.
¿No existe ningún tipo de regulación a nivel estatal?
Tenemos un reglamento sobre el alumbrado exterior, que se está cambiando ahora, pero que no ataca a los problemas reales. El borrador del decreto propone, por ejemplo, que se iluminen todas las rotondas y las carreteras que llegan a esas rotondas desde 200 metros antes. En España hay miles de rotondas, así que eso van a suponer kilómetros y kilómetros de farolas nuevas. Las autovías, por ejemplo, no haría falta tenerlas iluminadas, porque todos los artículos científicos que hablan sobre seguridad dicen que hay, si acaso, menos accidentes en las carreteras que están sin iluminar, porque la gente conduce con más cuidado.
¿Cómo está la reglamentación en el resto del mundo?
La contaminación lumínica está creciendo en todo el mundo, pero por ejemplo en Francia, que lo miramos como un ejemplo a seguir, las oficinas se apagan poco después de irse todo el mundo y hay unos 15.000 municipios que apagan la luz a la una de la mañana y la encienden a las seis. Eso tampoco se podría hacer en España según el nuevo reglamento, lo que no tiene ningún sentido. En el pueblo donde vivo hay 54 farolas y hay sólo seis casas abiertas, así que podríamos vivir perfectamente con la luz a mitad de potencia durante la noche, que es lo que se hace en muchos sitios, incluido Madrid, donde a partir de las 12 de la noche se baja el nivel de las farolas, aunque no lo notemos. Así que nos tememos que el nuevo reglamento está más pensado para la industria que para la protección de la ecología o el medio ambiente.
¿Cree que en algún momento el problema de la contaminación lumínica tendrá un espacio en la agenda política?
Siempre digo que esto es una carrera de larga distancia, y que lo importante es hablar con la gente más joven, porque esto es como lo de tirar papeles en el suelo o fumar en los sitios públicos. Se tardó mucho tiempo en concienciar a la gente para que no lo hiciera y lo mismo ocurrirá con esto, por eso hacemos muchas actividades en colegios e institutos, porque esperamos que algunas de estas alumnas y estos alumnos lleguen a cargos de responsabilidad y pongan un poco de sentido común. Además, ahora nuestro frente de batalla está en apoyar a las iniciativas europeas para meter el tema de la contaminación lumínica dentro de todas las leyes de medio ambiente donde se trata el ruido, las emisiones de humos, los vertidos de agua… La idea es que se entienda que esta es una contaminación más, pero muy fácil de revertir, porque no hay más que apagar la luz.