NUESTRA GENTE

La filósofa Josefa Ros Velasco

Josefa Ros Velasco, filósofa: “El aburrimiento es tan doloroso que en el momento en el que empiezas a experimentarlo necesitas huir de él”

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Mariana Frutos - 12 sep 2022 13:22 CET

Josefa Ros Velasco ha obtenido el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes María Moliner, en el área de Humanidades. La filósofa ha sido reconocida por su "importante contribución en los Estudios del Aburrimiento, una rama del conocimiento desconocida emergente, realizada desde una perspectiva multidisciplinar con el objetivo de mejorar la vida de las personas mayores que viven institucionalizadas, y cuyos resultados han sido transferidos al ámbito sociosanitario y geriátrico". Ros Velasco es la primera persona de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense que disfruta de una beca Marie Sklodowska-Curie, y gracias a esa beca cuenta con un contrato postdoctoral UNA4CAREER, del programa europeo Horizonte 2020 para la investigación y la innovación, lo que está aprovechando para profundizar precisamente en el que ha sido su tema de interés desde hace años: el aburrimiento.

 

Este año 2022 ha publicado el libro La enfermedad del aburrimiento en el que hace un acercamiento multidisciplinar al concepto de aburrimiento. ¿Cómo lo definiría de manera sencilla?

La definición del aburrimiento es lo que nos trae de calle a los expertos en esta subdisciplina, precisamente porque es algo en lo que se meten áreas como antropología, psicología, psiquiatría, filosofía por supuesto, estudios literarios… Así que cuesta, y mucho, llegar a definir este fenómeno de una forma en la que todos nos lleguemos a sentir representados. Lo cierto es que consensue conmigo misma una definición de aburrimiento mientras estaba pasando la depresión postparto del libro, y The Conversation me pidió un artículo. Ahí tuve la claridad suficiente para poder decir lo que es el aburrimiento, siempre que hablemos del más mundano, sin meternos en instancias patológicas. En definitiva, que defino el aburrimiento como un estado de malestar, de displacer, que padecemos cuando tenemos que estar sin hacer nada por obligación, cuando en realidad lo que nos gustaría es estar haciendo algo que nosotros hayamos elegido, pero también cuando tenemos que estar haciendo cosas por obligación mientras que lo que nos gustaría es estar haciendo algo que hayamos elegido nosotros, o estar sin hacer nada, porque así lo hayamos decidido nosotros.

 

Así que, ¿estar sin hacer nada no es aburrimiento?

No lo es si tú te lo auto prescribes, si lo decides tú y lo estás disfrutando o incluso estás en estado neutro. El aburrimiento suele surgir cuando estás sin hacer nada por obligación. Por ejemplo, cuando tienes que estar en la sala del médico, y no tienes el teléfono móvil y tampoco hay revistas. Ahí no se puede hacer nada, no puedes reaccionar porque si haces cualquier cosa, si desarrollas una estrategia en tu mente anti huida de este estado que no te está gustando y la pones en práctica, como irte a dar un paseo, pierdes del horizonte el auténtico objetivo, que es entrar a la consulta del doctor. Ese es el momento en el que uno se aburre.

 

Entonces, ¿uno no puede aburrirse voluntariamente?

No, aburrirse no es una opción, no es algo que puedas elegir, no puedes decir: “voy a pasar la tarde del sábado aburriéndome”, y es así porque el aburrimiento es tan doloroso que en el momento en el que empiezas a experimentarlo necesitas huir de él. Eso sí, el aburrimiento previene que nos estanquemos, como afirma Hans Blumemberg, el filósofo a través del cual me metí en esto del aburrimiento. Él afirma que si cuando estás completamente adaptado, no te aburres, no engrasas, no entrenas tus mecanismos adaptativos, al final te vas a quedar en un estado de placer absoluto y si llega un cambio sobrevenido vas a estar tan poco acostumbrado a tener que buscar novedades, a adaptarte a lo nuevo, que ese cambio va a poder contigo: sea un cambio climático o una nueva especie depredadora. Es decir, que gracias a que el aburrimiento nos hace estar siempre en movimiento, ese mecanismo adaptativo está entrenado y cuando llega una novedad sabemos enfrentarnos a ella. Habría que buscar una manera de demostrar esto, aunque sea imposible, pero a mí me gusta mucho esa imagen de que nuestra especie, gracias al aburrimiento, en un momento en el que estaba muy adaptada, se animó a explorar más allá.

 

¿Está eso relacionado con los que piensan que el aburrimiento nos ayuda a pensar, a clarificar las ideas, a encontrarnos con uno mismo?

Esa es una romantización del aburrimiento que puede pasar en casos contados, pero la mayoría de las veces, cuando te estás aburriendo no desarrollas un pensamiento o una introspección profunda sobre ti mismo que te lleve a promover cambios importantes en tu vida. ¡Qué va! Te estás aburriendo y lo que quieres es dejar de aburrirte rápidamente, como sea, y es lógico.

 

Aparte del aburrimiento pasajero o situacional por el que pasamos todos en algún momento, ¿hay otros que pueden degenerar en enfermedades mentales?

Sí, porque al final tienen un correlato de daño psíquico, sobre todo, pero incluso físico, porque, aunque algunas veces se puede salir de ese aburrimiento que se enquista, casi nunca se sale de una forma positiva. Al final, para poder romper con ese aburrimiento enquistado, ya sea por el propio individuo o por el contexto, estallamos, explotamos y esas explosiones se suelen traducir en respuestas desadaptativas. Ya no solamente es ese dolor, esa ansiedad y ese estrés en el que nos sumimos, sino que hay que sumarle esa consecuencia que va a tener después que va en detrimento de la salud física. Por ejemplo, si bebes más de la cuenta, si tienes problemas de sueño, si desarrollas conductas adictivas, si incurres en la autolesión para romper con ese hastío… Esa es una cuestión más seria, que es la que a mí me interesa más, y de hecho consagro mi investigación a esas formas de aburrimiento patológicas, que son las más complicadas.

 

Eso nos lleva al proyecto Pre-Bored, que usted lidera y que busca conocer la experiencia del aburrimiento que sufren las personas mayores en las residencias. En su libro hace un repaso histórico sobre el aburrimiento y la rutina repetitiva de las residencias recuerda a la de los conventos medievales. ¿Cree que hay paralelismos?

Sí, sí, sí, es una rutina absoluta, aunque hay ciertas diferencias importantes. Yo no tengo una formación en psiquiatría, que me permita centrarme en el individuo, así que me interesan precisamente esos espacios sociales, estructurales, que creamos nosotros mismos y que acaban sumiéndonos en un aburrimiento cronificado, aunque no tengamos esa propensión. Es decir, somos capaces de saber qué nos gustaría hacer para salir de eso que nos ocurre, pero no podemos hacerlo, no podemos ponerlo en práctica. Dicho esto, una diferencia fundamental entre los conventos y las residencias es que en los primeros se entraba por voluntad propia, mientras que en las residencias muy pocas personas lo hacen así. Además, es más fácil soportar el aburrimiento cuando tienes el convencimiento de soportar el dolor estoicamente pensando que va a haber una recompensa ulterior, y eso es lo que pasa en el convento, donde consagras tu vida a la contemplación, te aburres, pero esperas una recompensa. En las residencias, sin embargo, no ven cuál es el objetivo de tener que aguantar el aburrimiento porque les espera la muerte de manera casi inminente. Hay que tener en cuenta que, en España, cada vez más, se retrasa la edad de entrar en las residencias hasta un momento en el que estamos con un nivel de dependencia altísimo, así que soportar el aburrimiento para alargar la vida dos o tres años no tiene mucho sentido. Los mayores se preguntan para qué, con qué finalidad aburrirse.

 

¿No es posible revertir esa situación de aburrimiento?

Ahora mismo, los mayores por sí mismos no pueden. Los mayores pueden reaccionar al aburrimiento, y lo hacen, gritando, pataleando, con conductas agresivas, e incluso se autolesionan, así que al final para poder salir de su estado de aburrimiento nos tendrían que hacer reaccionar a los demás. Tenemos que ver esas reacciones que no son saludables, que son desadaptativas, para que los que estamos fuera tomemos las riendas y demos un paso al frente para facilitarles la forma de que su aburrimiento acabe, y de que las ideas que algunos de los residentes diseñan para escapar de él, se puedan llevar a la práctica en la medida de lo posible.

 

¿Puede poner algunos ejemplos de esas ideas?

Algunas son disparatadas, pero la gran mayoría son muy sencillas. Por ejemplo, cuando voy a residencias en el entorno rural, hay personas que tienen un bajo nivel cultural, que no han estudiado, que no tienen una sed de acción y emociones muy alta. Hablamos de mujeres que han sido amas de casa toda su vida, y varones que estaban todo el día trabajando y si tenían un ratito libre con ver la televisión les era más que suficiente. Esas personas no necesitan que las lleven a museos ni que les den charlas de ciencia, necesitan poder seguir haciendo lo que hacían en su casa. Y son cosas que podrían hacer, como ayudar a servir la comida, llenar los vasos de agua, pasar una bayeta por la mesa… Y desde la residencia no se les permite y eso es lo que les causa aburrimiento, que, por cierto, no es lo contrario a diversión, es lo contrario a significado. Uno puede estar haciendo algo y no divertirse, pero no se aburre si lo que está haciendo le aporta un significado a su vida. Esa es la clave, y es fácil porque no depende de recursos económicos ni de personal. No se trata de llevarlos a montar en globo o a viajar por Europa, porque realmente ellos no quieren eso, sólo quieren cosas sencillas que no cuestan dinero.

 

¿Cómo se le ocurrió la idea de Pre-Bored?

Después de llevar diez años estudiando el aburrimiento, de haberme empapado de la teoría, tenía la ilusión de llevar todo lo aprendido a la práctica. No soy una filósofa al uso, porque me interesa llevar a la acción lo que sé y no quedarme sólo en el pensamiento y la teoría. De todos los entornos que analicé donde hay una situación de aburrimiento cronificado como en el entorno docente o en las prisiones, me di cuenta de que en las residencias de mayores dependen de los directivos, de los auxiliares, de los cuidadores, de los gerocultores y de los familiares para romper con el aburrimiento, así que no encontré otro nicho social de más valor y más necesitado que este al que poder consagrar mi esfuerzo. Tuve la suerte de conseguir financiación de la Unión Europea con un contrato Marie Curie que se ejecuta en la UCM, donde soy además la primera filósofa que está haciendo un estudio de campo, con lo que demostramos la utilidad práctica de la Filosofía en la sociedad.

 

¿Está avanzando a buen ritmo el proyecto?

Comencé con él en noviembre de 2021 y terminaré en noviembre de 2024, con unos meses más para elaborar memorias. Al principio, tras la revisión de toda la literatura científica sobre aburrimiento y personas mayores, pasé por una fase de visibilización, para que me conociesen ya que yo no provenía del campo geroasistencial. Vi que en España tenemos algo bueno y es que desde hace décadas estamos muy centrados en prevenir la soledad no deseada en los mayores, pero nadie había puesto la mirada sobre al aburrimiento, así que tuve que dar el problema a conocer y pronto comencé los contactos. Ahora mismo estoy creando una red de trabajo, con colaboraciones, y llevando a cabo el estudio de campo para testar mi hipótesis de que el aburrimiento sí es un problema en las residencias. Para ello, visito residencias que se prestan voluntariamente y que me contactan a mí, y aunque al principio pensaba que fuesen diez centros al final van a ser bastantes más.

 

¿Qué método utiliza para realizar el estudio de campo?

Entrevisto a personas mayores que quieran participar de forma completamente voluntaria y que no tengan deterioro cognitivo, para que tengan voz, expliquen si se aburren o no, por qué se aburren, qué actividades les gustan y cuáles no, y qué les gustaría hacer, porque nadie les ha preguntado antes. También entrevisto a trabajadores, porque al final el aburrimiento en una residencia, que es una casa donde vive la gente, afecta y retroalimenta a ambas partes. Residentes aburridos hacen que el trabajo para los gerocultores sea más aburrido y eso hace que estos últimos pongan menos ilusión por trabajar con los mayores para que no se aburran. Es un círculo vicioso.

 

¿Cuál es el objetivo final?

Primero, conocer si el aburrimiento es un problema en nuestras residencias, y segundo, darle visibilidad a este fenómeno al que no se le había prestado atención antes. La finalidad última es trabajar en un protocolo de prevención del aburrimiento, para que no llegue ni siquiera a entrar por la puerta de la residencia. Va a ser mucho trabajo y está despertando más interés del que yo sola puedo abarcar, así que me gustaría contar con proyectos de más envergadura para poder contratar personal y llevarlo a cabo por toda España. Por tanto, cuando termine esta primera muestra de contacto, en la que veré si merece la pena seguir ahondando, si la hipótesis se confirma o se desmiente, tengo intención de pedir una continuación con proyectos europeos o del Ministerio para hacerlo a nivel nacional con un grupo de trabajo, bajo mi liderazgo, que nos permita conocer la situación en todo el país.