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María Vallet Regí y Francisco Javier Puerto Sarmiento, Premios de Investigación 2021 Margarita Salas y Julián Marías

María Vallet Regí y Francisco Javier Puerto Sarmiento: “Los científicos no producimos certezas, hacemos preguntas y damos soluciones”

Texto: Jaime Fernández - 6 nov 2021 21:21 CET

La Comunidad de Madrid ha concedido los Premios de Investigación 2021 por toda su carrera científica, a María Vallet Regí y Francisco Javier Puerto Sarmiento, profesores de la Facultad de Farmacia de la UCM. Los premios concedidos han sido el Margarita Salas, en el área de Biociencias, para la profesora Vallet, por sus investigaciones en el área de nanomateriales y en el campo de los materiales cerámicos aplicados a la medicina; y el Julián Marías, en el área de Humanidades y Ciencias Sociales, para el profesor Puerto, por sus trabajos en el área de Historia de la Ciencia, especialmente de la Farmacia.

 

¿Cómo sienta recibir un premio por toda una carrera científica?

Francisco Javier Puerto. Yo por lo menos siento muchísimo gusto, por muchas razones, entre otras cosas porque es un premio que es de Madrid y precisamente por eso casi nunca lo recibe un madrileño. Estoy muy agradecido además a los que me han presentado, que ha sido gente de la Complutense, como Antonio Isacio González, director del Museo de la Farmacia Hispana, y de la Universidad de Alcalá de Henares. Por si eso fuera poco, ha sido una sorpresa porque no tenía ni idea de que me iban a presentar.

 

María Vallet. Yo también estoy supercontenta, pero por un montón de motivos. El primero es por el propio premio, el Margarita Salas, que es la primera vez que se entrega. Luego también agradecidísima al rector de la Complutense, Joaquín Goyache, porque ha sido él quien me ha presentado, así que para mí, a estas alturas de mi vida, este es un regalo más.

 

En este caso se da además la casualidad de que conocía a Margarita Salas. ¿Cómo era su relación con ella?

M.V. La conocía mucho, y nuestra relación era muy buena. No estoy en su área de conocimiento y la conocí ya tarde, pero estrechamos lazos a través de las academias, de muchas reuniones y recuerdo que la última de ellas fue en la Facultad de Ciencias Biológicas, de la que guardo una foto con mucho cariño. Y más allá de la relación personal, todos sabemos lo que significa la figura de Margarita Salas.

 

Y en el caso de Julián Marías, ¿el profesor Puerto le conocía personalmente?

F.J.P. Fue un personaje impresionante, republicano, resistente interior durante el franquismo, escribió muchos libros maravillosos, y le he conocido sobre todo por esa parte intelectual y vital, pero conozco sobre todo a uno de sus hijos, Fernando Marías, que es académico de la Historia. De todos modos, ligar algo de tu nombre a Julián Marías es algo increíble.

 

Sus dos líneas de investigación son totalmente diferentes, ¿creen que tienen algo en común?

M.V. Somos amigos y compañeros en la Facultad de Farmacia y en la Academia de Farmacia, donde los dos somos académicos de número. Nos reímos mucho y eso es muy bueno.

 

F.J.P. Aparte de lo que ha dicho Marita, a mí me une a ella la gran admiración que siento, tanto por las cosas que hace, como por que se entienden las cosas que hace. Puede ser que un Historiador de la Ciencia, como yo, con formación científica, deba entender lo que hace un científico, pero además es que ella lo explica muy bien.

 

¿En la Historia de la Ciencia queda mucho por ahondar todavía?

F.J.P. Todas las Historias, no sólo las de la Ciencia, son readaptaciones, generación tras generación. En la de la Ciencia española, creo que mi generación ha dejado un panorama bastante bien definido, pero quedan muchísimas cosas, entre ellas profundizar en todos los avances del siglo XX y el siglo XXI. Los historiadores de la Ciencia no nos dividimos por etapas, sino que lo abarcamos todo y somos muy pocos, así que sí, quedan muchas cosas por hacer.

 

¿Siguen investigando?

F.J.P. Pues claro, como Marita. Ahora somos eméritos, que es como cuando éramos becarios, pero peor (risas).

 

M.V. Sí, sí, es una buena definición, lo de ser emérito es una especie de becario, aunque con mucha ilusión.

 

F.J.P. Yo voy a publicar ahora un libro y estoy acabando otro. Marita necesita para su investigación cantidades de dinero impresionantes, porque tiene que dirigir a un gran equipo, pero en mi caso, en el de los historiadores en general, somos muy individualistas. Pero con un gran equipo o de manera individual investigar siempre es muy rejuvenecedor, y estamos aquí porque nos gusta, porque nos divierte, aunque estemos siempre agobiados y atareados.

 

¿En esos libros y trabajos que comenta que va a publicar ha decidido adentrarse en los últimos siglos?

F.J.P. No, no. El próximo libro que saco es una biografía del Príncipe Carlos, que no es el Carlos de Inglaterra, sino el hijo de Felipe II, que era un hombre con problemas personales. Y durante la pandemia he escrito una historia de las epidemias del cólera en el siglo XIX en Madrid. Son cosas muy bonitas, pero no tienen nada que ver con la utilidad de lo que hace Marita, que permite dirigir perfectamente medicamentos y que permitirá que los huesos se rehagan.

 

M.V. Veo que te los has estudiado bien (risas).

 

F.J.P. Simplemente he asistido a unas cuantas conferencias, unas cinco o seis, y te explicas muy bien.

 

¿Y María Vallet dónde se encuentra ahora en la investigación?

M.V. Estoy terminando la ERC Advanced Grant y estamos muy contentos, porque hemos sacado resultados muy positivos. Ahora estamos corriendo como locos porque queremos terminarlo todo en cinco meses y todo lo que hemos ido sacando a lo largo de estos cinco años lo estoy divulgando con una serie de vídeos, para que la gente sepa qué es lo que hemos hecho. Sobre todo para que lo entiendan las personas que no son de mi campo, y que con los vídeos se lo pasen bien, porque en todas las historias, cuando uno se lo pasa bien y se divierte, se le queda mucho más.

 

¿De esa manera se acerca Puerto a la Historia?

F.J.P. El problema de los historiadores de la Ciencia es que a veces somos un poco aburridos, no como los historiadores ingleses, pero yo me divierto muchísimo. Tal vez lo más divertido que sé hacer en mi vida es escribir, me lo paso muy bien y de ahí surge la pasión. Marita es que tiene una tremenda facilidad para la divulgación y es muy fácil entenderla, mientras que hay otros compañeros que son fantásticos investigadores pero hablan para su pequeño grupo de gente. El médico e historiador José María López Piñero, decía que los historiadores hacemos libros discretos, secretos o por el estilo, y yo lo refrendo.

 

¿No creen que cada vez la divulgación está más extendida entre los científicos?

F.J.P. Hay dos tipos de divulgadores: los que no conocen y pretenden divulgar, y los que han hecho una obra y la divulgan, y esos son una gozada. Los divulgadores científicos a mí me dan mucho miedo, pero me encantan los científicos que divulgan.

 

M.V. Está claro que una cosa es un tertuliano y otra es un divulgador científico de algo que conoce a fondo, pero que trata de contarlo con palabras que puedan entender la gente que no es de su campo. Por eso, en el Advanced Grant, en los últimos meses, aprovechando mucho la pandemia, he intentado, por ejemplo, ponerlo a nivel de institutos de enseñanza media, para que unos niños que todavía ni han elegido lo que van a estudiar vean de una manera divertida el trabajo que hacemos aquí, para que les apetezca apuntarse. Lo que es una pena es que se den cuenta de que algo les gusta cuando ya no tienen tiempo de hacerlo. Conocer es querer y si no lo conoces no lo puedes elegir, y creo que en las STEM, donde en estos momentos hay una bajada importante de matriculaciones, se debe un poco a ese desconocimiento. Si se creen que tienes que ser un científico medio loco con los pelos de punta no hay nadie sensato que se apunte, por eso hay que demostrar que la gente se lo pasa bien en el grupo, que trabaja, que hacen cosas que son importantes para la sociedad, y las vacunas son un ejemplo fantástico, porque surgen de una investigación básica de muchísimos años, como la de Katalin Karikó.

 

Echando la vista atrás y haciendo un balance, ¿el lugar al que han llegado es el que soñaban con alcanzar?

F.J.P. Yo he tenido mucha suerte. Soy hijo y nieto de boticario, empecé las carreras de Letras y de Farmacia, fui muy joven catedrático, bastante joven académico y tengo la sensación de que la vida ha sido muy generosa conmigo. Mi intención en principio era hacer lo que ha hecho Raúl Guerra Garrido, que es tener una botica y luego dedicarme a escribir, pero pienso que es mucho mejor lo que he hecho, aunque quizás no económicamente (risas). En el campo profesional creo que se me ha dado mucho, estoy muy agradecido.

 

M.V. Yo no sabía si estudiar Químicas u otra cosa, no tenía una vocación definida. En la carrera descubrí mi vocación investigadora, aunque con cosas muy diferentes a las que hago ahora. Luego saqué la plaza de catedrática aquí en Farmacia en 1990 y cambié mi línea de investigación que es la que me ha conducido a lo que tengo ahora. Al principio me querían muy poco en la Facultad, pero ahora creo que sí que se me quiere, y la verdad es que estoy muy agradecida a la vida y a la gente de la que me he rodeado con la que he creado el grupo que tengo ahora del que estoy muy orgullosa. Yo ahora al laboratorio entro poco o nada, y los que están al pie de cañón son un grupo fantástico, que trabaja de maravilla, y por eso estoy infinitamente agradecida.

 

F.J.P. Yo no sé si me quieren o no, espero que sí.

 

M.V. A ti siempre te han querido (risas).

 

F.J.P. En la Facultad hay de todo, como en botica.

 

M.V. Yo me siento absolutamente querida en mi grupo de investigación, en la Facultad tengo amigos tan estupendos como este señor, y otros muchos, y hay otros que no me tragan, pero llega un momento, a esta edad, en el que sólo ves lo bueno. Es como un burro con orejeras, pero que te deja ver sólo lo bueno, lo malo ya no me interesa. A mí al principio me desestabilizaba, pero ahora me da lo mismo.

 

F.J.P. Es verdad, ahora mismo lo que nos queda por vivir vamos a intentar vivirlo bien.

 

M.V. Además, nos pasan tantas cosas buenas… Como, por ejemplo, este premio.

 

Uno de los libros de Puerto se titula “Historia de la Ciencia. Una disciplina para la esperanza”. ¿En este mundo en el que vivimos, con problemas como las pandemias o el cambio climático, queda espacio para esa esperanza?

F.J.P. En España ha existido siempre la discusión de si ha habido ciencia o no, y yo creo que España tiene la ciencia que ha podido tener, y los científicos que hemos podido tener, y que muchos de ellos son magníficos, y ahí está la esperanza. A mí el tema del cambio climático me enfada muchísimo, porque resulta que hemos llegado a estos extremos por el clima por el método aristotélico, cuya idea es que el hombre está encima de la pirámide y puede hacer lo que quiera con la naturaleza. Ahora se reúnen una gente en Glasgow y dicen “vamos a bajar la temperatura del planeta”, así que estamos en las mismas, en ese método aristotélico. El científico, lo que ha hecho durante toda la vida, es hacerse preguntas, pero se demuestra una y mil veces que la naturaleza es superior. El científico intenta desentrañar los mecanismos de la naturaleza y acierta cuando la tecnología que hace es correcta, como la que hace Marita, pero sin embargo, unos políticos se reúnen y dicen que van a bajar la temperatura del planeta, y me da mucho coraje esa soberbia y también la necesidad de la gente de tener certezas. Los científicos no producimos certezas, hacemos preguntas y damos soluciones, las certezas son cosas de la Iglesia. La ventaja de la ciencia es que quita mucho pensamiento mágico, pero si algunos, al usar la ciencia, hacen que ese pensamiento mágico continúe, mal vamos. Si el cambio climático realmente lo hemos producido los humanos, lo estamos produciendo desde el Neolítico y los científicos lo que hacen es intentar buscar soluciones para no emitir una serie de gases. ¿Lo vamos a conseguir? Pues depende. No se sabe. La esperanza del título de mi libro está basada en que los buenos científicos son buena gente, gente que piensa en el futuro, que trabaja con un horizonte despejado, sin mirada oscura, y con su trabajo contribuyen a que desaparezca el pensamiento mágico. Por tanto, sigo pensando que una de las esperanzas de la humanidad es la ciencia, incluyendo a las humanidades.

 

M.V. Yo estoy totalmente de acuerdo.