NUESTRA GENTE
José Luis Gutiérrez y la vida que sí ha vivido
Texto: Alberto Martín, Fotografía: Francisco Rivas - 11 dic 2024 12:21 CET
El 17 de junio de 1998, José Luis Gutiérrez, un joven escultor, licenciado en Bellas Artes por la UCM, que empezaba a hacerse un hueco en el siempre complejo mundo del arte, recibió la noticia que cambiaría para siempre su vida: sufría esclerosis múltiple, una cruel enfermedad neurológica que lentamente iba a paralizar su cuerpo. El 10 de diciembre de 2024, José Luis Gutiérrez, profesor titular de Escultura de la Facultad de Bellas Artes, ha presentado su sexto libro: “La vida que no he vivido” (Editorial Kailas), en la que repasa cómo durante este último cuarto de siglo ha ido adaptándose a esa lenta metamorfosis que pese a postrarle en una silla de ruedas y hacerle cada vez más dependiente en su día a día, jamás ha podido acabar con sus proyectos e ilusiones. “En una de mis visitas a su casa -cuenta Ángel Fernández, el editor del libro- pregunté a José Luis si era feliz. Profundamente feliz, me contestó”.
Pero lo cierto es que no es fácil enfrentarse a una enfermedad como la esclerosis múltiple. “Me sentí hundido, abatido y pensé que en poco tiempo tendría que renunciar a todos mis proyectos vitales”. Pero no lo hizo. Quizá porque eran demasiado importantes, quizá, como concluyó subrayando su intervención en el acto de presentación del libro, porque la protagonista de todo no ha sido él, sino Aurora Robledo, su mujer. “Todo lo que he hecho no tiene mucho mérito porque lo he hecho impulsado por las circunstancias. Mi mérito ha sido adaptarme por puro instinto de supervivencia. Aurora ha renunciado a su propia vida para hacer más agradable la mía. Ella es la verdadera protagonista de esta historia”.
Y la historia ha sido intensa -“prodigiosa”, la define el editor Ángel Fernández-, y siempre esculpida en pareja. La parte significativa, la que el profesor Gutiérrez destaca en su libro, comienza un poco antes del fatal diagnóstico, allá por la Navidad de 1997, cuando José Luis y Aurora viajan al orfanato de Matruchhaya en India con la ilusión de adoptar un bebé. En lugar de un recién nacido, tras un largo proceso se convirtieron en padre de dos hermanas de 10 y 11 años de edad entonces que les eligieron a ellos. “¿Tú, mi papa? ¿Tú, mi mama?” Aquellas súplicas aún retumban en sus corazones. En aquel orfanato no solo nació una historia de amor familiar, sino el germen de un proyecto de cooperación que unos años después, en 2003 se hizo realidad y que durante 14 años llevó a estudiantes de la Facultad a visitar a los niños y niñas de Matruchhaya para realizar juntos actividades de creación artística. Un proyecto que poco después se extendió al orfanato de Bal Mandir, en Nepal, y a varios de Ecuador. En total, se han realizado 31 proyectos de cooperación.
José Luis sitúa justo antes de la realización del primer proyecto en India el momento en el que se dio cuenta de que la enfermedad no le iba a provocar “morir antes de estar muerto”. Atribuye esta frase a un libro del filósofo Gabriel Albiac y la empleó en su participación en unas jornadas sobre esclerosis múltiple a la que fue invitado para contar su experiencia. “No sabía de qué hablar y les conté que la enfermedad no nos tenía que hacer renunciar a nuestros sueños, a morir sin estar muertos. Entonces me di cuenta de que yo estaba haciendo lo contrario”. En la propuesta que había presentado a la primera convocatoria de proyectos de cooperación de la UCM no se había incluido a él mismo entre las personas que viajarían a Matruchhaya. “Logré financiación adicional del Consejo Social de la Complutense y viajé”. Y desde entonces siempre viajó. Solo en las dos últimas ediciones a Nepal, justo antes de la pandemia, fue solo Aurora con los estudiantes, porque ya entonces había aumentado mi dependencia en mi vida diaria y mi presencia se había convertido en una carga para los proyectos”.
Los proyectos de creación artística han permitido durante 17 años que decenas de estudiantes de la Facultad vivieran experiencias únicas. Una de ellas, como subrayó en la presentación del acto, fue la actual vicedecana de Estudiantes, Inclusión, Igualdad y Mediación, Sonia Cabello, quien no duda en asegurar que gran parte de lo que hoy es como persona se lo debe a su participación en aquellos proyectos y en su contacto con José Luis y Aurora.
Y es que la Facultad de Bellas Artes es uno de los escenarios principales del libro y de la vida de José Luis Gutiérrez. En ella se licenció en 1996 y a ella llegó como profesor asociado cuando su nombre y su obra comenzaban a hacerse un hueco en el panorama artístico de finales de los noventa y tras dos exposiciones individuales de sus esculturas en piedra, con gran éxito “de público y ventas”, como recuerda José Luis, comenzó a atisbar la posibilidad de “poder vivir algún día solo del arte”. En 2003 se convirtió en profesor titular al ganar la oposición y un año después fue nombrado por sus compañeros director del Departamento de Escultura, puesto que ocupó hasta 2012.
La esclerosis múltiple alejó pronto al escultor de su taller en el que trabajaba la piedra. Pero José Luis siempre ha ido encontrando nuevas ocupaciones e ilusiones. Hoy pasa la mayor parte de las horas del día sentado en su silla de ruedas frente a la pantalla del ordenador. A través de ella lee los libros que ya sus manos no pueden sujetar ni pasar sus hojas, lo que ahora consigue pulsando a duras penas un botón con el dedo meñique de su mano izquierda, el único que aún es capaz de mover. Lee filosofía, historia, arte y, sobre todo, literatura. Ya hace años que la lectura le motivó a escribir. “La vida que no he vivido” -título sugerido por la editorial que no le ha terminado de convencer, - es su sexto libro, y, tras cinco de ficción, el primero autobiográfico. Lo ha escrito dictando su voz al ordenador a través de un software “que no para de equivocarse”, pero ello, como tantos otros proyectos, no ha sido freno para hacerlo realidad. Dice que así seguirá, buscando nuevos proyectos que su cruel enfermedad en algún momento destruirá, pero que él sustituirá por otros, sabiendo que “lo peor está aún por llegar”. Y allí estará, acompañado por su gran familia, por sus dos hijas venidas de Matruchhaya, por sus dos hijos que años después llegaron desde Bal Mandir, y siempre con Aurora, “la verdadera protagonista de esta historia”, a su lado. Y, por supuesto, también siempre, por su Facultad.