INVESTIGACIÓN
La búsqueda de vida en Marte, un triunfo de la humanidad y la ciencia
24 feb 2021 11:44 CET
Una noticia ha sido capaz de quitar durante unos días protagonismo a la COVID-19: la llegada del rover Perseverance a Marte. Lo destaca la vicedecana de Investigación de la Facultad de Ciencias Biológicas, Cristina Sánchez -moderadora una vez más del ciclo “La biología en los medios”, emitido en streaming por la plataforma Bigmarker y la Fundación General de la UCM- y lo elogia Carlos Briones, investigador del Centro Nacional de Astrobiología, ponente en esta nueva sesión del ciclo titulada Febrero de 2021: la Tierra invade Marte… en busca de vida: “Hemos vuelto a llegar a Marte. Es un triunfo de la humanidad”, exclama Briones, no solo en referencia al “amartizaje” del rover estadounidense Perseverance, sino a la exitosa llegada al planeta rojo apenas unos días antes de otras dos misiones: Hope, de Emiratos Árabes, y Tianwen 1, de China.
Carlos Briones dedicó su divulgativa charla a dar a conocer algunos detalles de estas tres misiones que partieron de la Tierra en julio de 2020, con especial atención a Perseverance, el rover que la misión Mars 2020 consiguió depositar con éxito en la superficie de Marte tras “7 minutos de terror” que fueron retransmitidos en directo en todo el planeta Tierra y que han quedado registrados en un espectacular vídeo, que ya forma parte de la historia de las misiones espaciales y de lo que Briones destaca como “un triunfo de la ciencia”.
No obstante, antes de situar su atención en lo que va a hacer Perseverance en Marte durante los próximos meses, Briones se remontó varios siglos atrás, en concreto hasta 1610, año en el que Galileo Galilei identificó con su telescopio un punto naranja en el cielo que cada día cambiaba de posición y de intensidad de brillo. También paró en 1888, momento en el que el astrónomo Giovanni Schiaparelli describió un mapa de canales que recorrían la superficie del planeta, y como una errónea traducción al inglés hizo creer a los anglosajones y después al mundo entero que lo descrito por Schiapareli era una red de canales artificiales, lo que solo se explicaba con la existencia de seres inteligentes que los hubieran construido. En 1896, el “aficionado a la astronomía” Percival Lowell publicó su mapa de canales marcianos, muchos de ellos muy similares al Canal de Suez, que precisamente estaba entonces en construcción. Como subrayó Carlos Briones, la ciencia, quién si no, tuvo que demostrar que esos canales no existían. Lo hizo en los años 60 del pasado siglo a través de las imágenes realizadas por las primeras misiones espaciales que llegaron hasta las inmediaciones del planeta rojo, las Mars soviéticas y las Mariner estadounidenses.
Junto a la creencia popular de la existencia de marcianos, el interés de los terrestres por Marte, como explicó Briones, ha tenido y sigue teniendo sólidos apoyos científicos. El más destacado es la seguridad de que hace menos de 4.000 millones de años la superficie de Marte estaba cubierta en buena parte por agua líquida. La falta de un núcleo líquido como el terrestre le privó de una fuerza magnética que impidiera que su atmósfera prácticamente desapareciera y su superficie se convirtiera en el desierto congelado que es hoy. “Todas las misiones nos confirman que hubo agua, que ahora la hay congelada y que quizá en las profundidades la haya líquida”, enfatizó Briones.
Las tres misiones que han llegado este mes de febrero a Marte tienen como objetivo fundamental confirmar la existencia de vida en el pasado en el planeta y albergan la esperanza de encontrar alguna evidencia de vida en estos momentos. Perseverance incluso quiere ir más allá y entre sus misiones científicas programadas está comprobar si es posible “fabricar” oxígeno (O2) a partir del CO2 presente en la débil atmósfera marciana. Una respuesta afirmativa abriría un mundo de posibilidades a la futura presencia de “terrícolas” en Marte. Sobre esta posibilidad de “terraformar” Marte, Briones se muestra muy receloso. “Si acaso se podrá vivir en colonias”, señala, aunque no duda en mostrar su convencimiento de que en la cuarta década de este siglo los “primeros hombres y mujeres” procedentes de la Tierra pisarán la superficie marciana.
Hasta entonces las tres misiones actuales –a la que el próximo año habrá que sumar la ExoMars 2021 de la Agencia Espacial Europea (ESA)- probablemente habrán desvelado muchas incógnitas y ayudado a responder muchas preguntas pendientes y otras que vayan surgiendo. Carlos Briones –quien hace unos meses publicó su primer libro en solitario, titulado ¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el cosmos- explicó que Hope, la misión de Emiratos Árabes, es la menos ambiciosa de todas. Se trata de un orbitador dotado de espectrómetros y cámaras para estudiar la atmósfera y superficie marciana. En cambio Tianwen –que significa “Preguntas al cielo”- sí puede deparar descubrimientos de gran interés científico, ya que aunque no se conoce con exactitud qué tipo de trabajos y experimentos va a desarrollar, la calidad de las investigaciones que están llevando a cabo recientes misiones chinas, como la situada en la cara oculta de la Luna, apuntan a ello.
Briones explicó que el hermetismo chino y su falta de colaboración con otras agencias –la misión de Emiratos Árabes cuenta con claro apoyo estadounidense y la relación entre la ESA y la NASA es fluida- ha hecho que Tianwen sea una misión “3 en 1”, ya que consta de un orbitador, que desde el pasado 10 de febrero ya gira alrededor de Marte, y también de un aterrizador y un rover. Probablemente será en mayo cuando ese rover, ayudado por su aterrizador, trate de posarse en la superficie marciana.
De la misión que hay información más detallada es de la Mars 2020 de la NASA y de su rover Perseverance, protagonista de esos “7 minutos de terror” retransmitidos a todo el planeta, en los que, tras un viaje de 400 millones de kilómetros, logró pasar de una velocidad de 19.500 km a la hora hasta la velocidad nula con la que se posó en la superficie. Según repasó Briones, Perseverance está equipada con 7 instrumentos científicos, 25 cámaras, 2 micrófonos y un dron. En total su peso al llegar a Marte era de 1.025 kilogramos. Sus siete instrumentos científicos son: MASTCAM-Z -cámaras panorámicas utilizadas para la navegación del rover y la observación biológica-, SUPERCAM –cámara para analizar a distancia (hasta 7 metros) la composición de materiales-, SHERLOC –un espectrómetro raman para el estudio de materiales orgánicos y biomoléculas-, PIXL -espectrómetro de rayos x-, RIMFAX -radar de penetración-, MOXIE -demostrador tecnológica que tratará entre otras cosas de ver si es posible obtener oxígeno a partir del CO2 atmosférico- y MEDA -estación medioambiental-. La ciencia española está presente en Perseverance, ya que el sistema calibración de SuperCam ha sido desarrollado por investigadores de la Universidad de Valladolid, y en la estación ambiental MEDA ha participado activamente un equipo del Centro Nacional de Astrobiología.
El dron Ingenuity posiblemente facilitará las imágenes más espectaculares de la misión. Se prevé que en los próximos días, una vez cargue todas sus baterías despliegue sus dos hélices de 1,20 metros de diámetro para sobrevolar la superficie marciana. De mayor relevancia cientítifica, es el sistema de toma de muestras con que se ha equipado al rover y que, según explicó Briones, permitirá conservar muestras del terreno marciano en envases herméticos. La idea es que otra misión recoja dentro de unos pocos años esos envases y los envíe en un cohete a un orbitador. Otra misión las traerá de vuelta a la Tierra se estima que en 2031.
Perseverance se ha posado en el cráter Jezero, una zona que se cree que estuvo llena de agua, situada en Isidis Planitia, muy cerca de un delta formado en la desembocadura del río Neretva. “Es una zona espectacularmente buena para analizar señales de vida en las rocas que ha traído el río”, afirmó Carlos Briones mientras explicaba que el plan del rover es remontar el delta y el curso del río. Si todo va según el plan previsto, pronto, según aseguró Briones, tendremos evidencias de vida pasada en Marte y, por qué no, de vida actual, aunque esta quede muy lejos de parecerse a la que durante siglos estuvo presente en la conciencia popular de los terrestres.