ÁGORA

El rector, junto a los participantes en el homenaje

La Universidad Complutense homenajea en sus Cursos de Verano al rector Gustavo Villapalos

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Francisco Rivas - 24 jul 2024 13:57 CET

Los Cursos de Verano, una de sus más felices ideas, han sido el lugar elegido por la Universidad Complutense para homenajear a uno de los más sobresalientes rectores de su historia, Gustavo Villapalos Salas, fallecido el 15 de junio de 2021. A él debe la universidad iniciativas que aún, más de tres décadas después, siguen siendo referentes, como los propios Cursos de Verano o el Real Colegio Complutense en Harvard, por citar solo dos ejemplos. Pero sobre todo, le debe el haber devuelto a la Complutense al lugar central que le correspondía. Hoy, como destacó el rector Joaquín Goyache, la Universidad Complutense es la mejor universidad de España, entre otras razones, a que “los que hemos venido después hemos podido aprovechar esa ola gigantesca” que él propició.

 

El homenaje, celebrado en el Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial, reunió a compañeros y discípulos del rector Villapalos, tanto de su Facultad de Derecho, de la que también fue decano, como los catedráticos José Sánchez Arcilla, Faustino Martínez Martínez o Federico Fernández de Buján -a este último una indisposición de última hora le obligó a hacerlo por carta, que leyó la vicerrectora María Rosario Cristóbal-, como de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, como Luis María Cazorla Prieto; o de sus equipos de trabajo, como Carmen Hernández Ibáñez, quien se convirtió durante su mandato en la primera vicerrectora de la UCM, y Alberto Ruiz-Gallardón, quien consiguió sacarlo de la universidad y llevarlo al gobierno de la Comunidad de Madrid, donde fue consejero de Educación y Cultura.

 

Denominador común de todas las intervenciones fue el convencimiento de que, con “sus luces y sus sombras”, durante su mandato entre 1987 y 1995, el rector Villapalos supo “convertir nuestra Universidad en un foco de referencia nacional e internacional”, como subrayó el vicerrector José María Coello de Portugal, organizador del homenaje. Los participantes describieron a Villapalos como una “persona verdaderamente extraordinaria”, con una increíble memoria, gran capacidad de análisis, y que buscaba continuamente la perfección en los ambiciosos objetivos que se marcaba. “Un visionario”, resumió el vicerrector Coello de Portugal.

 

De sus primeros pasos en la Facultad de Derecho se encargó de hablar José Sánchez Arcilla, su compañero en el Departamento de Historia del Derecho. Recordó su relación con el entonces principal referente del Departamento, García Gallo, a quien incluso en el tribunal que valoraba su promoción a catedrático fue capaz de corregir en una de sus intervenciones, y, sobre todo, esa memoria prodigiosa que le hacía imbatible en las discusiones. “No he conocido a nadie con una memoria como la de Gustavo Villapalos. Y, además, le gustaba presumir de ella”. Su particular forma de ser, sus “claros y sus sombras, sus fobias y sus filias”, hacían de él “una persona verdaderamente extraordinaria”, que, como concluyó Sánchez Arcilla, supo hacer realidad una de las frases de Borges que más le gustaba repetir: “Solo no hay una cosa, es el olvido”.

 

Esa particular forma de ser de Gustavo Villapalos también fue destacada por el también catedrático de Historia del Derecho Faustino Martínez, actual vicedecano de Investigación de la Facultad de Derecho. Martínez conoció a Villapalos en su última etapa en la Facultad, pero, como subraya, tuvo tiempo para conocerle, quererle y, como no, “para discutir con él. Vamos, lo que es una amistad villapaliana. Martínez destaca la faceta docente del homenajeado, que siempre iba más allá del temario y trataba, incluso, de hacer florecer en sus alumnos el amor por la cultura. “Les mandaba leer un libro, y después completarlo leyendo una novela sobre el tema, más tarde una película y, por último, una ópera”. También le destacó como “un gestor excepcional”, que supo “colocar a la Universidad Complutense en el lugar que le correspondía, en el centro de las universidades españolas”. Aunque, eso sí, lo hizo como él hacía todo: “de manera libre y discrecional”. El resultado fue una “una universidad diferente y, sobre todo, espectacular”.

 

Carmen Hernández Ibáñez empezó a trabajar con Villapalos en sus años como decano de la Facultad de Derecho, cuando la nombró secretaria de la Facultad, siendo la primera mujer que ocupa un puesto de gestión en el centro. Después le acompañó al Rectorado y se convirtió en la primera mujer en dirigir un Vicerrectorado. Entre sus muchas cualidades –“inteligencia, cultura, humanidad, simpatía, capacidad de diálogo”, enumeró- destaca el hecho de saber generar ilusión en sus equipos, que formaba con personas “de distintas tendencias y formas de pensar”, de tal manera que tres décadas después la mayoría de ellos conservan una gran amistad, según señaló la ex vicerrectora, quien no quiso olvidar mencionar entre los principales logros del mandato del rector Villapalos, su impulso a la investigación, con la firma de numerosos convenios de colaboración o la puesta en marcha de infraestructuras como en Instituto Pluridisciplinar, la creación de la Facultad de Informática, la puesta en marcha del Hospital Clínico Veterinario, o el impulso y participación en el programa Aventura 92 -después llamado Ruta Quetzal- del que la UCM fue responsable académico y, de la mano, de Miguel de la Quadra Salcedo recorrió América siguiendo los pasos de Colón y los conquistadores.

 

Luis María Cazorla Prieto compartió con Villapalos muchos momentos trascendentes de su vida profesional como su paso desde la UCM -a la que había llegado tras ser abogado del Estado y letrado de las Cortes- a la Universidad Rey Juan Carlos o su ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. “Fue una luz que se proyectó sobre mí”, señaló. Según recordó, Villapalos se convirtió en académico tan solo con 43 años, algo inusual, y en la Academia aún se recuerda su discurso de ingreso de 307 páginas sobre “Monarquía y justicia en la época de los Reyes Católicos”.

 

El último en intervenir en el homenaje fue, como le presentó el vicerrector Coello de Portugal, “quien fue posiblemente su único jefe”. Alberto Ruiz-Gallardón recién elegido presidente de la Comunidad de Madrid, con apenas 36 años, recuerda que apenas conocía al entonces rector complutense, pero que sí le tenía una gran admiración, sobre todo, por el hecho de haber sido capaz de “abrir la universidad a la sociedad”, que hasta su llegada estaba un tanto aislada y supo acercarla al mundo de cultura y también de la empresa, “sin ningún tipo de complejos”. Ruiz Gallardón recuerda que le ofreció, “con pocas esperanzas de que me fuera a decir que sí”, formar parte de su Gobierno como consejero de Educación y Cultura. “Y me dijo que sí, asumiendo el cargo con una gran ilusión, pese a no tener todavía la Comunidad conferidas todas las competencias en Educación”.  Para Gallardón, que una persona del éxito de Villapalos se sacrificara para entrar en política, fue “un acto de entrega al servicio público” que hoy no se da, “por la perdida de prestigio de la vida pública”.

 

El ex presidente madrileño, no obstante, revela que “nunca me sentí su jefe”, en buena parte porque Villapalos tenía “una gran habilidad” para decir lo iba a hacer antes de que nadie se lo encargara. De aquellos años de Villapalos en la Comunidad de Madrid, quien luego fuera alcalde de la capital y ministro de Justicia, recuerda como su principal legado la creación de la Universidad Rey Juan Carlos, la última universidad pública que se abrió en Madrid, y, sobre todo, a un hombre “extremadamente inteligente” y muy perfeccionista. “En contra de lo que pudiera parecer, él siempre preparaba sus improvisaciones”. Para concluir, Ruiz-Gallardón compartió que en la última carta que le envió Villapalos le mencionaba a Séneca y, en concreto, le remitía a una de sus frases: “Pido a los dioses que me permitan estar vivo cuando vaya a morir”. “No sé si esperaba entonces la muerte, pero estoy seguro de que no le sorprendió”. Gustavo Villapalos murió a los 71 años, pronto, como hizo todo en su vida: catedrático a los 26 años, decano a los 34, rector a los 38. Eso sí, siempre, aún ahora, ya tiempo después de no estar presente, ha sabido -concluyó Ruiz- Gallardón- “seguir presente en la memoria de sus muchos amigos”.