CV / SOCIALES

El profesor Isidro Jiménez Gómez, durante su exposición

Los productos culturales son claves para concienciar a la sociedad del cambio climático

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 21 jul 2025 17:10 CET

Explica Isidro Jiménez Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, que el Observatorio de Medios de Comunicación y Cambio Climático (MeCCo) de la Universidad de Boulder (Colorado, Estados Unidos), el más prestigioso del mundo en esta materia, fija en 2007 el año en el que se produjo la gran “eclosión” de la información sobre cambio climático a nivel mundial. El motivo no fue ninguna gran catástrofe medioambiental, ni siquiera la celebración de ninguna gran cumbre o debate, sino la distribución del documental Una verdad incómoda, del ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore. Fue la demostración de que un producto cultural, en este caso audiovisual, puede lograr llegar al gran público de manera rápida y eficaz, a diferencia de asociaciones y activistas encerrados en una “endogamia comunicativa”, que no consiguen traspasar.

 

En su intervención en las jornadas “Hacia la neutralidad climática urbana: misiones y ciencia ciudadana”, que dirigen esta semana Simón Sánchez y Rosa de la Fuente en los Cursos de Verano de la UCM, el profesor Isidro Jiménez subrayó las ventajas de utilizar las “industrias culturales creativas”  en la comunicación, en este caso, del cambio climático, aunque podría hacerse extensible a otro tipo de demandas sociales, como por ejemplo, como recordó el profesor complutense, también lograron películas como Mar adentro, clave en la sensibilización social de la eutanasia, o Campeones, sobre las personas con discapacidad, consiguiendo ambas incluso efectos legislativos.

 

El cambio climático es, de hecho, desde hace décadas inspirador de decenas de guiones cinematográficos, creando incluso el denominado género de “ficción climática”, del que forman parte títulos como Interstellar (2014), El día de mañana (2004), Wall E (2008) o la saga Mad Max, por citar algunos de los más queridos por el público (datos de IMDb). Sin embargo, de acuerdo con el profesor Jiménez, estas películas están llenas de estereotipos, que en muchos casos generan unos efectos en el espectador que quizá no son los que perseguirían las campañas de sensibilización contra el cambio climático. Sin ir más lejos, todas estas películas –lo mismo pasa con libros o, por ejemplo, videojuegos- sitúan la acción en escenarios apocalípticos, nunca en escenarios idílicos o, al menos, más amables, a los que llevaría la adopción de medidas contra el cambio climático. Este hándicap también lo comparten en la actualidad los medios de comunicación generalistas, que suelen más que informar sobre el cambio climático hacerlo sobre declaraciones referentes a ello –por ejemplo, las afirmaciones de Trump y las respuestas que conllevan- y, como mucho, extenderlo a comprobar la veracidad de lo expuesto. Nunca se llega a la parte propositiva, es decir a ver los efectos que provocarían la adopción de las decisiones climáticas adecuadas.

 

Más allá del cine –que tiene otros muchos estereotipos: personajes masculinos, individualista, que salvan ellos solos el mundo- y de otros productos culturales “clásicos” –literatura, música, arte, teatro, televisión, radio…- el profesor Jiménez considera que hay otros muchos productos culturales que hoy en día, gracias sobre todo al avance tecnológico, pueden ayudar a hacer llegar los mensajes a todo tipo de públicos. Uno son los videojuegos –detalló uno que han desarrollado alumnos de su Facultad, denominado “Winter Bicycle”-, pero también pueden ser scapes rooms, DJ sesions, podscasts, performances… Incluso la propia ciudadanía puede tener su propio papel narrativo, por ejemplo, vistiendo camisetas con mensajes o barras climáticas (datos reales de temperaturas medias en los últimos años) o prestándose a participar en campañas inmersivas.

 

El profesor complutense confía en que la adopción de una cultura ecosocial facilitará la transición ecosocial, y por ello es importante que poco a poco vayan construyéndose narrativas de ficción climática alternativas, en las que, por ejemplo, “los héroes sean colectivos, tengan menos testosterona y una mayor diversidad racial”, concluyó.