INVESTIGACIÓN

Las estudiantes Nuria Fernández y María Pilar España trabajan en una de las parcelas permanentes de la Ciudad Universitaria

Parcelas permanentes, una herramienta idónea para la gestión de la biodiversidad

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 16 abr 2021 09:27 CET

Quizás paseando por la Ciudad Universitaria has visto unas zonas delimitadas con varillas de metal o con troncos de árboles, dentro de los espacios verdes. Si es así has dado con alguna de las veintiuna parcelas que hay repartidas por todo el campus y que sirven para observar, de manera regular, en un área específica y a lo largo del tiempo, la biodiversidad vegetal. El responsable de estas parcelas permanentes es José Antonio Molina, profesor del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias Biológicas, que está al frente del área de botánica del grupo de Seguimiento de Biodiversidad UCM.

 

José Antonio Molina explica que “el 14 de febrero de 2019 empezó este proyecto, con el apoyo de los alumnos de segundo de la asignatura de Biogeografía, con la creación de cuatro parcelas, de las que ahora ya hay veintiuna, con las que se intentan cubrir diferentes zonas de la Ciudad Universitaria con distintos ambientes y, de algún modo, permite a los estudiantes tener un laboratorio, casi natural, a la puerta de la Facultad”.

 

Añade el profesor que las parcelas permanentes son muy comunes en Ecología y en Ciencias de la Vegetación, que es el área en la que él mismo es experto. Estas parcelas, aparte de un uso didáctico, sirven, sobre todo, para “observar, de manera regular, un área específica a lo largo del tiempo y con una metodología determinada. En la UCM se ha optado por hacer estudios anuales y se tiene la intención de que perdure más allá de este equipo profesoral”.

 

Al observar la dinámica de la vegetación, es decir, el componente florístico de cada año en cada parcela, “se quiere ver la estabilidad de la comunidad, conocer si la combinación de las diferentes especies se mantiene constante en el tiempo, o si tiene alguna variación. Y a su vez relacionarlo con el cambio global, que incluye el cambio climático, pero no sólo eso, sino que es también el manejo de los espacios verdes”.

 

Ambiente periurbano

Aclara Molina que la Ciudad Universitaria está en un ambiente periurbano, y “hoy en día hay mucho interés en seguir la biodiversidad en ambientes periurbanos y urbanos, porque la mayor parte de la humanidad en breve va a vivir en ciudades, lo que hace que cada vez tengan más relevantes los temas de ciudad sostenible y ciudad verde, y en ese entorno se enmarca este estudio”.

 

Un ambiente periurbano como el de nuestro campus implica que está en la ciudad, pero un poco en las afueras, así que “de algún modo tiene una impronta de un medio más natural, como el Pardo o la Dehesa de la Villa que están muy cerca”. En este ambiente, a medias entre el campo y la ciudad, “existe una biodiversidad vegetal importante, que en gran parte viene de las plantas silvestres”. En la Ciudad Universitaria hay dos grupos de plantas, por un lado las cultivadas, que son las que hay en parques, jardines y zonas verdes cuidadas, con su césped, sus setos, sus árboles alóctonos… Y luego “están las plantas silvestres, que están en esos resquicios, en esos hábitats que dejamos a veces sin querer, y que surgen incluso en los asfaltos y los bordes de caminos”.

 

Ese último grupo, el de plantas silvestres, supone “una biodiversidad considerable, porque hay más de 400 especies registradas en el campus, aunque no se conocen las comunidades vegetales existentes”. Para solucionar ese vacío de conocimiento, “el primer paso de este proyecto es inventariar y conocer qué comunidades vegetales hay. Para ello, se han elegido unas cuantas comunidades tipo, en esas veintiuna parcelas permanentes, para ver si cada comunidad funciona del mismo modo o de modo diferente, por ejemplo, frente a las fluctuaciones climáticas de cada año”.

 

La parcelación

Con la delimitación de zonas se aíslan diferentes espacios para evitar que en esos lugares haya alguna influencia, como por ejemplo el desbrozado habitual en las zonas verdes de la Ciudad Universitaria, y también se evita que se pisotee. La manera de delimitarlos es “con unas varillas de metal o con troncos de árboles, que son más amigables, y el tamaño de cada parcela depende de la comunidad vegetal”.

 

De todos modos, hay algunas que no están parceladas como tal, porque se encuentran en las zonas pisoteadas, y lo que se quiere es analizar precisamente cómo esas comunidades viven bajo la presión humana, así que si se parcelasen, esas comunidades desparecerían. A pesar de que no están delimitadas, sí están perimetradas, aunque de manera inadvertida para que cualquiera que pase por encima no lo note.

 

La perimetración es lo que permite la comparación, utilizando una metodología idéntica, con otras áreas geográficas y otras áreas climáticas. Y dentro de las parcelas de la Complutense hay algunas que se corresponden con “comunidades de tamaño pequeño en las que el área es un metro, y hay otras más grandes, de dos o cuatro metros cuadrados”. Para trabajar en ellas se accede con un tablón que permite no pisar las parcelas y se coloca sobre ellas una rejilla de un metro cuadrado que sirve para contar individuos y para elegir aleatoriamente unos cuantos sobre los que se hará un estudio más detallado.

 

La idea de obtener resultados robustos, respaldados por datos de muchos años consecutivos, es “poder ofrecer herramientas a los que gestionan los espacios verdes, para orientar manejos concretos con diferentes resultados. Eso nos interesa porque queremos mantener y fomentar la biodiversidad y la sostenibilidad en un ambiente urbano”.

 

Los estudiantes

Los alumnos que participan en el proyecto son estudiantes de grado, de los que este año hay cuatro que se dedican a analizar la dinámica vegetal en parcelas, tanto en espacios abiertos como debajo de árboles, y también hay un trabajo fin de grado que analiza la estructura de las plantaciones no ajardinadas que hay en la Ciudad Universitaria, donde “hay fundamentalmente pinos, pero también algún ejemplar de encina, que es el árbol nativo, y está estudiando zonas recuperables de bosque nativo”. Añade Molina que también hay trabajos de iniciación a la investigación y algún TFM.

 

Dos de las estudiantes que están realizando su TFG son María Pilar España, conocida como Mapi, que estudia la actividad enzimática, y Nuria Fernández, que va a analizar el fraccionamiento del carbono. En todas las parcelas se analiza tanto el suelo, con su actividad enzimática, como el fraccionamiento del carbono que es muy relevante, para saber cuán efectivo es un suelo en la fijación de carbono, ya que “estamos ante el cambio climático y hay que ver que unidades son más efectivas a la hora de fijar el carbono para dirigir la gestión hacia ese punto”.

 

Con el buen tiempo empieza además el estudio de la vegetación, en el que están implicados los estudiantes de grado Samuel Soeiro y Jessica Arbelos, que trabajan identificando las plantas de cada parcela permanente, para estimar la cobertura de cada especie y calcular la biomasa. Ellos dos están haciendo su trabajo fundamentalmente bajo árboles, algunas encinas, y sobre todo pinos y arizónicas, que son los que están más extendidos por el campus.

 

Mapi explica que en su parte del trabajo ahora están haciendo la comparación de la recogida de muestras de invierno con las de primavera, porque “en invierno se tomaron muestras superficiales y ahora se están cogiendo más profundas de cada parcela para tener una mayor base de datos”. Una vez recogida la muestra pasan a la fase de recopilación de datos, que es en la que están ahora, de todos los procesos físico-químicos, por ejemplo porcentaje de humedad, fósforo, amonio, materia orgánica, y el fraccionamiento de carbono.

 

Explica Nuria Fernández que la materia orgánica, por ejemplo, muestra cuál es el suelo pisoteado y cuál no, ya que el que no está pisoteado tiene más manera orgánica porque el pisoteado está alterado por causas externas como el ser humano. Está menos mineralizado y tiene menos estructura, así que ya se podría decir que para la conservación, mejor cuanto menos pisoteado.

 

Añade el profesor José Antonio Molina que “aparte de la dinámica vegetal, el hecho de caracterizar las comunidades vegetales y estudiar su dinámica con el tiempo, obliga al estudio del seguimiento de la dinámica de la biología del suelo, de su actividad enzimática microbiana y sus características fisicoquímicas”. Y a eso se dedica el grupo de investigación FITOSOLUM, que él mismo codirige y que tiene entre sus líneas el estudio de la relación entre la vegetación y el suelo.

 

Seguimiento de Biodiversidad UCM

La creación de las parcelas permanentes se enmarca en las actividades del grupo de Seguimiento de Biodiversidad UCM, donde “no sólo se estudia la dinámica vegetal, sino también pájaros y mariposas con sus metodologías diferentes, pero confluyendo en el seguimiento de la biodiversidad”. Reconoce Molina que se procura que los transeptos que hagan los pájaros y las mariposas sean los mismos, porque se va a una confluencia de lugares comunes, sobre todo de gradientes ambientales, lo que a su vez permite comparar resultados, y además es evidente que “a mayor biodiversidad de plantas, mayor biodiversidad de mariposas”.

 

El grupo de Seguimiento de Biodiversidad UCM cuenta con José Aguirre, coordinador del área de vertebrados, y Francisco José Cabrero, que estudia la entomofauna. Además, en FITOSOLUM, un grupo de investigación en el que se imbrican este tipo de estudios, están Miguel Ángel Casermeiro y José Ramón Quintana, que trabajan en la Unidad de Edafología de la Facultad de Farmacia.

 

Concluye Molina que el volumen de resultados va a ser muy interesante, porque en el caso de la dinámica vegetal ya se empezó en 2019 y se va acumulando, de tal manera que se pueden establecer relaciones con cómo afectan los años climáticos a la dinámica vegetal, y con los usos del suelo, porque la mayor parte de las parcelas delimitadas están en un área donde sí que se gestiona, desbrozando o arando, así que “se pueden hacer comparaciones para ver qué es debido a los factores propios de la variabilidad climática del año y qué a la gestión humana del terreno”.

 

Reconoce el profesor que otras universidades también tienen parcelas permanentes de seguimiento, en medios urbanos o naturales, pero “lo más importante es tenerlas a largo plazo, que excedan la vida académica de cualquier profesor, para que dentro de 50 años los hijos de los estudiantes actuales lo vean, porque cuantos más datos se tengan más robustos será el análisis. La idea es que sean permanentes de verdad”.