INVESTIGACIÓN

Simone Belli, profesor del Departamento de Antropología Social y Psicología Social, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología

Políticas lidera un estudio sobre los pros y los contras del teletrabajo entre los investigadores españoles

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 18 ene 2024 11:13 CET

Simone Belli, profesor del Departamento de Antropología Social y Psicología Social, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, es uno de los autores del estudio publicado en el Journal of Work and Organizational Psychology. De hecho, es el trabajo final del Programa de Atracción de Talento, de la Comunidad de Madrid, que le recuperó para nuestra universidad. En dicho estudio se han recogido datos de 358 miembros de 48 equipos de investigación españoles, subvencionados por el Consejo Europeo de Investigación (ERC), para conocer cómo afecta el teletrabajo a su bienestar y a la productividad científica.

 

Simone Belli explica que el estudio nace de la idea generalizada de que el teletrabajo es algo positivo, aunque, de acuerdo con él, esa es una opinión que no se apoya realmente en la bibliografía, es decir “no hay estudios científicos que demuestran que el teletrabajo es bueno”. Él y el resto de firmantes del estudio vienen del campo de la Psicología, tanto de la social, como la del trabajo y la de las organizaciones, así que para ellos era fundamental saber realmente “qué aporta el teletrabajo al trabajador y al propio trabajo, pensando en términos de bienestar del trabajador, de satisfacción del trabajo, pero también de productividad”.

 

A partir de esa premisa decidieron centrarse en los grupos de investigación de excelencia en España, partiendo del criterio de que esos grupos tienen proyectos financiados por el Consejo Europeo de Investigación, que “son unos 190, y de todos ellos han querido participar 48”. Reconoce Belli, que más allá de ver el impacto del teletrabajo de manera individual se ha querido ver cómo afecta a esos grupos de elite, y para ello han elaborado una encuesta que les ha permitido definir qué es el bienestar del trabajador, relacionándola con la productividad científica. Confiesa que ha sido muy interesante el estudio, porque “los grupos analizados van desde cinco a doce miembros, con diferentes dinámicas, áreas de investigación y con los investigadores en diferentes posiciones, desde los doctorandos hasta los catedráticos”.

 

Asegura Belli que muchas veces se piensa que el bienestar del trabajador tiene que ver únicamente con la satisfacción del trabajo, “pero eso sólo es una parte, porque también se relaciona con compartir emociones con los demás trabajadores, con temas de excelencia e innovación, con la igualdad de género en los grupos e incluso con el espacio compartido, y cruzando todas esas variables se puede entender la complejidad del bienestar eudaimónico, tanto el individual como el del grupo, porque en la ciencia no hay otra manera de trabajar que no sea grupal”.

 

Del estudio se deriva que, a nivel individual, es más importante la calidad del teletrabajo que la cantidad, es decir, “la capacidad de elegir los días que puede uno trabajar en casa, ayudando a la conciliación, porque eso aumenta la productividad científica, aunque, en muchos casos, gracias a la tecnología, se hace con miembros de fuera del propio grupo de investigación, y aunque eso es bueno para el currículum individual tiene un impacto negativo en la productividad del grupo”.

 

En cuanto a los grupos, con el teletrabajo, “la productividad científica baja al trabajar en casa, pero el bienestar del equipo no tiene una relación directa con esa productividad, de tal manera que si uno disfruta con su trabajo o si tiene una buena relación con sus compañeros y compañeras eso no va a influir en una mayor productividad”. De todos modos, la productividad a nivel de grupo también incide en el bienestar individual cuando eso repercute, por ejemplo, en los sexenios de investigación, que es un reconocimiento del sistema de que se está haciendo bien. Aclara Belli que “no es que el equipo que se siente bien sea el que más produce, sino que aquel más produce se siente mejor, aunque, como ya se ha comentado, con el teletrabajo se produce menos a nivel grupal”.

 

Cree Simone Belli que, por tanto, los investigadores principales deberían tener una serie de habilidades concretas para encontrar un compromiso que potencie, al mismo tiempo, la productividad y el bienestar. Sin embargo, en el estudio publicado se ha visto que nadie ha formado a los investigadores para gestionar grupos, “quizás sí ocurre en el mundo empresarial, pero no en las universidades, donde los académicos no tienen esas herramientas blandas, soft skills, que son fundamentales. Suelen haber destacado en alguna disciplina, estar reconocidos por su trayectoria de publicaciones, pero a la hora de gestionar un proyecto de dos millones de euros de la Unión Europea pueden fracasar porque no saben manejar a un grupo de muchas personas con diferente origen, disciplina y estatus, y eso genera conflictos que a veces se enquistan durante décadas”.

 

De acuerdo con el profesor de Políticas, los investigadores principales que sí tienen esa capacidad de gestión no han accedido a ella porque se hayan formado específicamente, sino que es parte de su experiencia personal, ya que “a lo largo de su trayectoria han visto cuáles son los modelos más eficaces que funcionan mejor y los han incorporado a su manera de trabajar, pero no han acudido a talleres de gestión de conflictos o de emociones, sino que han aprendido viviéndolo en primera persona”.

 

En cuanto al trabajo presencial se ha visto que “los espacios físicos se pueden mejorar, porque quizás los espacios académicos, tal y como están establecidos ahora mismo, no son los más adecuados para incentivar la productividad científica”. Considera Belli que habría que transformarlos de alguna manera para que haya más comunicación entre los investigadores, porque al final “los únicos espacios donde se comparten ideas son el comedor, el bar o los pasillos, y aunque eso ayuda al bienestar individual no ayuda a la productividad grupal”.

 

Concluye Belli que hay que seguir estudiando el teletrabajo, porque sigue sin haber mucha literatura científica que hable sobre él, y este estudio es un primer paso para adentrarse en “una realidad que es futuro, pero que ya es presente”.