IGUALES

Foto de familia de las estudiantes con Ana Helena Chacón, Isabel Álvarez y Jesús Nuño

Ana Helena Chacón, mucho más que la embajadora de Costa Rica en España, en “Los desayunos del ICEI”

Fotografía: ICEI - 22 dic 2020 10:51 CET

Isabel Álvarez, la directora del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, presenta a la undécima invitada a los “Desayunos de Mujeres Líderes del ICEI” leyendo las palabras con las que ella misma se presenta en Twitter: “Embajadora en España. Ex vicepresidenta de la República. Ex diputada. #activista de los derechos humanos, #feminista, #soñadora por un mundo sin pobreza y digno”. Su nombre es Ana Helena Chacón y, en efecto, es mucho más que la embajadora de la República de Costa Rica en España. Además de todo lo que ella misma señala, también está considerada como una de las cinco mujeres más influyentes de Centroamérica, como recalca Isabel Álvarez en la breve presentación con la que se inicia este desayuno –esta vez limitado por la pandemia a la degustación de un chocolate procedente de una fábrica de mujeres de Teruel- al que asiste un grupo de alumnas, algunas de manera presencial y otras on line, y al que tampoco han querido faltar el rector Joaquín Goyache y el presidente del Consejo Social de la UCM, Jesús Nuño.

 

Ana Helena Chacón es directa en sus afirmaciones, concreta y tajante. Parecería que han sido pronunciadas para ser tuiteadas: “Solo podemos avanzar como humanidad si nos comprometemos al respeto de los derechos humanos de todas las personas”. “Los derechos no son monopolios de las mayorías ni de las visiones del mundo de una población en concreto. Son simplemente nuestros y deben contribuir a que todas las personas puedan hacer sus propios planes de felicidad”. “Yo he basado siempre mi concepción de la política en construir felicidad”.

 

La que desde el verano de 2018 es embajadora de Costa Rica en España atesora un amplio bagaje de servicio público. Fue al poco de nacer su hijo con síndrome de Down cuando decidió saltar al mundo de las ONG para tratar de abrir nuevos caminos a quienes como su hijo parecían abocados a “estar pintando sentado ante una mesa toda su vida”. Al darse cuenta de que desde el mundo no gubernamental no encontraría soluciones “macro” saltó a la política. Ha sido la tercera Chacón en llegar al Congreso de su país, tras su abuelo y su padre, pese a los consejos de este de no entrar en ese “mundo de hombres”. Antes que diputada ya había sido viceministra de Seguridad Pública y tanto desde ese cargo como años después desde la vicepresidencia segunda del país, luchó por cambiar las agendas de prioridades. Los derechos humanos, ante todo, y como parte fundamental de ellos, la igualdad entre mujeres y hombres. “La buena política pública se construye para que realmente no existan brechas de desigualdad entre hombres y mujeres”. “La igualdad de género no es una utopía y tenemos el reto de alcanzarla”.

 

Cuenta Chacón que en Costa Rica las mujeres ganan un 30 por ciento menos de salario por el mismo trabajo y que por la denominada “triple jornada laboral” trabajan 16 horas semanales más que los hombres. Alerta de que en América Latina aún hay lugares con una “terrible oscuridad medieval”, en los que el patriarcado histórico ni siquiera es cuestionado. Sus recetas pasan por la educación de calidad de las niñas. “Los niños ya reciben educación de calidad”. “Ahora hay que empoderar a cada niña y a cada mujer para que puedan tener una autonomía de sus propios cuerpos y una autonomía financiera que les permita quebrar relaciones en donde tienen que vivir en espacios de terrible violencia”.

 

Para explicar lo que las mujeres pueden lograr actuando juntas recurre al símil de las abejas. Como muchas mujeres no tienen voz y parece que solo sirven para dar miel, pero son las que construyen su colmena. Solas son insignificantes, pero cuando trabajan juntas son fuertes, perseverantes y ganadoras. “Parecen pequeñas pero son asombrosamente grandes. Hay mucho de ellas en nuestros empeños y victorias. Son atrevidas, no tienen miedo y juntas son capaces de alcanzar lo impensable”.

 

Defiende el movimiento feminista como una necesidad. Recuerda que la historia de la humanidad ha sido construida entre todos y todas, aunque no lo parezca cuando se leen los libros de historia. Reivindica a las sufragistas, a las que lucharon por la libertad sexual, a las que abrieron caminos en la inserción laboral de las mujeres… E insiste en no dar un paso atrás. “El destino no hace visitas a domicilio, hay salir por él, lucharlo, buscarlo”. “Si hay una mujer que tiene una dificultad ahí estamos nosotras. No podemos tener una mirada indiferente”.

 

Aclara que “el feminismo no pretende sacar a ninguna persona de su situación de poder o jerarquía, sino abrir oportunidades a los grupos que no lo tenían”. También recuerda que “cuando las mujeres se incorporan al mercado laboral el PIB de esos países sube”. Anima a los hombres a subirse al carro, a pensar juntos “cuanto talento nos hemos perdido” al dejar al 51 por ciento de la población sin voz.

 

Si su discurso está lleno de frases contundentes que denuncian situaciones que afectan a todas y a todos, cuando las estudiantes le preguntan por experiencias personales tampoco duda en abrirse en canal. Habla de sus primeros encontronazos machistas al llegar a la política, de cómo se tenía que llenar de valentía, aunque luego sintiera el temblor de sus piernas y de su “quijada”. También de cómo tuvo que luchar contra costumbres de algunas minorías indígenas de su país, que se amparaban en la “tradición” para casar a sus hijas con apenas 11 años. “Todo lo respeto, menos lo que roce con los derechos humanos”. Incluso de las conversaciones que tuvo con su propia madre cuando impulsó el reconocimiento de los matrimonios de personas del mismo sexo en una país tan conservador como el suyo. “La democracia no es quitar derechos, es ampliar derechos, sin dañar a nadie”. “Desde mayo de 2020 que se aprobó la ley, se habrán casado unas 400 parejas. No ha pasado nada, solo que algunos son ahora más felices que antes”, vuelve a "tuitear".