LIBROS

Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás, en la Facultad de Veterinaria

Arsuaga y Millás, encuentro entre un sapiens y un neandertal

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 21 nov 2022 10:12 CET

Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás protagonizan un tándem perfecto. El uno es un científico todo terreno, enamorado de las preguntas, y el otro es un periodista que observa el mundo con una perspectiva propia, buscando respuestas. Por tanto, que trabajasen juntos parecía una obviedad, pero como gran parte de las cosas buenas de la vida, su colaboración surgió por casualidad y ya ha dado como resultado la publicación de dos libros: La vida contada por un sapiens a un neandertal y La muerte contada por un sapiens a un neandertal. La Facultad de Veterinaria de la UCM los ha reunido, dentro del ciclo de conferencias “Ciencia a través de los libros” y quizás, sólo quizás, han anunciado la que será su tercera colaboración, un volumen sobre la memoria.

 

Para ello, en un diálogo que parece preparado, pero que es un ejercicio increíble de improvisación, inteligencia y humor, Juan José Millás recordó su infancia y el choque que le supuso venirse a Madrid, al barrio de La Prosperidad, un lugar frío, donde conoció los sabañones, y donde no había mar. Juan Luis Arsuaga también abandonó su lugar de origen, Tolosa, para venirse a Madrid, aunque lo hizo ya algo mayor, lo que le hace a Millás afirmar que el paleontólogo es “insensible”, no tiene “la herida” que a él sí le marcó la vida. O que se la destruyó, según sus propias palabras.

 

Asegura Arsuaga que “la esencia del ser humano son los recuerdos” y que lo peor que nos podría pasar, como a los replicantes de Blade Runner es descubrir que esos recuerdos son falsos, son implantados. De ahí el discurso derivó a la propiocepción, esa capacidad que tiene nuestro cerebro de ubicarnos en el tiempo y el espacio y de cómo, según Arsuaga, “el cuerpo es el propietario de la mente”.

 

Y esa mente y ese cuerpo nos hacen ser cotillas, y aunque ya seamos ocho mil millones de habitantes en el planeta, nos interesan incluso las vidas que no existen, las vidas inventadas, como la del hermano imaginario que tenía Juan José Millás en la habitación de al fondo de su casa y que él identificaba con un Alfonso que estaría allí encerrado por tener alguna deformidad. Bromea Millás que si tuviera que salvar la vida de sus hermanos reales o la de Alfonso, apostaría por la de este último.

 

Ese afán por conocer, por cotillear, por saber incluso de lo que no existe es resultado del cerebro que tenemos que nos hace procesar información social todo el tiempo. A raíz de esto, Millás apunta que con las redes sociales y la tecnología actual en un día recibimos más información de la que podía recibir un humano del siglo XIX, aun a cambio de donar nuestra información (como la que se obtiene de su recientemente estrenado smartwatch) a las grandes empresas. Arsuaga reconoce que en parte es así, pero que en pueblos como el de su infancia fueron pioneros en eso de no tener intimidad, porque todo el mundo sabía lo que hacían los demás, y además lo sabían de manera inmediata, sin necesidad de logaritmos ciegos.

 

Arsuaga reflexiona sobre lo bien que ha encajado su trabajo con el de Millás, y es que para él, que odia la fragmentación de la ciencia y la cultura, tanto los científicos como los literatos estudian la complejidad de la vida para hacerse preguntas. Teniendo claro siempre que “la esencia de la ciencia es la incredulidad”.

 

Todos los que deseen disfrutar de este divertido, y enriquecedor, diálogo al completo lo pueden seguir en este vídeo: