ESTUDIANTES

Carmen Martínez Alonso, con su camiseta complutense, en la entrada al campus de la Universidad de Stanford

Carmen Martínez Alonso, becaria Fulbright en la Universidad de Stanford: "Sin duda y desgraciadamente, la principal diferencia es la financiación"

Texto: Alberto Martín - 24 nov 2022 10:59 CET

Se llama Carmen Martínez Alonso, tiene 25 años y nació en Burgos, “ciudad de la que estoy enamorada”. Graduada en Química por la Universidad de Burgos y máster en “Alta especialización en plásticos y caucho” por el CSIC-UIMP, en la actualidad cursa el Doctorado en Química Avanzada en la Universidad Complutense, a través de una beca FPU en el Instituto IMDEA Materiales en Madrid. Desde mediados de septiembre está viviendo en Estados Unidos, en San José, muy cerca de Silicon Valley, en la Universidad de Stanford. Allí disfruta de una estancia de investigación de seis meses, gracias a haber recibido una de las siete becas Fulbright que este año han concedido los gobiernos de Estados Unidos y España.

 

¿Por qué pediste una beca Fulbright? ¿Cómo conociste su existencia?

La primera vez que oí la palabra Fulbright fue en la University College Dublin (Irlanda), donde estuve con una beca Erasmus+. Tras realizar el primer examen de la asignatura “Polymer science”, el profesor Wilhelm Risse me pidió que fuera a su despacho. Allí me habló de las oportunidades de financiación que tenemos en España para dedicarnos a la Academia, y sin duda Fulbright es una de las más prestigiosas. Otro de los factores que me ayudaron a decantarme fue que el profesor Javier Llorca, director de mi tesis, había sido antiguo fulbrighter. Yo tenía la palabra Fulbright escrita en la frente. Uno de los aspectos que más me gusta de las becas Fulbright es que son mucho más que ciencia e investigación. Se crearon en el año 1946 con la idea de fomentar la paz entre países a través del conocimiento y la educación. Cuando recibimos la beca nos convertimos en cierto modo embajadores de nuestro país y una de nuestras responsabilidades es representar nuestra cultura y comunicar lo que somos. De un día para otro empiezas a formar parte de una comunidad intercultural y estableces lazos con gente alrededor de todo el planeta. ¡Es mágico!

 

¿Qué estás investigando en tu doctorado?

Mi doctorado se basa en el estudio y la producción de energía verde, principalmente en la economía del hidrógeno. Hoy en día contamos con numerosas fuentes de energía renovable, pero uno de sus problemas es que producen una energía intermitente. La solución sostenible para este problema es la fundamentada por la llamada economía del hidrógeno. Consiste en almacenar toda esta energía proveniente de fuentes limpias en forma de hidrógeno, para posteriormente emplearlo en la producción de energía generando vapor de agua como único residuo. Uno de los problemas que impiden que esta tecnología pueda llevarse a nivel industrial es el elevado coste de las baterías de hidrógeno. Estas cuentan con un catalizador (sustancia que hace que la reacción ocurra lo suficientemente rápido) que está hecho de platino. El platino está entre los 15 materiales más caros del mundo, por lo que mi tesis consiste en tratar de conseguir sustitutos para este platino, que sean igual de eficientes, pero con menor costo. Para ello, empleo herramientas de química computacional, simulación e inteligencia artificial, para ser capaz de predecir in silico qué materiales poseen las mejores propiedades. Tratar de probar en el laboratorio todos los posibles candidatos de metales y compuestos intermetálicos sería totalmente inabarcable, por lo que a través de herramientas de simulación, ahorramos tiempo y dinero. Lanzamos cálculos a superordenadores de todo el mundo, como CTE y Minotauro en el Barcelona Supercomputing Center o Carbon Cluster en Chicago. A día de hoy ya he publicado dos artículos científicos sobre este tema (además de otros dos del Máster y el Grado), que se pueden encontrar en mi Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=fOCfvoIAAAAJ

 

¿Por qué elegiste la Universidad de Stanford?

Hubo varios factores implicados. Primero de todo, no sobra decir que está entre las tres mejores universidades del mundo. Pero en mi caso, era primordial su localización. Es el corazón de Silicon Valley. No existe mejor sitio donde realizar un doctorado en química computacional, simulaciones e inteligencia artificial que rodeada de las empresas mundiales más potentes en tecnología: Google, Apple, Facebook… Llevo casi tres meses aquí y sigo sintiendo que vivo dentro de una película. En el campus sale el conocimiento por las paredes y que nos juzguen por guapos, ¡porque listos somos todos! Es increíble hablar con la gente y que te cuenten los proyectos sobre los que investigan.

 

¿Qué tal te has adaptado a la vida y al ritmo de trabajo en Stanford?

Sobre mi adaptación en la universidad, y en Estados Unidos en general, no voy a negar que el primer “cultural shock” es inevitable. El estilo de vida aquí no tiene nada que ver con el de España. A partir de las 8 de la tarde todo el mundo está en la cama. Se palpa el talento, a la gente le ha costado muchísimo llegar aquí y no va a perder el tiempo. Todo el mundo está muy enfocado. En cuanto al ritmo de trabajo puedo decir con orgullo que soy una más. Pensé que me costaría adaptarme, pero sin duda el nivel que nos proporciona la Universidad Complutense de Madrid no nos deja atrás.

 

¿Qué diferencias hay entre investigar en una universidad top 3 mundial y hacerlo en la UCM?

Sin duda y desgraciadamente, la principal diferencia es la financiación. La gente paga miles de euros al mes por estudiar en Stanford y eso se refleja en reactivos, recursos, software y cosas gratis por todas partes. Es una pena que en España no se invierta más en ciencia, se me cae el alma a los pies conociendo el talento de mis compañeros en España y dándome cuenta de que sin recursos no podemos competir con Estados Unidos. En España sobra talento. Si mis compañeros tuvieran las oportunidades que hay aquí, la ciencia de España sería muy potente. Igual que con medios materiales pasa con medios humanos. En España hay una persona que prepara las muestras, pone a punto el equipo, mide, analiza los resultados, saca conclusiones y escribe un artículo científico con los resultados. Aquí, ese trabajo lo hacen entre cuatro. Eso sí, esto nos frena, pero nos hace multidisciplinares y muy, muy, espabilados. En las universidades españolas te entrenan para apañártelas y buscar soluciones. De verdad que es destacable la habilidad que tenemos para resolver rápidamente. A nivel más técnico en lo que respecta a mi doctorado me sorprendió ver que el modo de trabajo ¡no es tan distinto! Aquí, en la otra punta del mundo, usan el mismo software, la misma metodología y la misma dinámica.

 

¿Qué tienes previsto hacer después de la beca? ¿Te gustaría quedarte? ¿Quieres volver?

 Mi beca fulbright acaba en marzo y tengo que volver a España donde aún me quedará año y medio para acabar mi doctorado. En cuanto mis preferencias lo tengo clarísimo: como en España no se vive en ningún sitio. Estoy en una etapa de mi vida en la que quiero viajar y conocer mundo, pero mi casa es España. Quiero aportar mi granito de arena y frenar la fuga de cerebros a la que nos enfrentamos. Quiero hacer ciencia de primer nivel desde casa y que llegue a todas partes. Es crucial salir fuera para volver y contarlo en España. Viniendo de una ciudad pequeñita como Burgos, se puede llegar a la Universidad más puntera del mundo.

 

¿Vas a seguir con la misma línea de investigación en el futuro?

Con mi línea de investigación estoy enganchadísima. Sin duda, la industria del hidrógeno tiene una larga vida por delante y hay muchísimo por investigar. Hasta que no consiga un catalizador eficiente y asequible para estas reacciones, no pienso parar. Además, creo que el mundo de la simulación y la química computacional es cada vez más importante. Seguir investigando en la rama de inteligencia artificial me va a dar recursos útiles para cualquier otro campo.

 

¿Y con el grado en Lengua y Literatura españolas que estás estudiando en la UNED, también vas a seguir?

¡Claro! A pesar de amar las ciencias, la literatura es también una parte de mí. Escribo poesía y acudo a tertulias literarias desde que tenía 14 años. Para mí no existe la distinción entre Ciencias y Letras, no creo que el conocimiento deba estar tan polarizado. Decidí estudiar ciencias porque me parece una disciplina del conocimiento apasionante, aunque como ya he dicho, no pude abandonar mi parte artística y estudié filología simultáneamente.