CURSOS DE VERANO
Carmen Posadas desvela los avatares de la Peregrina, la perla protagonista de su última novela
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 22 jul 2021 16:02 CET
La Peregrina es una perla que se encontró en Panamá en el siglo XVI y que ha ido dando vueltas por el mundo, pasando por manos de los Austrias, los borbones, el imperio napoleónico, la corona británica, Hollywood, y ahora, probablemente, esté en algún país árabe. Esa joya es la protagonista de la novela La leyenda de la Peregrina, que su autora, Carmen Posadas, ha desgranado en el curso “12+1 Autores en busca de su personaje”.
Cuenta Carmen Posadas que la idea del libro surgió a raíz de un anillo que heredó de su madre, y que a la vez había sido un colgante de su abuela y un broche de su bisabuela. A esa idea, de seguir la historia de una joya, se unió el esquema de la novela El escarabajo, de Manuel Mújica Láinez, que sigue la ficción de un anillo con forma de escarabajo desde el antiguo Egipto hasta la actualidad.
La escritora reconoce que el esquema de Mújica Láinez le valía, pero no la joya de su madre, porque tenía una historia muy corta, así que eligió la Peregrina, una perla que aparece en muchos de los retratos que hizo Velázquez de Felipe III, Felipe IV y de sus mujeres.
Cuenta Posadas que la perla apareció en una pesquería de Panamá, que todavía existe hoy en día, donde los esclavos eran los encargados de sumergirse, hasta la extenuación y a veces hasta la muerte, para encontrar los mejores ejemplares. El que lo conseguía podía conseguir incluso comprar su libertad, como hace el protagonista de la novela.
La joya pasa a un alguacil que decide regalársela al mayor poder que había en la tierra en ese momento, que no era otro que Felipe II, y de ese modo llega a Madrid, a una corte, ubicada en el antiguo Alcázar, que según Posadas era un sitio “enorme, feo, oscuro e intrincado”. De todos los personajes que poblaban ese lugar, “que parecía una colmena”, Posadas eligió a un vendedor de sanguijuelas como el narrador, ya que su idea no ha sido darle la palabra a los reyes, sino a personas que estuvieran por allí, para que “el lector tenga la sensación de mirar por el ojo de cerradura la parte más íntima y personal de los reyes, es como si viéramos a Felipe II en pantuflas”.
Francia, Inglaterra y Hollywood
La perla quedó en posesión de los Austrias hasta que pasó a manos de Felipe V, el primer borbón, “un loco sin cerebro, un maniaco depresivo que no se cambiaba jamás de ropa, no se bañaba, ni se cortaba el pelo ni las uñas”. Tras una serie de monarcas mediocres nos invadieron los franceses y cuando José Bonaparte huyó de España lo hizo con un convoy de 20 kilómetros de carros llevándose todo tipo de riquezas de España, entre ellas la perla Peregrina.
Al morir José Bonaparte le dejó la joya a Napoleón III para que la vendiese y recuperase el esplendor de la familia, “lo que consiguió cumplir”. Fue una lady inglesa la que compró la perla y la llevó a Inglaterra, con tan poco cuidado que incluso se llegó a perder dos veces en el palacio de Buckingham. Asegura Posadas que la reina Victoria “pensaba que la habían robado los elfos de palacio”.
Allí permaneció mucho tiempo hasta que largo tiempo después la compró Richard Burton para regalársela a su mujer Elizabeth Taylor. Cuenta la escritora que la actriz se llevó la perla a Las Vegas y empezó a probársela con todas las prendas que tenía, hasta que se descolgó y cayó en una alfombra blanca que la hacía invisible. Al rato vio que uno de sus caniches la tenía en la boca, pero por suerte la recuperó.
La pista de la perla se pierde en 2011 cuando se vendió por doce millones de dólares y se supone que está en algún país árabe. Añade Posadas que probablemente en el futuro acabará en China, “porque siempre ha estado donde reside el poder”. De todos modos, bromea que le hubiera gustado que antes de eso se la hubieran regalado a Corinna, “porque ese sí que habría sido un buen final para el libro”.