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La arquitecta Pilar Chías, durante su conferencia en la Facultad de Ciencias Químicas

La arquitecta Pilar Chías define a la Ciudad Universitaria como un “contenedor universal”

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 22 may 2024 10:53 CET

Con motivo de la cercana celebración del centenario de la Ciudad Universitaria, la Facultad de Ciencias Químicas ha acogido una conferencia impartida por la arquitecta Pilar Chías Navarro, especialista en la génesis y el desarrollo del campus, ya desde la tesis doctoral que le dirigió Antonio Bonet Correa en 1983. Señaló la conferenciante cómo la evolución de la Ciudad Universitaria se ha ido separando, cada vez más, de la idea original y cómo ha ido se ha ido convirtiendo en un “campo de Agramante, donde reina el desorden y cabe todo, en lo que se podría definir como un contenedor universal”.

 

La conferencia de Pilar Chías ha comenzado con una referencia a las dos maquetas de la Ciudad Universitaria que muestran su aspecto tras la guerra civil y tal cómo se imaginaba que pudiera llegar a ser, que hoy en día se pueden visitar en el vestíbulo de la Facultad de Medicina.

 

Antes de aquella idea grandiosa en la que se pensaba hacer un enorme rectorado, con una biblioteca conjunta, en donde hoy están las instalaciones deportivas del paraninfo norte, el rey Alfonso XIII ya había reflexionado sobre la necesidad de hacer una universidad moderna y con aspiración de atraer a los estudiantes de América Latina.

 

De ese modo, el proyecto original, de 1929, soñaba con llenar 350 hectáreas, en las que había varios impedimentos geográficos como eran las vaguadas que cruzaban el terreno, en especial la de Cantarranas. Esas vaguadas creaban enormes desniveles que se salvaron, de acuerdo con Chías, con viaductos que luego, al nivelar el terreno, se hicieron desaparecer.

 

Señaló la arquitecta, entre las infraestructuras hundidas, el viaducto de los Quince Ojos, del que ahora sólo se puede ver la parte superior, en la carretera que va Ciencias de la Información a la Facultad de Bellas Artes; el viaducto que ahora es el gimnasio de la zona sur de deportes, o la entrada grandiosa del proyectado Jardín Botánico, de la que se pueden ver restos frente a la fachada de la Facultad de Bellas Artes.

 

Considera Chía que el proyecto original estaba muy bien ordenado, era muy coherente, pero también enorme, y la topografía estuvo en su contra. La topografía y también la guerra civil que frenó las obras y destrozó gran parte de lo ya construido. De los sueños grandiosos y del conflicto bélico quedan otros vestigios, como vías del tranvía, que se planteó para llegar al Pardo, aunque nunca lo hizo; una estación subterránea frente a la Escuela de Arquitectura, que ahora es un almacén de jardinería, o las muchas trincheras de la guerra que todavía aparecen por todo el campus.

 

Tras la guerra se hizo aquella maqueta de 1943, que soñaba con hacer un campus inspirado en “dios y la patria”, como se decía en la Ley de Ordenación Universitaria de ese mismo año, y que incluía hasta un templo, por donde está el Museo de América, que no se llegó a construir. Por tanto, aquella planificación de los años 40 no se llevó jamás a cabo y según Chía, eso ha hecho que hayan quedado muchos solares que se han ido ocupando por edificios de todo tipo, con la fortuna de que se encargaron a “arquitectos relevantes que siguen siendo referentes de la arquitectura española del último tercio del siglo XX”.