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Javier Martín Vide, María Eugenia Pérez González y Jorge Olcina Cantos, en la Facultad de Geografía e Historia

El cambio climático, a debate en la Facultad de Geografía e Historia

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 8 abr 2024 16:47 CET

El aula magna de la Facultad de Geografía e Historia se ha llenado, este 8 de abril, para asistir al debate entre Javier Martín Vide, catedrático de Geográfica Física de la Universidad de Barcelona; y Jorge Olcina Cantos, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante. Moderados por la profesora María Eugenia Pérez González, del Departamento de Geografía que ha organizado el evento, los dos especialistas han señalado la inequívoca responsabilidad antrópica en el cambio climático y la necesidad de acción inmediata para mitigarlo o para adaptarnos a él.

 

La Tierra ha vivido muchos cambios climáticos desde su formación hace 4.500 millones de años, aunque el que vivimos ahora es singular, porque “los seres humanos hemos desequilibrado el balance energético planetario”. En ese balance energético, de acuerdo con el catedrático Jorge Olcina, la actividad antrópica es responsable de un 5% del CO2 que hay en la atmósfera, una cifra que podría parecer pequeña, pero que es suficiente como para desequilibrar el sistema, calentar los océanos y con ello provocar todos los efectos del cambio climático que se están acelerando en la actualidad.

 

En esa misma línea se ha expresado el también catedrático Javier Martín Vide, quien considera que “los ocho mil millones de humanos somos el sexto elemento del sistema climático, porque dejamos huella no a una escala local, sino global, y el calentamiento global es la prueba de ello”.

 

Considera Martín Vide que con todas las evidencias que existen, que ya consideran que la participación de los humanos en el cambio climático es inequívoca “no se puede ser optimista, aunque sí positivo”. Frente a los mensajes catastrofistas, que frenan la acción, el catedrático de la Universidad de Barcelona, apuesta por actuar y cuanto antes mejor, porque el planeta Tierra es como un transatlántico, “con mucha inercia térmica, así que, aunque detengamos ahora el proceso, habrá un calentamiento inevitable durante las próximas décadas”.

 

Los dos conferenciantes han señalado las “islas de calor” que suponen las grandes ciudades, porque si a nivel global ya se han superado los 1,2º de temperatura, y en la cuenca mediterránea se ha subido 1,5º, en ciudades como Madrid el aumento es de 2,4º, lo que supone una grave emergencia, no sólo climática, sino también a nivel de salud humana.

 

De todos modos, y sin demonizar a las ciudades, también han recordado que tienen algo bueno frente a las zonas rurales, y es que en las ciudades “no se consume agua, sino que se transforma en aguas grises”, que debidamente depuradas y regeneradas podrían ser utilizadas de nuevo, prácticamente en su totalidad, aprovechándolas para el regadío, para los jardines, la limpieza de las calles e incluso para beberla.

 

Tiene claro Olcina que el cambio climático implica un cambio de cultura, que hasta ahora ha estado “muy centrada en el consumo de recursos y en gastar por encima de lo que necesitamos y de lo que la naturaleza puede regenerar”. Coincide Martín Vide con esa idea y asegura que en estos momentos “la transición energética, aunque es obligatoria, ya no es suficiente, es probable que haga falta decrecer, reducir los consumos superfluos, lo que no significa vivir peor, sino de forma más armoniosa con las condiciones existentes”.

 

Puntualiza Olcina que hacen falta muchas modificaciones en la planificación, tanto en la territorial como en la hidrológica, la económica y la de las emergencias. En la primera de esas planificaciones, concede el conferenciante un papel predominante a los geógrafos, aunque es consciente de que “en España la planificación urbana es muy poco ágil”, e igualmente lo es en la hidrográfica, porque se planifica desde la oferta, poniendo todo el acento en la lluvia y no centrándose en el agua que ya existe y en cómo se podría reutilizar.

 

Insiste Olcina en que “siempre que el ser humano actúa de manera improvisada sobre el medio, aumenta el riesgo, con construcciones en la línea de costa o en cauces de ríos”, Y ese riesgo aumenta con el cambio climático que provoca más tormentas convectivas; sequías cortas, pero intensas; borrascas explosivas con mucho viento; golpes de calor… Sólo desde 2008 la ley del suelo ha tenido en cuenta el riesgo, pero eso no afectó a la década anterior, que fue la de mayor especulación urbanística de nuestro país.

 

De todos modos, el catedrático de la Universidad de Alicante considera que hay ejemplos de buenas prácticas en algunos municipios, aunque son muy aislados. Opina que el plan del gobierno frente al cambio climático es “un buen plan, pero muchas veces se queda sólo en el papel, fundamentalmente porque la ley no obliga a los municipios a elaborar planes de adaptación, y precisamente ahí, a escala local, es donde las actuaciones tienen mayor peso sobre el ciudadano”. Se une a esa idea Martín Vide, quien considera que hay mucho “ecopostureo” y “green-washing”, y más teniendo en cuenta, como afirma Olcina, que la situación se ha acelerado especialmente desde 2010, en lo que han contribuido países como India, que no están dispuestos a acabar con la industria del carbón con el argumento de no desfavorecer a gran parte de sus más de 1.400 millones de habitantes que viven en condiciones precarias.

 

Frente a eso, algunas medidas sencillas para adaptar las ciudades al cambio climático son el reverdecimiento de las ciudades, con más jardines, cubiertas verdes, paredes vegetales e incluso suelos permeables. En cualquier caso y ante la evidencia de que esos cambios no está entre los planes urbanísticos de muchos ayuntamientos, los conferenciantes coinciden en que la situación por la que atraviesa nuestro planeta Tierra en este siglo XXI es extremadamente compleja, a muchos niveles, y casi igual de difícil será mitigar el cambio climático, aunque será necesario hacerlo para no llegar, a finales de siglo, a ese aumento de 4º que pronostican los modelos científicos más pesimistas.