ESTUDIANTES
“Educar es querer a la otra persona, creer en ella, confiar y acompañarla”
6 feb 2023 11:48 CET
Alberto Moreno Muñoz estudia tercer curso del doble grado en Educación Infantil y Educación Primaria en la Facultad de Educación – Centro de Formación de Profesorado de la Universidad Complutense. Antes del verano fue seleccionado para formar parte del Programa Generación Docente de la Fundación Princesa de Girona, que desde hace 4 años beca 30 estudiantes de Educación de toda España para impartirles formación y hacer prácticas en centros educativos de zonas rurales. En pocos días Alberto comenzará una experiencia docente de tres meses en el CEIP Ramón y Cajal de Alpartir (Zaragoza).
- ¿Por qué quieres ser educador?
- Te vas a sorprender, yo era alumno repetidor. Repetí primero y segundo de bachillerato. Desgraciadamente en ese momento de mi vida me creí un poco la etiqueta de repetidor hasta que tuve la suerte de llegar a una profesora que me hizo ver que era capaz de volver a hacer las cosas. Eso me demostró que la gente puede superar los baches mientras que tenga el apoyo, como en mi caso, de una maestra, que me hizo ver que era mentira que yo era “alumno repetidor”. Gracias a eso ahora estoy aquí. Ella me despertó mucho la curiosidad en ver cómo una persona puede cambiar tanto la vida de otra, en este caso la mía. Por eso me he metido aquí en intentar ayudar tanto como pueda.
- Dices que te creías la etiqueta de “alumno repetidor”. ¿Qué significa eso?
- Repetir es duro. En mi caso, fue en primero de Bachillerato y te empiezas a preguntar cosas: ¿eres capaz? ¿Es este tu camino? Yo seguía más que nada por mis padres que han puesto mucho esfuerzo en mi educación y en la de mi hermano. El segundo año cambié de modalidad, del científico al biológico, pero me quedó matemáticas y me hicieron repetir. Me hundí. Eran ya cuatro años para hacer lo que la gente, “normal” entre comillas, hace en dos. Ahora me doy cuenta de que quizá no fue tan malo, y que tardar más en llegar a la universidad me ha hecho hacerlo con una mente más madura y abierta.
- ¿Pensaste en dejar de estudiar?
- Yo pensé en dejar de estudiar y ponerme a trabajar, pero mi padre me dijo: “Venga no pasa nada, Alberto. Tranquilo”. A mi padre le sacaron pronto de la escuela por trabajar y no pudo estudiar, y ahora sabe de verdad cuán importante es. Mis padres hicieron el esfuerzo de poner un poco de dinero y mandarme a estudiar ese año a Estados Unidos. Al principio no me gustó la idea porque yo ya estaba con la mente puesta en trabajar y sacarme por las tardes las matemáticas, y luego ya veríamos que hacer con mi vida. Pero me fui y allí conocí a esta profesora. Llegué a un colegio nuevo, a estudiar todo en inglés, y de repente noté que confiaban en mí y, sobre todo, que me preguntaban. A mí, algo que me sorprendió mucho en ese momento fue que los profesores se supiesen mi nombre y me preguntasen qué tal iba. Para mí fue como romper la barrera profesor-alumno. Eran más como mis amigos, guardando las distancias. Estar solo allí y tan acompañado por mis profesores y mis compañeros de clase hizo que cambiase mi concepción de la educación. Dije: “Mira, puedo intentar yo ser esa profesora aquí y ayudar a alguien que esté como yo, a intentar que se den cuenta de que son capaces”.
- ¿Cómo se llamaba tu profesora?
- Se llamaba Tara. Temper, pero para mí, Tara. Mantengo contacto con ella y nos felicitamos las navidades. Fue en Pensilvania, donde hice segundo de Bachillerato.
- Sigue contando. Volviste a España y ¿qué pasó?
Cuando volví de Estados Unidos quería estudiar educación, pero lo veía como algo lejano. Me puse a hacer el módulo de azafato de vuelo, con la idea de trabajar y poder devolver a mis padres lo que se habían gastado en mandarme a Estados Unidos. Y quería luego sacarme por la UNED, Educación. Saqué el título de azafato de vuelo y justo nada más hacer mi primera entrevista de trabajo, el mundo se cerró. Decidí aprovechar el confinamiento para estudiar la EvAU. Y lo conseguí y con muy buena nota, que me daba para hacer el doble grado.
- ¿Cómo surgió la oportunidad de presentar tu candidatura al programa Generación Docente?
- La carrera me está encantando, pero el año pasado decidí que también tenía que empezar a moverme. Coincidió que me llegó un correo hablando del programa Generación Docente. Yo voy mucho a Salamanca, a San Moral, a 15 km de Peñaranda de Bracamonte, y conozco la despoblación que hay en muchas zonas. En el correo explicaban que es un programa de prácticas en escuelas rurales, que es algo que me encanta, junto a dar educación en hospitales. Se lo comenté a varias compañeras de clase, pero lo veía como algo casi imposible, con solo 30 plazas para estudiantes de toda España. Cuando quedaban dos semanas de plazo de presentación de las candidaturas una compañera de la Facultad, Rocío, que es una crack, me animó a presentarnos.
- ¿Cómo fue el proceso de selección?
- La primera fase era rellenar una información sobre ti, sobre lo que te gusta y lo que no, y también sobre qué crees que puedes aportar a una escuela rural. Expliqué lo que es la educación para mí y mi ilusión por intentar ayudar a cambiar, a transformar un poco todo ese mundo. Cada uno, como maestro, quiere ser el profesor que no ha tenido, y a mí me gustaría dar un cambio a la educación para llegar a más gente, y que la gente de verdad vea el poder que tiene la educación. También tenías que mandar un vídeo de 3 minutos contando un poco quién eres y que te gusta. Al poco tiempo, nos llegó un correo a los dos, a Rocío y a mí, diciéndonos que habíamos pasado a la segunda fase. Fueron tres días de aprendizaje y formación en nuevas metodologías y dinámica de grupo, sobre todo. Mi “truco” fue ser yo mismo y ponerle muchas ganas, ganas de soñar en los proyectos, de soñar a lo grande, sin importar si hay fallos, porque de ellos se aprende. Te evaluaban y pasabas a la tercera fase que era una entrevista. También pasamos los dos. La entrevista me encantó, me toco hablar con una chica, Mamen, que lo primero que me dijo fue: “Alberto, tranquilo. Este es una conversación, como si estuviéramos tomándonos un café”. Me hizo preguntas sobre educación y sobre adaptación. A las dos semanas me dieron la noticia. Rocío se quedó de reserva y a mí me seleccionaron. Ella ha recibido la misma formación teórica y va a las reuniones de grupo, que ahora tenemos una en Zaragoza en febrero y luego en Galicia y, por último en Girona. Lo que no hace son las prácticas, pero ya he hablado para que se venga unos días a mi colegio y esté conmigo en clase.
- ¿En qué ha consistido la formación previa al periodo de prácticas?
- Dimos una pequeñas clases en junio sobre inteligencia artificial y luego empezamos el programa en septiembre. Han sido unas cinco formaciones al mes, que he seguido on line, con mentores muy top de España e incluso de California. Uno de los puntos fuertes del programa es la cantidad de gente que conoces a la que le gusta la educación. Con solo hablar con mis compañeras y compañeros me automotivaba. Gente que le gusta lo que hace, apasionada por la educación. Animo a la gente que lo intente año tras año. Hay que ilusionarse con las cosas y hay que soñar en grande, aunque luego se falle.
- ¿Qué sabes del CEIP Ramón y Cajal de Alpartir?
- Se hace llamar una comunidad educativa de aprendizaje, con un lema “Aquí el pueblo educa en la escuela”. Voy teóricamente a educación infantil pero también tocaré primaria. Es una escuela multigrado. Son 41 estudiantes. En una misma aula hay niñas y niños de distintas edades. En mi aula tendré niños de 3, 4, 5 y hasta 6 años. El director, Juan Antonio, Gigi, me dijo que la escuela rural guarda toda la diversidad del pueblo. Allí están todos los niños del pueblo, los hay hijos de trabajadores del campo, muchos inmigrantes. Con un profesor que sepa el potencial que tiene esa diversidad y cómo exprimirla… Buah… Es una escuela muy top.
- ¿Para ti qué es educar?
- Se puede educar de muchas maneras. Yo he sido educado, incluso cuando repetí me estaban educando. Yo creo que también tiene mucho que ver con el alumnado y con entender que no todo el mundo es igual. Para mí educar, lo primero antes que cualquier cosa, es querer a quien educas, confiar mucho y creer en la otra persona. El efecto Pigmalión es brutal, si piensas que la otra persona puede hacerlo, la otra persona al final va a creer que puede hacerlo. A mí me pasó. Educar es querer a la otra persona, creer en ella, confiar y acompañarla.
- ¿Y un profesor, cómo debe ser?
- Creo que quien quiere estudiar educación, además de vocación, tiene que tener ganas de trabajar. Tiene que ser gente muy curiosa porque al final todo lo que el alumnado ve en el profesor, de una manera u otra, lo quiere replicar. Tiene que ser gente que quiere a los alumnos y que quiere pasárselo muy bien en el aula. Creo que estamos avanzando en la educación a grandes pasos. Hay mucha gente en la educación que vale muchísimo. Animo a la gente que quiere tener una experiencia educativa diferente, que quiere cambiar la educación, a la que de verdad le gusta lo que hace, que intente entrar en programas como este. Ojalá pueda encontrarme con ellos en el futuro y hacer cosas increíbles.