IGUALES

Paloma García-Maroto, María José Romero, Jordi Luengo López y Magdalena Suarez durante la jornada. Fuente: Unidad de Igualdad

El confinamiento redujo la investigación y las publicaciones de mujeres

Texto: Alba Varela Domínguez y Marta Reig González - 22 oct 2021 12:29 CET

Los días 13 y 14 de octubre se celebraron las jornadas organizadas por la Unidad de Igualdad y el Instituto de Investigaciones Feministas (ISNTIFEM) de la UCM en el marco del Proyecto “Impacto de género del confinamiento por Covid-19 en la actividad investigadora”. Estas jornadas aportan perspectivas interesantes en relación a cómo han implementando las universidades políticas de igualdad durante la pandemia y cuál es la interacción entre el trabajo asalariado y el doméstico. 

 

María José Romero Ródenas, Licenciada en derecho por la Universidad de Castilla La Mancha, explicó que ninguna institución estaba preparada para gestionar la pandemia en su ámbito de investigación. “En materia de igualdad, la pandemia trastocó el avance de igualdad que se había iniciado en febrero 2020”. El cierre de los centros universitarios llevó aparejada la paralización de todos los trabajos lo que entorpeció la obligación de tener un Plan de Igualdad, desde 2007.  

 

Desde noviembre de 2020, la Universidad de Castilla la Mancha ha implementado políticas de promoción de la igualdad, como el Plan de Igualdad de la Universidad, un nuevo equipo rectoral que incorpora la igualdad como una perspectiva transversal, una delegada de Políticas de igualdad y una comisión activa del seguimiento del Plan de Igualdad. María José Romero insistió en la generación de “cultura, prevención y sensibilización, y trabajar de forma colectiva sumando esfuerzos para hacer efectiva la perspectiva de género y la igualdad entre hombres y mujeres”.  

 

Como conclusión Romero señaló la importancia de incluir las Unidades de Igualdad y Diversidad y darles el valor que merecen. “Impregnar una cultura de igualdad sería fundamental a la hora de enmarcar toda la política transversal. No hay un eje que no contemple a la igualdad o la perspectiva de género como una de las acciones encaminadas a diseñar las políticas”.  

 

Jordi Luengo López, investigador y profesor titular del Departamento de Filología y Traducción de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, cuyo papel durante la pandemia fue el de director general para el Seguimiento y Garantía de Calidad de los Títulos de Posgrado, detectó la necesidad de un equipo que trabaje con perspectiva de género. “Ahora mismo estamos en un equipo que, por primera vez, tiene una delegada del rector para la Igualdad, de forma exclusiva. Una de las primeras conversaciones fue cómo incidir y tener presente la igualdad en todos los campos y esferas que tiene la universidad”. 

 

La Universidad Pablo Olavide está elaborando el Tercer Plan de Igualdad y en la elaboración de los títulos de calidad Luengo López detecta la falta de herramientas que garanticen la perspectiva de género. “Actualmente no hay indicadores y tampoco procedimientos que contemplen estas cuestiones, son comisiones académicas que interpretan esos datos y se envían a las agencias, no se posee esa perspectiva de género para detectar esos valores o esas cuestiones”, explica 

 

La Unidad de Igualdad de la Universidad Politécnica de Madrid se creó en 2009 y, en 2010, hubo modificación de estatutos y se incluyó la Unidad de Discapacidad. Paloma García-Maroto, su directora, licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la UCM, explicó que durante el confinamiento la Unidad de Igualdad siguió trabajando de manera remota: “se podían dirigir a la unidad de igualdad porque teníamos los móviles conectados al teléfono fijo”.  

 

En relación a la conciliación y la flexibilidad, la directora de la Unidad de Igualdad cuenta que: “a muchas profesoras las veías en reuniones con sus niñas y niños. La carga de cuidados en un porcentaje muy alto recae en las mujeres”, esto se traduce en menos publicaciones, mayor estrés y mayores problemas emocionales en las mujeres.  

 

La Universidad Politécnica de Madrid puso en marcha, durante la pandemia, el 2º protocolo de acoso. “Estamos contentísimas, porque nos reuníamos todas las semanas, se llevó a Consejo de Gobierno y se aprobó hace dos meses. Y ahora haciendo el 2º Plan de Igualdad”, explica. “Seguiremos con las políticas de transversalidad en todos los ámbitos de la vida universitaria y ojalá lleguen a desaparecer las unidades de igualdad porque será una buena noticia, de que ya no necesitaremos estar ahí pendientes. Con un 24% de catedráticas, hemos subido bastante. Hace unos años estábamos en un 6% de catedráticas.  

 

Magdalena Suarez, directora de la Unidad de Igualdad de la UCM, explicó que desde la Unidad de Igualdad se detectó, durante el confinamiento por covid-19, un aumento en el acoso a través de redes y un aumento un acoso horizontal. “Eran conflictos verdaderamente serios”, señala la directora.  

 

Por otro lado, la Unidad de Igualdad de la Universidad Complutense trabajó en torno a los casos de conciliación. “En el plano administrativo hubo prórroga de plazos y eso permitió un cierto alivio, pero se dispararon todas las denuncias en materia de conciliación por cuestiones de mediación. Muchísima gente se quedó en el paro, hicimos una encuesta, similar a la de otras de otras universidades”.  

 

Las ratios de igualdad de la Universidad Complutense no se apartan mucho del resto del sector público, pero el crecimiento se da con lentitud. Los datos del Ministerio de Universidades, de Mujer y Ciencia y los diagnósticos de los Planes de Igualdad, crean una capa que permite agilizar la aplicación de políticas de igualdad efectivas, sin embargo, no son suficientes, como explica Magdalena Ojeda: “existe una gran monomarentalidad en el profesorado universitario, pero no hay datos que te lo digan a ciencia cierta. Ocurre los mismo con la diversidad, no está reflejada y eso hace muy difícil detectar fallos en nuestro sistema”, explica.  

 

Jornada del día 14 de octubre: El trabajo salariado y el trabajo doméstico 

 

Lidia Farré, profesora titular de Economía en la Universidad de Barcelona, investigadora afiliada del Instituto de Análisis Económico y vicepresidenta del Comité de la Situación de la Mujer en la economía (COSME), dirigió su intervención hacia el análisis de la desigualdad de género en el trabajo asalariado y en el no remunerado en nuestro país.  

 

Para obtener conclusiones acerca de cómo afectó el confinamiento por Covid a las mujeres en relación al trabajo, Farré participó en dos investigaciones que documentan el impacto de la Covid-19 sobre el mercado de trabajo y dentro de los hogares. Con el fin de analizar el mercado de trabajo, trabajaron con la encuesta de población activa (EPA) y construyeron su propio cuestionario, que pasaron en dos ocasiones: la primera durante el confinamiento y la segunda en noviembre y diciembre de 2020.  De esta manera, analizan los datos de prepandemia, del confinamiento y de después del confinamiento. 

 

En relación al trabajo asalariado, Farré señaló: “el segundo trimestre de 2020 tuvo un efecto negativo tanto para hombres y como para mujeres, los ERTES mitigaron la crisis de empleo y se observa una recuperación hacia final del año 2020”. La desigualdad aparece en relación a los hogares: “observamos una desigualdad en las horas dedicadas a las tareas del hogar. Las mujeres dedican menos horas al trabajo asalariado y más al trabajo doméstico” y añadió: “es importante mirar lo que ocurrió dentro de los hogares porque recordemos que el confinamiento supuso el cierre de los colegios y la imposibilidad de externalizar el servicio domestico. Antes de la pandemia el trabajo no remunerado representaba el 63% de las horas de trabajo semanales de las mujeres, durante el confinamiento mujeres y hombres aumentaron las horas de dicadas al trabajo no remunerado, las mujeres en mayor medida, y disminuyeron el remunerado, las mujeres en menor medida. Después las mujeres continuaron dedicaron más tiempo al trabajo no remunerado”. 

 

La pandemia ha traído consigo una nueva tarea: cuidar a los y las menores que deben confinarse. “Cuando confinan a niños y niñas en el 49% de las ocasiones las mujeres se quedan a cargo de su cuidado, el 27% de las ocasiones los hombres realizan esta tarea, en el 13% de los casos son abuelas y abuelos, y en el 11% se dan otros acuerdos. Esta nueva tarea es asumida por las mujeres mayoritariamente”. 

 

“La pandemia tuvo un efecto similar en el mercado de trabajo, pero no dentro de los hogares. Ha acentuado la doble jornada de las mujeres”, explica Farré. “Existen normas sociales que asignan a la mujer el papel de cuidadora y, además, la flexibilidad laboral influye por que las mujeres tienen trabajos que les permiten compatibilizar”. Los datos sugieren que, en presencia de normas de género tradicionales, la flexibilidad en el puesto de trabajo no fomenta la igualdad, sino que puede ser negativa. “Necesitamos políticas publicas para invertir esta tendencia hacia la especialización de genero que se ha acentuado durante la pandemia, como regular el teletrabajo, ajustar horarios laborales y los escolares, dar permisos para cuidar, ofrecer educación publica de alta calidad para los menores de 0 a 3 años, etc.”, explica. 

 

Margarita Torre, profesora titular de Sociología de la Universidad Carlos III y miembro del Instituto Carlos III-Juan March, explicó las diferencias de género en la investigación científica durante el confinamiento por el covid-19. “Las mujeres publican menos que los hombres, incluso en áreas donde no son minorías, y son menos propensas a aparecer como primeras autoras”. 

 

Esta investigadora ha trabajado junto con su equipo en una investigación en torno a la evolución de las brechas de género en las preprints (borradores completos de artículos académicos). Han analizado la evolución de este tipo de publicaciones del año 2017 al 2020, también han estudiado la autoría de las investigaciones en relación con el Covid. 

 

“La brecha de productividad entre hombres y mujeres ha aumentado durante el cierre, esta brecha aumenta porque las mujeres son menos capaces de culminar investigaciones que ya habían empezado, debido a la sobrecarga de trabajo, y porque las investigaciones relacionadas con el Covid-19 han sido llevadas a cabo en su mayoría por hombres”, explica. Esta brecha tiene consecuencias a largo plazo en las carreras académicas de las mujeres: menos citas, menos becas y proyectos, y menos probabilidad de promoción. 

 

“La igualdad en el trabajo doméstico no existe, cuando el tiempo dedicado se iguala entre hombres y mujeres es porque se externaliza. En el confinamiento hubo un gran aumento en la carga de trabajo porque se asume que ese trabajo que se externaliza le corresponde a la mujer. La externalización nos lleva a hablar de las clases sociales, en otro tipo de hogares esa externalización no se puede realizar y recae toda sobre las mujeres”, concluye Margarita Torre.