ÁGORA

El acto se celebró en el Paraninfo Histórico de la calle San Bernardo

El espíritu de la Universidad Central sigue intacto 200 años después

Fotografía: Francisco Rivas - 21 oct 2022 21:14 CET

El Paraninfo Histórico de la Universidad Complutense ha acogido el acto principal de las celebraciones del bicentenario del primer Reglamento de la Universidad Central, cuya aprobación en septiembre de 1822, se conmemora con diversas actividades desde el pasado mes de abril hasta finales de año. El acto, presidido por el rector Joaquín Goyache, ha contado con las intervenciones de la secretaria general de la Universidad, Araceli Manjón-Cabeza, y del catedrático de Filosofía y actual defensor universitario de la UCM, Rafael Orden, quien ha pronunciado una conferencia sobre aspectos ligados a este Reglamento que aún llegan a nuestros días.

El profesor Orden, además de aportar numerosas curiosidades sobre la historia de la UCM o del propio edificio en el que se ha desarrollado el acto, ha explicado cómo fueron los políticos liberales que redactaron la Constitución de 1812 -los liberales doceañistas- y quienes la desarrollaron en los siguientes periodos liberales de la primera mitad del siglo XIX, los que permitieron que la ciencia comenzara a impartirse en la universidad española y, en concreto y en exclusiva, en la Universidad Central, hoy Universidad Complutense de Madrid.

 

Antes de la interesante y muy amena conferencia de Rafael Orden, la secretaria general ha recordado que el primer Reglamento que permitió el funcionamiento de la Universidad Central, aunque solo fuera por un curso, el de 1822-23, tiene una gran transcendencia histórica no solo para la Universidad Complutense, heredera y directa continuadora de la Central, sino para toda España.  La decisión de Fernando VII en 1823 de anular el traslado de la Universidad de Alcalá a Madrid y, por tanto, decretar el cierre de la nueva Universidad Central, no quita importancia, de acuerdo con Araceli Manjón-Cabeza, al significado de aquel primer reglamento. “El reglamento tuvo más alma que vida. Es hijo de la Constitución de Cádiz y del Trienio Liberal. Con ellos nació, pero no murió”, afirmó la secretaria general.

 

Araceli Manjón-Cabeza explicó que la Universidad Complutense es heredera en línea directa de la Universidad Central, algo que no solo se puede comprobar en numerosos documentos custodiados en el Archivo General de la UCM -al que se debe también la conservación del Reglamento y la organización de la exposición itinerante sobre el mismo que desde abril recorre distintos centros de la Complutense-, sino que incluso en los Estatutos de la Universidad de Madrid, de 1919, se señala que “La Universidad de Madrid, denominada Central en las disposiciones vigentes, es heredera y continuadora de la gloriosa universidad de Alcalá de Henares inaugurada por Cisneros”. “La Universidad Central, la Universidad de Madrid y también la Literaria de Madrid, siempre fueron la misma, herederas directas con continuidad absoluta de la universidad cisneriana”, aseguró.

 

Rafael Orden salpicó su conferencia -titulada “La institucionalización universitaria de la ciencia por los liberales doceañistas: La Universidad Central”- de diversas curiosidades sobre la historia de la Complutense. Por ejemplo, recordó que el título de “Magnífico”, hoy usado por todos los rectores españoles, se lo concedió Isabel II solo al rector de la Universidad Central, o por qué cuando en España se habla del “templo de la ciencia” en sentido estricto se está hablando del Paraninfo Histórico de la UCM, ya que fue el primer espacio universitario en el que se enseñó y estudió la ciencia en nuestro país. También descubrió, entre otras muchas cosas más, por qué el cisne del escudo de la UCM esconde sus patas o por qué en una vidriera del techo del Paraninfo en lugar de un cisne hay un águila.

 

Entrando en la materia de su conferencia, el actual defensor universitario de la UCM hizo un recorrido por cómo las decisiones adoptadas por los constituyentes de Cádiz en 1812 se fueron haciendo realidad hasta lograr que la universidad se convirtiera en lo que hoy es: el templo de la ciencia. Rafael Orden recordó que la Constitución de Cádiz ha sido la única en dedicar un título completo a la Instrucción Pública, en el que se garantizaba una educación pública única para todos los territorios, liberal, gratuita y libre. Para desarrollar este capítulo se creó una comisión presidida por Manuel José Quintana. El resultado fue el proyecto de decreto de 1814 -que el absolutismo no aplicó- que sentaba las bases de la instrucción pública en España, y que en muchos aspectos sigue vigente hoy. Creaba una primera enseñanza en la que se aprendía a leer, escribir y a hacer cálculo mental, y que se debía impartir en escuelas que, de manera obligatoria, debían tener todos los municipios a partir de un mínimo de habitantes. Establecía un segundo nivel intermedio, dedicado a la filosofía y que se impartía en las universidades provinciales. La tercera enseñanza se daba en las “universidades mayores”, que daban títulos superiores “profesionalizantes, no científicos: derecho y teología”. De estas había nueve en toda España.

 

Rafael Orden se centró en el último escalón de enseñanza que recogía el proyecto de decreto de 1814. Se hablaba de crear “universidades centrales: estudios con toda la extensión necesaria para el completo conocimiento de la ciencia”. “Ya no eran profesionalizantes, sino científicas”, ahondó el conferenciante. Fernando VII dejó el proyecto en papel mojado, pero el trienio liberal lo recuperó en su literalidad. Como recordó el actual defensor universitario el proyecto se llevó al Parlamento y, precisamente, el de la creación de la Universidad Central fue uno de los artículos más discutidos. Quienes la veían con recelo argumentaban, por un lado, que “la ciencia no se hace en las universidades sino en las academias”, y, por otro, que situarla en Madrid no era lo más acertado por muy diversas razones, entre las que estaban el elevado precio de la vida en la capital o consideraciones morales por las que se pensaba que los estudiantes se corromperían en la gran ciudad.

 

El decreto se aprobó finalmente y eso posibilitó la elaboración del Reglamento de la Universidad Central, aprobado a su vez el 20 de septiembre de 1822. Orden resalta del Reglamento la creación de 26 cátedras con asignaturas que no formaban parte de ningún plan de estudios. Se dedicaban a la física, la óptica, la zoología, la botánica, la química… Estudios que nunca habían estado en la universidad. El Reglamento solo se aplicó un curso hasta que Fernando VII y los 100.000 hijos de San Luis lo abolieron, pero fue la base para que en 1845 la Universidad Central se volviera a abrir con asignaturas de doctorado impartidas por esos catedráticos. Todo el profesorado universitario tenía a partir de ese momento un plazo de cinco años para sacar su doctorado y su tesis y para ello podía solicitar un año libre para trasladarse a Madrid a estudiar en la Universidad Central. “Así se institucionalizó la ciencia en la universidad”, sentenció el catedrático complutense.

 

El defensor universitario no quiso concluir su conferencia sin reproducir una parte del discurso que Manuel José Quintana, a quien puede considerarse “padre” tanto de la instrucción pública en España como de la propia Universidad Central de Madrid, pronunció en el acto inaugural de esta el 7 de noviembre de 2022. Hablaba sobre la secular vinculación de las universidades con reyes, nobles o clérigos poderosos: No así es creada nuestra universidad. Simples ciudadanos sin nombre ni poder la idearon. Simples ciudadanos decretaron su existencia. Simples ciudadanos, en fin, la realizan y plantean. Pero si alrededor de este instituto no resplandece ni la majestad ni el poder ni la celebridad de monarcas victoriosos y opulentos, lo que le falta respecto de los personajes, lo suple con harta usura la dignidad de las cosas mismas en que reconoce su origen. La Universidad Central es obra de la nación, nacida con la libertad, producto de la ilustración y de la civilización de los tiempos. “Eso somos la Universidad Complutense y eso es hoy en día la universidad española”, concluyó Rafael Orden.