DEPORTE

Lidia Sánchez Puebla posa ante la Facultad de Medicina

El sueño de Lidia Sánchez Puebla se abre paso tras las pesadillas

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 30 abr 2024 11:00 CET

Su sueño está ahí. Lejos aún, sí, pero ya sabe que es capaz de lograrlo. Lidia Sánchez Puebla (Getafe, 1997) quiere ir este verano a París y sueña y lucha cada día para lograrlo. Hasta hace poco, siendo realista, esa pretensión era poco más que una quimera. Pero desde hace unas semanas, en concreto desde el pasado día 21 cuando cruzó la meta del Campeonato del Mundo por equipos de 20 kilómetros en Antalya (Turquía), esta graduada en Medicina por la UCM, y en la actualidad investigadora predoctoral contratada, sabe que su aspiración de participar en unos Juegos Olímpicos es posible.

 

Lidia logró en Turquía no solo el octavo puesto individual y el bronce por equipos con la selección española, sino, sobre todo, vencer a la “Lidia de 20 años” y demostrarse a sí misma que la Lidia actual, mucho más profesional, más detallista, más centrada, es además más rápida. Conseguir rebajar su marca personal siete años después, “me ha quitado una mochila de encima, que aunque pocas veces hablaba de ella, me pesaba demasiado”.

 

El camino a París no va a ser fácil -solo hay una plaza libre y son varias las candidatas- pero menos aún lo ha sido el camino que le traído de vuelta a la elite: una operación del pie, un postoperatorio infernal, otra operación, otra recuperación difícil, miles de horas de entrenamiento, los resultados que no llegan… Lidia era en 2017 una de las atletas con más futuro en la siempre prolija cantera de marchadores españoles. Se veía en Tokio en 2020 y con altas aspiraciones. Pero todo se torció.

- En 2019 en una concentración en Sierra Nevada, mi entrenador me mandó hacer una caminata de veintitantos kilómetros y noté un dolor en la zona del sesamoideo del pie. Empecé ese año con muchas infiltraciones, se me iba el dolor y volvía, y al volver a entrenar tras la pandemia el dolor era tan insoportable que me tuve que operar. Fue en julio de 2020 con el doctor Leyes. La operación fue muy bien, me quitaron el sesamoideo, pero el postoperatorio fue horrible. Iba con las prisas de que al año siguiente eran los Juegos, pero no podía. Me tuve que volver a operar el verano siguiente. A consecuencia de haberme quitado el sesamoideo se me modificó la biomecánica del pie y no podía levantar el dedo gordo, lo que para la marcha es imprescindible. Me hicieron una osteotomía del primer dedo, cortaron los huesecillos y el doctor Monteagudo me dio los grados que yo necesitaba para poder hacer vida normal. No me aseguraba que yo volviese al alto nivel. Salió bien y aquí estoy, pero mucho tiempo después.

 

Han sido años malos en lo deportivo y en lo psicológico, en los que lo académico le ha servido de válvula de escape. No solo logró terminar la carrera de Medicina en 2020 –“a curso por año”-, sino también cursar el Máster en Ciencias de la Visión durante 2021, su año de parón por la lesión, y a su finalización obtener un contrato de investigador predoctoral para preparar en el Departamento de Oftalmología una tesis sobre el estudio de la retina en un modelo transgénico de Alzheimer. “Estudiar me ha ayudado siempre para distraerme de los malos resultados, para tener otra cosa de la que tirar. Yo digo que al final es como tener una bicicleta. Tú tienes dos ruedas, si una pincha puedes tirar con la otra”.

 

-Parece que le quitas importancia, pero sacar una carrera como Medicina y a la vez ser deportista de alto rendimiento no debe ser sencillo…

- Echo la mirada hacia atrás y te prometo que no sé cómo hacía. Sacaba buenas notas sorprendentemente. Me tenía que organizar muchísimo y sacrificar vida social. En cualquier momento tú me veías con los apuntes. Menos mal que, tras un primer año en el que tardaba tres horas entre ir y volver cada día desde Getafe, en el que estuve a punto de dejar la carrera, luego ya estaba interna en la Residencia Joaquín Blume y podía estudiar en los huecos de clases y entrenamientos. Me becaron y podía entrenar más. En esa época logré mis mejores resultados hasta ahora. Minuto que tenía, minuto que aprovechaba. Desarrollas como capacidades para estudiar rápido y bien.

 

Lidia confiesa que con el deporte ha tenido relación de amor-odio a lo largo de los años. A él le agradece mucho. “Yo soy Lidia, tal y como soy a día de hoy, por el deporte y obviamente por los estudios. Pero sobre todo por el deporte. La disciplina, la capacidad de sacrificio, la capacidad de sobreponerte a las decepciones…”. Pero también le responsabiliza de muchos malos momentos. “Entrenar es una rutina que muchas veces te salva porque no tienes que pensar en otra cosa, pero también puede ser tu condena porque si las cosas no van bien puedes hundirte y a ver quién te saca de ahí. Y en el deporte son más los momentos malos que los buenos. Al menos en mi experiencia”.

 

- ¿Merece la pena?

- A día de hoy te diría que estoy más contenta de ser médico que de mis logros deportivos. Es cierto que no ejerzo en un hospital, que no he hecho el MIR todavía, que es algo que me pesa entrecomillas porque mis amigos de promoción ya van a terminar la residencia. Pero yo aposté por el deporte. Es cierto que lo que estoy haciendo ahora mismo entrenando no lo voy a poder hacer dentro de seis años y el MIR siempre va a estar ahí. Pero no sé… Es cierto que tragas mucho sufrimiento, y muchas decepciones, y muchos fracasos. Y hay que saber cómo sobreponerse. ¿Merece la pena? Es una pregunta que me planteo todos los días. Como no he tenido unos años fáciles, pues es una pregunta que tengo muy presente. Pero bueno, espero que dentro de x meses yo pueda estar satisfecha consiga o no consiga ir a los Juegos. Estaré satisfecha de haberlo intentado y de haberme dado la oportunidad.

 

No obstante, algo ha cambiado en los últimos meses. Tras mucho tiempo, Lidia confiesa que ha recuperado la ilusión, que está volviendo a ser feliz entrenando. Ha encontrado un equipo de trabajo -compañeros y entrenadores- por los que le apetece levantarse cada mañana y, “aunque mi cuerpo esté dolorido de la paliza del día anterior”, coger su coche desde Getafe y pasar la mañana en las instalaciones del CAR de Madrid, junto a la Facultad de Bellas Artes, y tras pasar el mediodía y la tarde en la Facultad de Medicina, volver a última hora al CAR para hacer su doble sesión diaria de entrenamiento. “En el deporte influye mucho la motivación y la confianza en lo que estás haciendo. Si confías, te puedes sentir imparable o con más ganas de intentarlo”.

 

La clasificación para los Juegos Olímpicos pasa para Lidia por clasificarse en mayo, en una competición que se celebrará en La Coruña, para el Campeonato de Europa de 20 kms. Marcha, que se disputará en Roma a principios de junio. La competencia es feroz, ya que dos de las tres plazas del equipo español en París las tienen garantizadas María Pérez, actual campeona del mundo de la distancia, y la campeona de España, Cristina Montesinos. El último billete tiene varias candidatas de “muchísimo nivel”. Por Lidia no va a quedar. Este año ha apostado todo por ello. Incluso las navidades las pasó sola concentrada en la altitud del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, tratando de cosechar esos frutos que ahora empieza a recoger.

 

- ¿Y si no lo consigues? ¿Se acabó?

- Pensaba retirarme pasara lo que pasara, pero este año estoy disfrutando mucho. Voy a entrenar con muchísimas ganas porque tengo un grupo de entreno maravilloso, un entrenador que confía en mí muchísimo, y eso estos años yo no lo he tenido. El problema de las lesiones es que te sientes solo y casi abandonado. Por primera vez en mucho tiempo yo tengo mi equipo de trabajo que me está ayudando a salir adelante. La verdad es que ya no lo sé. A día de hoy te diría que posiblemente seguiré. Tengo 27 años y son los años más bonitos. No me voy a tirar como Chuso [Jesús Ángel García Bragado, marchador español que ha participado en 8 juegos olímpicos] hasta los 50 años y tampoco quiero empezar la residencia muy tarde, con 35 años. Pero creo que algunos años más, pase lo que pase, seguiré. He recuperado la ilusión. Mucho.