IGUALES

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“En muchas ocasiones, aún sin querer, discriminas. Tenemos que desaprender”

Fotografía: Alfredo Matilla - 13 jul 2021 16:20 CET

Mercedes García García, catedrática de Pedagogía Diferencial de la Facultad de Educación, es la delegada del rector para la Diversidad e Inclusión. A ella se debe, en buena medida, el diseño de las estructuras que tratan de promover en la Universidad Complutense la equidad y la convivencia. “La universidad tiene que ser excelente también por inclusiva, y la inclusión no es solo mirar a las personas de un determinado colectivo para que de alguna manera se sientan a gusto, sino que la inclusión tiene dos componentes muy importantes. Uno es la equidad, que va más allá de la igualdad, es intentar buscar cuál es el ajuste más adecuado para que la persona pueda desarrollarse al máximo. Y, sobre todo, entendemos la inclusión como convivencia en diversidad”, explica la delegada.

 

La profesora García está dirigiendo en los Cursos de Verano las jornadas “Educación superior, equidad y convivencia: retos y buenas prácticas ante las discriminaciones por diversidad”. Según explica, el curso “está pensado principalmente para recoger buenas prácticas, que también las hay, en la universidad, y que nos ayude a formalizar el Plan de Inclusión. No queremos que se llame plan de diversidad, sino justo darle ese giro de que lo importante es la inclusión. Por eso, la idea es llamarlo Plan de Inclusión para todas las Personas”. El curso está dando voz a personas expertas, tanto pertenecientes a la propia universidad, como a diversos organismos, instituciones o administraciones, para que muestren sus iniciativas, proyectos o políticas. Como indica la delegada, el curso se está centrando más en temas de interculturalidad y LGBTIQ que en discapacidad o diversidad funcional, “porque están menos trabajados”. También se celebran talleres “para ponerte en la piel de la otra persona, vivir cuál es la situación de las personas de esos colectivos que suelen ser miradas de otra manera, para que seamos conscientes de que nuestra cultura, nuestra educación, nos hace ver la homogeneidad de nuestra sociedad, pero no ver la diferencia o no ver la diversidad. Lo que intentamos es ser conscientes de que el mundo es diverso, de que la universidad es heterogénea, de que no todos somos iguales y, en consecuencia, de que tenemos que aprender a vivir en esa diferencia, en esa diversidad”.

 

- ¿Cómo está la universidad? En el curso se están mostrando buenas prácticas, pero ¿son muchas aún las malas?

- Cuando me preguntan por esto me viene el mito de quien dice: “Yo soy inclusiva”. O “soy una persona LGTBIfriendly”. O “no, no, yo no soy racista”. Y todo esto lo dicen, o lo decimos, porque tengo amigos gais, me trato bien con cualquier persona, respeto lo que me digan, no discrimino... Pero luego si lo piensas te das cuenta de que en muchas ocasiones, aún sin querer, sí que discriminas, porque no estamos acostumbrados. Tenemos que desaprender. Nosotros hemos sido educados de una manera homogénea y hay conductas o expresiones, por ejemplo, que nos salen directamente, a no ser que lo pensemos. No lo hacemos con maldad, pero nos sale. En la Delegación tengo la suerte de ver muchas buenas prácticas que se hacen en la universidad, pero también me llegan las personas que se han sentido mal.

 

-Quizá sea pedagógico poner ejemplos concretos…

Lo que nos llega a la Delegación es la punta del iceberg. Nos llega una persona que ha sido discriminada en el aula, o que la han señalado, o que aún, por ejemplo, solicitando al docente o al PAS de un determinado servicio de atención que le trate como mujer porque se considera tal, pero su aspecto a lo mejor no es ese, siguen insistiendo en llamarle de otra manera. Pues le están haciendo sentirse mal, y además tiene que mostrarse de una manera que no sería necesario, cuando la universidad está intentando facilitar todo ese proceso [La UCM tiene un protocolo que permite a los estudiantes elegir su nombre sentido en los documentos oficiales]. O cuando un docente tiene que elegir por jerarquía en un determinado lugar su docencia y le toca participar en varios campus o en varios horarios y le coinciden con su terapia física o psíquica o de lo que sea, y tenga que elegir o darse de baja, porque no le ajustan el horario. O cuando estudiante está en un aula y nadie se sienta a su lado o cuando un PDI va a un congreso y nadie le invita a participar. O cuando vas a un curso y te sientas en un rincón y nadie te pregunta si vas a tomar con los demás un café… Ese es el mundo que tenemos que cambiar. En la Delegación queremos dar ese trato fácil. Sabemos que si alguien ha dado el paso de venir hasta la Delegación es porque tiene una necesidad, y no poder ser una barrera más… Hay que coger la información, asentir cuando habla, darle confianza.

 

- La Delegación acaba de publicar la Guía de comunicación y trato inclusivo. ¿Cuál es su función?

- La idea es dar respuestas a quien se pregunta cómo debe tratar a otras personas. A mí misma al principio hablar en “e” me costaba, me sentía ridícula porque no era lo habitual. Ahora me voy encontrando más cómoda y puede dar sin problema la bienvenida a “todos, todas y todes”. El planteamiento de la guía es mostrar con un formato fácil las opciones que hay, pero no decir que tiene que ser de una determinada manera, sino que esto está en construcción, que puede cambiar, y tienes varias versiones. Tú elige la que consideres más conveniente en función de a quién te quieres dirigir. En lo de hablar con la “e”, por ejemplo, está la normativa gramatical de la academia que te dice una cosa, el uso social que dice otra y el uso amable o guiño que tienes hacia la otra persona. Bueno, pues tú eliges en cada momento que es lo que quieres, pero no te obligo a que hables con la “e”. Esa es la idea. En la Guía también nos preocupamos mucho en que se corrija el concepto de diversidad, que no me vincules diversidad a discapacidad, que es lo más frecuente. De hecho, ya durante el confinamiento, lo hicimos en las pautas que publicamos para docentes. Lo más fácil era haberse centrado solo  en los estudiantes con discapacidad, decir que los textos tenían que ser accesibles, o que hubiera contraste en las presentaciones. Pero, por ejemplo, insistimos en que también había que darles pautas para que utilizasen ejemplos diferentes sabiendo que en el aula hay personas de distinta diversidad cultural, origen, preferencia sexuales, identidades de género… Siempre vamos con ese planteamiento. La diversidad somos nosotros, está en cada una de nosotras.

 

- ¿En qué ámbito o ámbitos de la inclusión hay más trabajo por hacer?

- Sigo pensando que en todos los sitios. Es cierto que en discapacidad se lleva más tiempo y hay más entidades detrás. Pero hay que trabajar todo porque ese es el cambio de modelo: pensar en todas las personas. Es lo mismo cuando se habla del diseño universal; diseñamos para todas las personas.

 

- En la sesión inaugural del curso, María de los Ángeles Serrano, de Aneca, presentó el futuro Sello de Inclusión, al que podrán presentarse las universidades. A pesar del nombre, en principio parece que se va a centrar solo en discapacidad…

- Así es. Hay asociaciones, como la Fundación Once y Cermi, que han estado detrás de ello y si el Sello de Inclusión va a empezar por algo, es por discapacidad. Desde la UCM ya les les hemos dicho que inclusión no es solo discapacidad, pero por ahora parece que cuando arranque el próximo otoño se limitará a discapacidad. Primero habrá un proyecto piloto de universidades, en el que nosotros no vamos a poder participar porque no tenemos un Plan como tal, que es uno de los requisitos. Lo bueno, es que al ponerse en marcha el sello ya sabemos que si lo queremos, tenemos que tener el Plan.

 

- Lleva desde 2015, con un paréntesis de dos años, al frente de la diversidad en la UCM. ¿Ha notado una evolución en la universidad? ¿Es más sencillo ahora poner en marcha iniciativas relacionadas con la inclusión?

- Ahora es más fácil, sí. Ha ido creándose algo de cultura. Queda mucho por trabajar, eso es cierto, pero yo creo que ya es mucho más fácil y también sabes dónde es mucho más fácil empezar a cambiar las cosas y dónde tenemos que cambiar mucho. Y también una cosa que es buena es que trabajamos más o menos a la vez en Igualdad y en Inclusión, y eso nos ayuda cuando tenemos que hacer algún llamamiento o llamar la atención.

 

- ¿Los estudiantes están implicados?

- Lo podrían estar más, pero como en todos los sectores. Estamos haciendo, creo, una cosa bien que es hacer como píldoras formativas, formaciones muy puntuales a todos los ámbitos, que son muy bien valoradas porque no son grandes charlas, sino estrategias para empezar a cambiar, para empezar por pequeños retos que te hacen sentirte mejor a ti o al de al lado. Al estudiantado le gusta y también participa. La limitación es que normalmente los que participan suelen estar ya algo sensibles al tema. No llegamos todavía a aquellos que piensan que eso no va con ellos o que esto no es algo necesario en la universidad, que también lo hay. Queda mucho por caminar. Lo bueno es que la gente está muy implicada en esto, tanto las personas que trabajan en la Delegación como el propio equipo de dirección de la Universidad. También es importante, y quiero hacerlo público, la visibilidad que siempre nos da Tribuna Complutense. Es importante. Si no estuvieseis detrás diciendo que se hacen estas cosas, no se sabrían tampoco.