¿Se puede ser adicto al móvil? Clínicamente, no
Texto: Jaime Fernández - 11 mar 2022 11:02 CET
Este 10 de marzo, cinco expertos se han reunido en una nueva sesión de Encuentros Complutense para debatir sobre las “Adicciones en la sociedad de la información”. Todos ellos coinciden en que las adicciones asociadas a sustancias como el alcohol, el tabaco o los opioides tienen una clara evidencia empírica, mientras que no ocurre lo mismo con las adicciones conductuales. De momento las instituciones internacionales, como la OMS, han catalogado como adicciones los juegos de azar, en los que se apuesta dinero, y los videojuegos, pero todo lo demás queda fuera, desde un punto de vista clínico.
Joan Ramón Villalbí, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, estableció las pautas del debate, presentando los criterios de lo que es una adicción: aquello que genera deterioro funcional importante, tiene consecuencias físicas graves, desarrolla tolerancia, es relevante en la vida de los sujestos, provoca síndrome de abstinencia y pérdida de control, así como una estabilidad de la conducta disfuncional y recaídas. Y además es algo que otros trastornos no pueden explicar mejor.
A partir de todos esos parámetros, él mismo considera que es imposible considerar el uso del móvil como una adicción, y opina que en muchas personas, incluido él mismo, “un uso de móvil intenso viene en buena parte forzado por obligaciones laborales. A veces el móvil es el síntoma de otros problemas, como en los que apuestan con él, pero no es el problema principal”.
Con esa misma idea coincide Beatriz Martín Padura, directora general de la Fundación FAD Juventud (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), quien reconoce que la tecnología es omnipresente en nuestra vida, para la diversión, las relaciones, el aprendizaje… “y ahí los dispositivos son un mero instrumento, por lo tanto, hablar de adicciones al móvil es erróneo”. En caso de existir una adicción, será a los contenidos, “que muchas veces son nocivos o inapropiados para ciertas edades”.
Entre esos contenidos está el juego on line, el juego con dinero, que según Martín Padura, se ha convertido un nuevo modelo de ocio grupal, y en ese caso se considera una actitud de ocio inocua. De acuerdo con sus palabras, el problema surge cuando se hace de manera individual y acarrea graves problemas socioeconómicos. Por eso, y como recordó Villalbí, los juegos de apuestas ya están considerados también una adicción, que desde 2018 se extiende a los videojuegos, especialmente entre los varones adolescentes.
La directora general de la FAD Juventud opina, y en eso coinciden el resto de ponentes, que gran parte de la culpa de que esto ocurra así son las conocidas como 3A: accesibilidad, asequibilidad y anonimato. A esas se suman dos A más en el caso del consumo de pornografía: agresividad y aceptación de esa agresividad por parte de la mujer.
Trastorno hipersexual
Según Martín Padura, la dependencia excesiva de la pornografía “trunca trayectorias vitales, sobre todo en la adolescencia”. Tiene claro además que no puede ser que la pornografía sea la fuente principal de información a la hora de la educación afectivo-sexual, y para ello “la prevención desde la escuela y la familia es fundamental. La educación es la mejor herramienta”.
El catedrático del Departamento de Teorías y Análisis de la Comunicación, Ubaldo Cuesta, moderador de la mesa redonda, cree que además hacen falta políticas que prohíban esa pornografía en a que a la mujer se la cosifica y se la maltrata. Sobre todo en estos tiempos, donde niños y niñas de ocho años pueden acceder sin problemas a este tipo de vídeos.
Itziar Iruarrizaga, vicepresidenta de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), habló sobre el trastorno hipersexual, que suele estar relacionado con otros problemas previos como la falta de afecto y una sexualidad compulsiva. Para Iruarrizaga, el problema está mediado por 3C: el contenido, la cultura y la cronicidad. El contenido se relaciona con la visualización de imágenes con alta capacidad adictiva, que están despersonalizadas y deshumanizadas; la cultura se implanta dentro de la sociedad sexualizada en la que vivimos, y la cronicidad va a depender, sobre todo, de la edad de inicio.
Según un estudio realizado por la SEAS, la mayoría de la población adolescente entre 14 y 18 años, un 77,5%, no son adictos al sexo; un 15,2% tienen una posible adicción al sexo, en los que se ve mucha más dependencia emocional y con algún esquema de disfunción temprana, de metas inalcanzables; un 4,5% muestran una muy probable adicción al sexo, y en ellos se dan esquemas tempranos de abandono, de abuso o desconfianza, así como de búsqueda de reconocimiento, y el último 2,7%, que tienen una segura adicción al sexo tienen un “esquema disfuncional temprano de aislamiento social, y hay que trabajar con esos adolescente que están solos en su casa, sin ninguna relación social y que se pasan la vida viendo vídeos porno por Internet, con todo lo que ello conlleva”.
Cree Ubaldo Cuesta, siguiendo a Albert Camus, que lo fundamental es la contención, porque “la manera de ser feliz es ser una persona contenida”, y ese control de impulsos es “justo lo contrario de lo que nos enseñan ahora, en esta sociedad contemporánea, de los hipermedios, del hiperconsumo, de las redes sociales, donde todo el tiempo tenemos que divertirnos, y eso es justo lo contrario que el control de impulsos”.
Tratamiento
Más allá de esa contención, defendida por Cuesta, y de la prevención, a la que hicieron referencia tanto Villalbí como Martín Padura, la psiquiatra María Martín presentó algunos de los tratamientos que hacen, en concreto, en la Clínica Recal, un centro de tratamiento de adicciones.
Insistió Martín en que para la OMS una adicción es una enfermedad compleja, “física, mental y emocional”, a lo que ella añadió “y espiritual”. Desde un punto de vista fisiológico, “la adicción produce modificaciones en la estructura y el funcionamiento del cerebro” y cree la psiquiatra que “todo lo que proporciona un placer o bienestar puede llegar a ser adictivo”.
De ahí que en 2018 se incluyesen los videojuegos entre las adicciones, siempre que se cumplan tres condiciones: pérdida de control del tiempo que se dedica a los juegos, la prioridad que toman esos juegos frente a otras actividades vitales y que se continúa jugando a pesar de esas consecuencias negativas.
En la clínica ven que ese tipo de dependencias comportamentales se asocian, en muchas ocasiones, con otras adicciones a sustancias, e incluso están los que “se recuperan de la adicción a sustancias, tras un tratamiento, y las sustituyen por adicciones más conductuales, como videojuegos, por ejemplo”. También hay casos en los que hay adicciones comportamentales, sin sustancias, “sobre todo en gente más joven, con pacientes que se tiran 20 horas seguidas jugando”. En cualquiera de esos casos, muchas veces las adicciones se acompañan de algún tipo de problema de salud mental, “muchísimas veces con depresión, ansiedad, problemas en las relaciones sociales, traumas previos, trastornos psicóticos, déficit de atención y trastornos de personalidad”, así que la adicción suele ser “la punta del iceberg de todo lo que hay debajo y eso es lo que hay que trabajar en realidad”.
Para ello, en su clínica utilizan el conocido como modelo Minnesota, “que no es el único que existe”, que está basado en los doce pasos de alcohólicos anónimos, tradicional desde los años 50 del siglo pasado, cuando se empezó a implantar en Estados Unidos. Este programa busca tratar a nivel físico, retirando la adicción, pero también a nivel mental y “sobre todo a nivel espiritual”. En principio, sobre todo en el caso de adicciones a sustancias, se busca la abstinencia total y permanente, “lo que no se puede hacer con las adicciones comportamentales, porque la gente necesita usar el móvil, hacer compras, comer o tener relaciones sexuales, así que en esos casos se trata de establecer una relación sana con el tipo de conductas que les crean una adicción”.
Al igual que Martín Padura, la psiquiatra de la Clínica Recal cree en la importancia que tiene la familia, y en sus programas de tratamiento abordan las consecuencias que tiene la adicción para los familiares y cómo ellos mismos pueden ayudar en la recuperación. La idea final, con alguno de sus tres tratamientos, que van de más a menos intensidad, no es sólo que los pacientes dejen de ser adictos, sino que mejoren su calidad de vida.
La directora general de la Fundación FAD Juventud (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) cree, de todos modos, que antes de llegar a ese tratamiento, es muy importante empezar a trabajar desde las escuelas y desde casa “de una manera muy diferente a como lo estamos haciendo”. Concluye que en temas como el uso de la tecnología, “el mensaje culpabilizador y prohibitivo no nos viene bien”.