Bruno González Zorn ha dirigido el curso“Resistencia a antimicrobianos: La otra pandemia”

Bruno González Zorn: “La pandemia de la resistencia a los antibióticos es más peligrosa que la de la COVID-19”

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Alfredo Matilla - 27 jul 2021 00:00 CET

La OMS advierte de una pandemia silente, la de la resistencia microbiana a los antibióticos, que hoy en día ya es la responsable de la muerte de 33.000 personas al año solamente en Europa. Para ponerse al día de los conocimientos sobre este problema y para proporcionar soluciones, el profesor de la Facultad de Veterinaria, Bruno González Zorn, ha dirigido el curso “Resistencia a antimicrobianos: La otra pandemia”, dentro de la programación de los Cursos de Verano de la UCM.

 

Los tres grandes problemas que presentan las bacterias, para conseguir esa protección contra los antibióticos son de naturaleza diferente. Por un lado está la propia, y muy peculiar, transmisión de genes entre bacterias; por otro, está el exceso en el uso de antibióticos en las personas, y por último, el uso masivo en la ganadería.

 

Empecemos por la parte biológica, ¿cómo transmiten los genes las bacterias?

Una característica que tienen las bacterias es que son capaces de transmitirse genes de unas a otras en lo que se conoce como transferencia horizontal. Todo el resto de seres vivos en el planeta Tierra tenemos una transmisión vertical, es decir, tenemos que juntarnos uno con otro, y algunos dividirse, para que las próximas generaciones tengan esos genes, pero las bacterias no. Y no sólo eso, sino que además transmiten los genes horizontalmente de cosas que van aprendiendo durante su vida, es como si tú aprendes alemán y, de repente, a un amigo tuyo le pasas la capacidad de aprender alemán. Una bacteria que es, por ejemplo, resistente a un antibiótico junta los genes de resistencia y se los pasa a otras, con lo que esa diseminación es enorme, sobre todo porque no les hace falta ni siquiera el contacto directo, lo pueden hacer por el medio, y eso hace que las bacterias aprendan constantemente cosas y ese es el motivo por el que colonizan todos los ecosistemas. Una planta de este jardín donde estamos haciendo la entrevista, y todos los animales estamos llenos de bacterias y esa gran capacidad de adaptación es la que utilizan para adaptarse también a la presencia de los antibióticos.

 

El problema para detener esa adaptación parece muy complejo.

La mayoría de los antibióticos los hemos cogido de la naturaleza, que es donde llevan las bacterias miles de millones de años, así que es inútil pensar que utilizando sus propias herramientas vamos a poder erradicar esa adaptación. Las soluciones van a funcionar temporalmente, pero las bacterias se van a hacer resistentes a los antibióticos sí o sí.

 

¿Y con antibióticos sintetizados químicamente?

Cuando hemos hecho eso, pensando en que eso sería una panacea, porque esos antibióticos nunca han estado en contacto previo con las bacterias, al final se ha visto que las bacterias, con esa plasticidad genómica que tienen, se han hecho resistentes igual de rápido que a un antibiótico de la naturaleza. Así que podemos decir que las bacterias son los seres vivos más exitosos de la Tierra y lo seguirán siendo.

 

Si ninguna de esas soluciones son buenas a largo plazo, ¿qué se puede hacer?

Se podría intentar desarrollar antibióticos de una manera más rápida de lo que las bacterias consiguen hacerse resistentes, pero eso nos está costando. Nos ha resultado fácil durante unos años, pero parece que ya hemos cosechado lo que se llama en inglés the low hanging fruits, es decir, los frutos que están más cerca, como la penicilina o la tetraciclina. Ahora las otras parece que nos cuestan un poquito más, porque hay que tener en cuenta que un antibiótico tiene que cumplir muchas características, ya que tiene que ser útil contra la bacteria, pero además no tiene que ser tóxico contra las células, tiene que diseminarse homogéneamente por el cuerpo… Eso cuesta, así que se están intentando nuevas estrategias, como productos naturales, y sobre todo la prevención de las infecciones. Nos hemos fiado mucho de los antibióticos, pero quizás prevenir que una bacteria infecte a un individuo en un hospital es más fácil y más útil. En esa línea se están desarrollando vacunas contra enfermedades bacterianas, y sobre todo se están preservando los antibióticos de última generación, usándolos mucho menos, y para ello se está educando a todos los prescriptores, tanto de medicina humana como veterinaria, para que prescriban de una manera más eficiente, quizás con antibióticos de una generación anterior.

 

¿Por ejemplo?

En España se usa más amoxicilina clavulánico que en otros países, mientras que apenas se utiliza penicilina, que sí se usa mucho en Alemania. Hay que educar a los prescriptores para que hagan su trabajo de manera más acorde a la urgencia que tenemos de la resistencia a los antibióticos, con respecto a cómo se les enseñaba en los años 80 y 90 en sus carreras. Estamos intentando incluso cambiar el currículum de las carreras biomédicas para que al final de los estudios, y para eso la Complutense puede ser líder, se les dé un curso para enseñar a prescribir correctamente los antibióticos dentro de nuestra situación de pandemia silenciosa.

 

En España, desde hace unos pocos años, sólo se pueden comprar antibióticos con receta. ¿Se ha visto con ello una reducción del problema de la resistencia microbiana?

En teoría te lo tiene que prescribir alguien, aunque el último estudio muestra que todavía hay un número elevado de farmacias donde se dan los antibióticos sin receta, aunque esté prohibido. De todos modos, el problema es multifactorial y es muy importante no acusar a los farmacéuticos o a los médicos que prescriben demasiado. Quizás no han recibido la educación necesaria, o tienen una cola demasiado elevada de pacientes y no pueden decir a la gente que vuelva otro día a ver qué tal se encuentra. Para mitigar ese problema, con el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) se están realizando varias estrategias, como por ejemplo la receta diferida, que vale 48 horas y en función de cómo esté la persona en ese tiempo puede ir a por el antibiótico, pero si no empeora no hace falta que vaya, y eso está demostrado que ayuda para el menor uso de antibióticos. También sirve la receta electrónica, que permite controlar on line a todos los médicos y veterinarios, para saber cuántos antibióticos prescriben; y los mapas epidemiológicos, que permiten conocer qué bacterias resistentes hay en cada zona geográfica, para ayudar a prescribir de una manera más acorde con el siglo XXI.

 

Ha citado a los veterinarios, ¿también hay sobre prescripción en las consultas de animales de compañía?

Estamos estudiándolo, porque es una especie de agujero negro. La Agencia del Medicamento me pidió coordinar el Plan Nacional de Lucha Contra la Resistencia a los Antibióticos de pequeños animales, y ahí lo primero que hice fui incluir a Rafael Cantón, con quien he dirigido el curso en El Escorial, y que proviene del Hospital Universitario Ramón y Cajal. Esa colaboración es puro One Health, y por eso él estuvo completamente de acuerdo en participar. De todos modos, no ha habido muchos programas para ayudar contra esa sobre prescripción, porque no es fácil, ya que al ser animales de compañía hay una relación psicológica emocional alta y es difícil incidir. No se puede hacer a través de prohibiciones, sino que se debe hacer desde un punto de vista intelectual y en eso estamos haciendo un acercamiento para saber qué antibióticos se utilizan, qué niveles de resistencia tenemos y luego ver qué medidas hay que tomar.

 

A pesar de que sea como un agujero negro, ¿existen ya algunos datos?

Todavía no sabemos exactamente lo que ocurre. Sabemos de oídas, pero no tenemos datos científicos, así que hoy en día no sabría decir si en animales de compañía se utilizan muchos antibióticos de última generación o incluso algunos que están prohibidos de utilizar en animales. Es importante saberlo y así empezaron todos los planes nacionales, con la idea de abrir las ventanas, oxigenar un poquito, airear. A raíz de eso hay algunos indicios, porque se han detectado, por ejemplo, bacterias en infecciones urinarias en perros en la Comunidad de Madrid que son clones de bacterias hospitalarias. Así que sí que creemos que algunas de las bacterias que producen brotes intrahospitalarios en medicina humana son capaces de colonizar a nuestros animales de compañía, que se convierten en una especie de reservorio. Ahora hay que saber cómo de frecuente y de importante es esa transmisión entre nuestros animales de compañía y nosotros.

 

¿Ese conocimiento puede ser útil para los que conviven con animales?

Claro, nos va a decir si podemos besar a nuestros animalitos o no, a lo mejor no debemos tener un contacto muy estrecho cuando un animal sale del hospital, quizás hay que esperar quince días antes de que se descolonice, hacer un diálogo cruzado entre los hospitales y los veterinarios… Pero lo importante es saber lo que está ocurriendo, qué antibióticos se están utilizando y qué bacterias resistentes tienen. Y en eso da gusto la colaboración que existe con los clínicos de pequeños animales y con los laboratorios que trabajan con ellos. Es un programa pionero en Europa y creo que va a ser de gran éxito.

 

Ha comentado antes que no se puede prohibir el uso de antibióticos de manera generalizada. ¿Por qué no se puede hacer?

Se puede prohibir, pero se ha decidido no seguir esa vía porque en nuestro entorno la prohibición lleva al uso fraudulento, así que dentro de nuestro ecosistema lo hacemos todo con un plan voluntario tanto para la industria, como para los productores y los clínicos. Realmente sabemos que eso funciona en nuestro entorno, pero no todas las medidas son extrapolables en todos los países. Por ejemplo, fui a inaugurar un congreso en India y allí vi que se daban antibióticos sin receta en las farmacias sin problemas, incluso de ultimísima generación. Pensé que eso lo iba a parar yo de manera inmediata, pero el jefe de servicio del hospital que me había invitado me explicó que allí apenas hay acceso a un médico, así que el sistema sanitario se basa en el acceso a la farmacia, así que si quitas de ahí los antibióticos, dejas sin atención médica al 90% de la población. En definitiva, que en otros países la prohibición puede funcionar, pero aquí nos está funcionando muy bien el no prohibir.

 

¿Eso no puede causar un problema en este mundo globalizado donde vienen productos de cualquier parte del mundo?

Y se podría pensar que no son sólo los que llegan, sino los que consumimos en los viajes por el mundo, pero de todos modos cuando ves los mapas de resistencia a antibióticos se descubre que son constantes en los países, y eso a pesar de que el flujo de alimentos y personas en los países es muy alto. Las bacterias, en general, pierden los genes de resistencia a antibióticos que no les hacen falta, sí que cuando entra un gen de resistencia nuevo a Holanda por ejemplo, y resulta que ahí no se utiliza prácticamente ese antibiótico, ese gen se pierde. Sabemos, por tanto, que hay una relación directa entre el uso de antibióticos y la cantidad de bacterias resistentes a antibióticos, y no dependen ni de los viajes ni de la importación de alimentos.

 

En cuanto a lo de la voluntariedad de la industria ganadera para adherirse a la reducción del uso de antibióticos, hay algunos sectores como, por ejemplo, el del bovino en el que las dos mayores empresas del país no se han unido. ¿Se puede presionar de alguna manera?

La idea es que sean planes voluntarios en los que se adhiera todo el mundo y nos ha salido genial en porcino, mientras que en los otros tipos de ganadería lo estamos empezando ahora, así que no te puedo asegurar si vamos a conseguir que todos se adhieran. También ha funcionado muy bien en cunicultura, la industria de los conejos, porque el 100% ha llamado a la Agencia del Medicamento para hacer un plan que les convenga. Creo que es cuestión de tiempo, realmente, y quien no se adhiere es quizás porque todavía no lo hemos explicado lo suficientemente bien lo importante que es. De todos modos no descarto que en algún momento haya que tomar alguna medida punitiva, como  ha ocurrido en otros países, donde ya tienen un porcentaje de granjas u hospitales que han tomado medidas, pero una minoría no lo hn hecho.

 

Ha afirmado antes que cada país tiene su peculiaridad, pero aun así, ¿existe algún plan internacional para controlar esta pandemia?

Ese ha sido uno de los éxitos de la ONU, porque invitó a todos los países a tener un plan nacional, dentro de un plan mundial de lucha contra la resistencia a los antibióticos, y se ha adscrito la mayoría de los países, sin ninguna obligación legal. Fue sólo una sugerencia de la OMS, pero gran parte de las naciones están desarrollando ese proyecto con una perspectiva de One Health. Yo estoy en el grupo que asesora a muchos países a nivel mundial para desarrollar estos plants desde esa perspectiva, y es muy interesante, porque sólo con nuestra intervención externa se ha conseguido que la parte agrícola, la humana y la medioambiental hablen juntos.

 

One Health funciona como un engranaje perfecto entre los profesionales de las ciencias de la salud, pero ¿qué tal funciona con la otra pata, la del medio ambiente?

Ahora además estamos incluyendo ciencias sociales, porque realmente la economía, la psicología, la pedagogía y la sociología son fundamentales, por ejemplo, para cambiar la conducta de alguien que lleva prescribiendo un antibiótico concreto desde hace años, o para potenciar el lavado de manos en los hospitales, que es la primera barrera para impedir ahí la transmisión. Respondiendo a tu pregunta, para la relación con el medio ambiente estamos hablando con gente que es cierto que cuesta un poquito más, porque hay que explicarles qué es un antibiótico, qué tipos hay, para qué se usan… De todos modos, y aunque no hablamos el mismo idioma que médicos y veterinarios, estoy convenciendo de que vamos a conseguirlo y obtener muy buenos resultados.

 

¿Cree realmente que esta pandemia se puede parar?

La predicción es que para 2050, si no hacemos nada, la primera causa de muerte en el mundo será la resistencia de los antibióticos, con 10 millones de muertes al año. Pero sí estamos haciendo cosas, y en España, por ejemplo, hemos tenido un cambio radical con la Agencia del Medicamento, que creo que ha hecho un trabajo One Health espectacular, y estoy viendo también un gran movimiento a nivel europeo y mundial sobre el tema de los antibióticos. Me da un poco de miedo que todos los esfuerzos científicos y económicos se desvíen ahora a COVID-19 y vacunas, como ha ocurrido ya varias partidas presupuestarias que estaban destinadas a la lucha contra la resistencia a los antibióticos. Esos grandes movimientos de un lado a otro, en general, son peligrosos, porque cuando nos hemos enfocado en el mundo en una cosa solemos descuidar otra y es por donde ha emergido el peligro. Tenemos que tener mucha precaución los próximos años para no despistarnos, y aunque es importante luchar contra las enfermedades víricas emergentes, creo que la pandemia de la resistencia a los antibióticos es más peligrosa que la de la COVID-19. Es más silenciosa, pero en todos los hospitales ya hay bacterias que están matando a gente todos los días. De todos modos, estoy contento por los avances de los últimos años, porque compañeros nuestros llevaban desde los años ochenta luchando y apenas habían visto ningún movimiento, y sin embargo nuestra generación hemos tenido mucha suerte, porque dentro de nuestra vida profesional hemos vivido desde la acuñación del término One-Health a que el resto del mundo se mueva hacia donde estábamos nosotros, de manera uniforme. Sobre todo en este país, porque creo que el nivel de microbiología en España es especialmente alto, así que sí, soy optimista, relativamente optimista.