Jone Laspiur, Premio Goya 2021 a la Mejor Actriz Revelación: “Siempre voy a defender ir a las salas, porque la experiencia es totalmente diferente que ver las películas en la tele”
Texto: Jaime Fernández - 18 mar 2021 00:00 CET
El día 6 de marzo fue un día muy feliz para Jone Laspiur, quien con su segundo trabajo en el cine, conseguía alzarse con el Goya a la Mejor Actriz Revelación, por la película Ane. Laspiur, nacida en San Sebastián, ha estudiado este último año el Máster Universitario en Investigación en Arte y Creación (MIAC) de la Universidad Complutense, y ahora está en proceso de hacer su TFM. Cuando hablamos con ella, está eufórica, tanto por su Goya como por el éxito que está teniendo en Netflix, a nivel internacional, el otro filme que ha rodado, Akelarre.
¿Qué le ha sorprendido más, el Goya o el éxito de Akelarre?
¡El Goya, desde luego! Ya sabíamos que Akelarre era una gran producción y que podía tener tanto éxito, pero lo del Goya sí que es una sorpresa que viene sin avisar, totalmente.
¿Había visto las otras tres películas nominadas en su categoría?
Confieso que muy pocas, la verdad, porque este año no he tenido apenas tiempo de ir al cine. No he visto todas las que habría querido, así que ahora que voy a tener más tiempo es cuando voy a poder verlas.
Muchas de ellas están ya en plataformas, incluso antes de pasar por salas o muy poco después. ¿Cómo ve el enfrentamiento entre plataformas y salas? ¿Cree que podrán convivir las dos?
Esto es muy complicado. Yo siempre voy a defender ir a las salas, porque la experiencia es totalmente diferente que ver las películas en la tele y además están hechas para verlas en ese formato, pero también es verdad que hay mucha gente que no se puede permitir ir cada semana al cine. Con lo que cuesta una entrada de una película, hay plataformas en las que pagas todo el mes y puedes ver cosas todos los días, así que lo bueno que tienen esas plataformas es la democratización, pero el lado malo es que la gente deja de ir a las salas. No sé cuál sería la fórmula perfecta, quizás rebajar los precios en los cines, pero sea como sea animo a ir al cine, quien pueda que vaya. Yo intento ir todos los miércoles y es una gozada, aunque también da un poco de penar ver los cines como están con la pandemia. Es cierto que no se puede hacer nada, pero ahora, y mientras dure esta situación, que las salas estén llenas significa que estén a la mitad.
Hablemos un poco de Ane, una película en la que interpreta a esa chica del título, pero luego no sale demasiado, ¿es la ausencia de su personaje lo que más caracteriza al filme?
Esa ausencia es uno de los fuertes de la película, porque efectivamente, yo no aparezco hasta mitad de la peli, o más. Es muy interesante el ejercicio que hace el director de dar todos los datos, toda la información de un personaje, que luego va a ser otra, porque lo que se dice y se cuenta, luego al aparecer Ane, hace que empatices más o al menos te des cuenta de que no era como lo habías pensado. Es una película que habla mucho de ausencias de cosas, sin hablarlas directamente, pero que están palpables y sin que en el diálogo tengan que estar todas esas cosas narradas, porque ya se cuentan con las miradas, con los silencios, con los actos.
En la película, y sin ánimo de hacer un spoiler, hay una referencia a las protestas callejeras, a la kale borroka. Usted es muy joven para haber vivido esos movimientos, así que ¿cómo se ha metido en el papel?
La militancia política y el compromiso siempre ha estado muy en la calle, en la vida de todas nosotras, en las conversaciones, en las comidas, en las familias, así que creo que sí que existe una pedagogía política en el País Vasco bastante fuerte. Es difícil estar ausente de eso o no vivirla, aparte de que todos tenemos madres, padre, tíos, abuelos que en algún momento han tenido que estar en un lado o en otro, porque esa es la Historia, así que no se me ha hecho difícil del todo empatizar. Además la protagonista es una chica de 17 años, que es una edad muy intensa, y las causas, todo lo que crees, se vive muy intensamente en esa época vital y la implicación es muy grande. Para hacerlo mejor hablé mucho con los dos guionistas, David Pérez Sañudo y Marina Parés, y ensayé mucho, improvisando con Patricia López Arnaiz, y ahí se fue creando un poco el personaje.
¿Tuvo que superar un casting muy difícil?
Tras el casting yo pensaba, sinceramente, que no me iban a coger, porque eran escenas muy intensas, con mucho silencio, sobre todo escenas de discusión con la madre, y eran muy potentes. Yo iba ahí con mi intuición, con lo que sabía, con lo que podía rescatar de mis propias experiencias y de lo que ves en otras películas.
Los dos guionistas se llevaron el Goya al mejor guion adaptado y Patricia López Arnaiz, que hace de madre, se llevó el de mejor actriz protagonista. ¿Cómo fue la relación con ella?
Al final pasas muchas horas juntos, había ensayos que eran toda una tarde entera, con la comida incluida, y la mayor parte del tiempo, con Patricia, la pasaba hablando, charlando sobre la película o sobre nuestras cosas, opiniones sobre temas que no tenían nada que ver con el rodaje, y creo que eso es esencial para que la película funcione. A nivel de carácter además las dos encajamos muy bien, somos personas muy activas, más bien nerviosas, intensitas, diría yo (risas).
2020 ha sido un año muy especial, porque ha trabajado en Ane, también en Akelarre y en la serie Alardea.
Sí, y también en un corto muy bonito, Polvo somos, dirigido por Estibaliz Urresola Solaguren, que ha ganado varios premios.
¿Cree que todos los papeles que ha hecho tienen un elemento común, quizás el empoderamiento de la mujer?
Yo creo que sí. Para mí son personajes muy distintos, porque los he trabajado desde dentro, pero es verdad que todas son personas fuertes, intensas, con mucho drama, mucho juego de miradas, mucho silencio. En Akelarre, por ejemplo, mi personaje no tiene mucho diálogo, es un personaje muy físico, y en Ane también hay escenas enteras que son casi solo miradas, gestos… En general, como está construido el cine y la ficción, los personajes de las mujeres solían estar muy encasillados, y ahora eso está cambiando con mujeres con mucha más presencia, y por lo tanto son reivindicativas en ese sentido.
¿Qué será lo próximo que veamos suyo?
Acabo de terminar de rodar el primer capítulo de la serie Nunca abras esas puertas, de Nicolás Amelio Ortiz y Gastón Haag, y ahora voy a rodar una serie pequeñita en vasco, Larrugorritan, que se puede traducir como ‘desnudos’ o ‘en bolas’. La directora, Jone Arriola, es más joven que yo, tiene unos 22 o 23 años, ha conseguido una beca y está llevando a cabo este proyecto que habla de la juventud, las drogas, el sexo, de los tabúes de los jóvenes.
La escena cinematográfica vasca se está moviendo mucho últimamente. ¿Por qué cree que es así?
No sé cuál es la causa, pero sí que noto que hay una legitimización que se aprecia a nivel estatal, y eso anima también a que esta industria se esté haciendo ver cada vez más. Es cierto que películas siempre ha habido, aunque ahora hay muchas más y se están recibiendo muy bien, incluso aunque se rueden en euskera, porque el cine es universal como el lenguaje humano, y las cosas llegan en cualquier idioma.
¿Existe en el mundo del cine el pique típico que existe entre Donosti y Bilbao?
¡Qué va, qué va, no! (risas). Además, el País Vasco es muy pequeño y en esta industria todo el mundo se conoce, así que hay que llevarse bien, sí o sí.
En Ane hay un momento que le dicen a su personaje que tiene que reorientar su vida y que tiene que ir a estudiar a la Complutense, algo que ha ocurrido en la vida real.
Sí, es cierto, yo estudié Bellas Artes en Bilbao, en tercer año hice un intercambio y me fui a Buenos Aires. Después me vine a hacer el máster a la Complutense, pero ha sido un año muy raro, porque al poco de empezar nos pilló la COVID19 y tuve que hacerlo desde casa y telemáticamente, así que fue un poco a medias. Además, me ha pillado lo de los rodajes, con lo que me perdí un mes entero, así que ha sido una experiencia educativa muy diferente a cualquiera anterior. De momento estoy con el TFM y pensando retomarlo entre rodaje y rodaje, y aunque todavía no lo tengo muy claro, creo que irá sobre la implicación de los objetos en la construcción de la identidad y del paisaje urbano, algo así.
A pesar de esa falta de presencialidad y del tiempo perdido en los rodajes, ¿qué tal los profesores del Máster Universitario en Investigación en Arte y Creación (MIAC)?
Con Sara Torres, mi tutora, hemos tenido poco tiempo para conocernos, pero me ha parecido una bellísima persona y muy inteligente, así que espero que pronto podamos retomar el trabajo. Y del resto destacaría a Luis Mayo, uno de los mejores profesores que he tenido en la vida, claramente, tanto a nivel personal como a nivel profesional me parece una joya.
De todas las disciplinas artísticas, ¿cuál es la que más le gusta?
Siempre me ha gustado más la escultura, las tres dimensiones, aunque esculpir no he esculpido en mi vida, pero me interesa más esa unión entre artes, por ejemplo, entre la fotografía y la escultura, que la fotografía sea una parte estructural de la escultura misma. En general, me gusta más lo experimental o lo conceptual, y trabajo con mucho material desechado, con cemento, con yeso…
En alguna entrevista ha comentado que tiene varios instrumentos en su casa, ¿es también melómana?
De niña toqué el piano toda mi infancia y después me he ido un poco por la guitarra, aunque no soy tan hábil con ese instrumento, se me sigue dando mejor el piano. Digamos que hago cosillas, de forma amateur en casa. También es cierto que estuve en el grupo Koban de corista, que es una banda bastante diferente, sobre todo al principio, porque usaban mucho la trititixa, que es una especie de acordeón vasco, un instrumento tradicional que unían con música electrónica. La casualidad quiso que en un concierto con ese grupo, me viese Maite Arroitajauregi, que es quien ha hecho la banda sonora de Akelarre, y me comentó que había un casting que buscaba chicas de mi perfil, chicas que cantaban, lo envíe, hice varias pruebas y salió. Y ahí cambió mi vida.