DOCENCIA

La profesora Vega, ante una de las entradas de la Facultad de Educación

María Vega, profesora de la Facultad de Educación: “Un profesional de la educación lo primero que tiene que entender es que es un ser humano que está ahí para ayudar a otro ser humano”

14 dic 2020 17:36 CET

María Vega González, profesora del Departamento de Investigación y Psicología en Educación, lleva treinta años buscando, investigando y tratando de propiciar un cambio en la manera de enseñar en las aulas. Cree que han sido demasiados los aspectos que en este siglo XXI, si no antes, han cambiado tanto en el mundo de la educación como en el mundo propiamente dicho, que seguir enseñando igual que antes no solo es anacrónico sino muy poco provechoso precisamente para quienes deben ser el objetivo y los protagonistas de la educación: los estudiantes. Pone el acento en la formación de los profesores, en la necesidad de que acepten que el cambio es necesario. Tras dos décadas impartiendo -y a la vez aprendiendo- cursos para profesores que buscan ese cambio, se ha decidido a plasmar en papel (y en formatos electrónicos, por supuesto) todo lo vivido y aprendido en un libro. Se titula Creando comunidades de aprendizaje en la Universidad. Una propuesta de formación experiencial (Editorial Morata, 2020).

 

- ¿Qué es lo que propone en su libro, una renovación metodológica en las aulas universitarias o algo más profundo?

- No estamos hablando de renovación metodológica. Estamos hablando de que en la universidad se ha producido un cambio que ha venido desde mi punto de vista por dos empujes diferentes. Uno, de los profesores, que ven que no tienen los resultados de aprendizaje que ellos querrían tener, a pesar del esfuerzo y dedicación que hacen. Este fue un poco el inicio de mi trabajo. Un grupo de profesores se me acercó para decirme: “Yo me esfuerzo mucho y no consigo resultados, ¿qué puedo hacer?”. Y el otro fue Bolonia, el cambio de Bolonia.

 

- ¿Bolonia?

- Sí. Bolonia zarandeó absolutamente lo que los profesores hacían. Hubo algunos que entendieron lo que pretendía Bolonia desde el punto de vista de aprendizaje, pero muchos no. Entendieron que había que hacer cambios, pero solo en cuanto a los procedimientos. Y realmente los procedimientos hay que cambiarlos, pero porque tienen que cambiar los objetivos. Al cambiar los objetivos tienen que cambiar los procedimientos. Por eso este libro creo que puede ser importante, porque lo que ayuda al profesor es a darse cuenta de que no es el procedimiento lo que hay que cambiar. Lo que hay que cambiar es el objetivo que tú buscas en el aula. Que de antes estar centrado en los contenidos, en el programa, ahora tiene que estar centrado en el que aprende.

 

- Supongo que hay profesores que no lo entienden así…

- Algunos profesores han entendido que centrarse en el que aprende es perder su autoridad o perder la importancia que tiene el contenido. Todo lo contrario, el contenido es importante y la autoridad te la tienes que ganar, como siempre. Lo que pasa es que tú tienes que entender que hay diferentes formas de aprender y que tú tienes que potenciar aquella que permite un mayor desarrollo del ser humano.

 

- ¿La tradicional no lo hacía?

- La enseñanza tradicional estaba muy apoyada en modelos que imitaban, o por condicionamientos que no transformaban. Ahora mismo, los estudiantes tienen acceso a toda la información, cosa que nosotros cuando empezamos no. Eran los catedráticos o las personas que estaban cerca de la investigación los que nos la acercaban. Pero ahora no es así. Ahora lo que hay que enseñarles es a construir un conocimiento que verdaderamente lo puedan utilizar fuera del contexto donde lo han aprendido, lo que llamamos transferencia. Ahí el profesor se convierte en un facilitador, en un guía… El profesor que quiere seguir haciendo lo que hacía, resulta que el perfil de los estudiantes que llega es diferente y, además, el contexto del aula es diferente, el tiempo para dedicar a la asignatura es diferente… Todo lo que le hacía sentirse seguro es diferente. Por eso se creó un ambiente de crítica de que Bolonia tiene muchas dificultades y pocas ventajas. Pero los que ya llevamos tiempo habiendo hecho el cambio, de que lo importante es centrarte en el que aprende y ayudar a que aprenda a aprender sobre tu materia, porque tu materia puede estar obsoleta cuando acaben... pues nos vino a confirmar que estábamos en lo cierto.

 

 

- El libro surge de los cursos que ha impartido a profesores precisamente para trabajar esa otra manera de ejercer la docencia, a través de las denominadas “comunidades de aprendizaje”…

- Surge gracias a los profesores que han compartido conmigo sus experiencias durante más de 20 años. Se ha ido construyendo un legado cultural de conocimiento compartido que ha permitido que construya aquellos apoyos para que un profesor, que es de Anatomía, de Historia o de Derecho, que no tiene especial interés en la psicopedagogía o en la psicología de la educación en general, entienda que necesita ayuda, que necesita estar formado, porque ellos no son solo expertos en una materia, sino profesionales de la educación. Y un profesional de la educación lo primero que tiene que entender es que es un ser humano que está ahí para ayudar a otro ser humano y, luego, a través de la materia.

 

- ¿Y cómo plasma eso en el libro?

- Los cursos sobre comunidades de aprendizaje que llevo impulsando veinte años están basados en las propias experiencias reales de esos profesores de distintas materias. Con ellas construimos lo que llamamos un conocimiento situado, que está en el contexto natural. Para el libro tuve que hacer el esfuerzo de seleccionar aquello que para ellos era necesario para poder hacer ese proceso de autorreflexión, y desde ahí proponer su mejora. Se proponen cuatro principios, que es lo que yo llamo los cuatro “cras”: principio de aprendizaje constructivista (la c), aprendizaje recíproco (r), autoregulación (a) y situado (s). Para que ellos comprendan eso en sí mismos y cómo ellos lo pueden potenciar en sus alumnos. Y luego doy un organizador gráfico para que ellos se autoevalúen, con dos ejes. Uno está basado en la meta, a quién va destinado: si a todos o si a algunos, si vas a ser selectivo o quieres ser inclusivo, entendiendo que todos tienen derecho a avanzar en su crecimiento potencial de aprendizaje. El otro eje busca qué tipo de aprendizaje quieres que hagan: un aprendizaje de imitación o de reproducción de modelos o de condicionamiento o tú vas buscando un aprendizaje más constructivo y colaborativo que les lleve al pensamiento complejo, a ser más críticos y creativos. Porque, claro, los profesores nos quejamos de que el alumno no es crítico y creativo, pero si nosotros no creamos un contexto de aula que potencie esas competencias, esas capacidades, pues la pelota nos la vamos echando, los de primaria a los de secundaria, los de secundaria a la universidad. Y aquí damos por supuesto que tienen que venir ya con esas herramientas. Y si no vienen es porque nosotros como educadores, como formadores, algo estamos haciendo no correctamente.

 

- ¿Y una vez se autoevalúan?

- Entonces la idea básica ya es: vive tú, vívete como aprendiz, conócete como aprendiz y vete al aula como un aprendiz más que, junto con otros en una comunidad con un objetivo común, vamos a aprender sobre algo que nos ayudará a resolver problemas de diferente manera. Volviendo a la primera pregunta que me hacías: ¿esto es un cambio metodológico? Es cambio de concepciones, cambio de creencias, de lo que es un aula, de lo que es una relación profesor-alumno, de cuál es el papel que juega el contenido. Entonces una vez que tú has decidido junto con ellos, comprometidos con esa comunidad de aprendizaje, comprometidos a que queremos un aprendizaje de transformación, que implica una motivación intrínseca, vamos a ver que lo que hacíamos antes no es que no sea válido, es que no es suficiente. Tenemos que hacer algo más y ahí ya viene el aprendizaje recíproco, el autorregulado o el buscar contextos naturales. Entonces el trabajar en grupo no es bueno ni es malo, es una herramienta; el estudio de caso es una herramienta, pero si no está en coherencia con el compromiso y con lo que buscamos, pues esa herramienta puede ser un factor de riesgo más que una ayuda.

 

- Háblenos un poco más de los cursos de formación. ¿Se imparten en la UCM? ¿Cuánto duran? ¿Cómo funcionan?...

- Estos cursos empecé a hacerlos primero en las universidades privadas, que fueron las primeras que me buscaron y eran obligatorios para sus profesores. Luego vine a la Complutense y estuve un tiempo también formando aquí. Luego me fui a otra privada y ahora estoy otra vez en la Complu. En la Complutense ahora hay una comunidad de aprendizaje que sigue funcionando y hay otro grupo que no pudo terminar el curso pasado la formación previa a crear la comunidad. Se ofertan a través de los Cursos de Formación del Profesorado. Hay un curso inicial para cuestionar esa motivación de por qué voy al curso, que suele ser de dos semanas intensivas. Aquí se llenan enseguida las plazas con profesores de toda la universidad. En ese inicial al final hacen una autoevaluación como la descrita en el libro, de dónde están y dónde les gustaría estar, y ahí ya sí hay una decisión de formar o no parte de una comunidad para mejorar en aquello que ven.

De ahí se pasa a un primer nivel, que es el de la creación de comunidad de aprendizaje. Dura un curso académico para coger todos los momentos, desde que me presento en clase, situaciones de aula… En esos grupos ya se juega un papel activo, aunque yo les acompaño durante todo el primer año. Cuando acabamos ahí hay otro nivel, que ya es otro compromiso diferente, en el que yo ya guío mucho menos. Lo importante es crear esa estructura, que se vea que hacer una buena tarea de formación es compleja y que los problemas complejos requieren de un aprendizaje constructivo y colaborativo y, además, de lo que se llama la inteligencia colaborativa: no podemos resolver este problemas si no nos coordinamos como profesores o no nos ayudamos. Y eso es lo que está ocurriendo.

 

- ¿Está satisfecha con el porcentaje de profesores que se anima a participar en estos cursos?

- Evidentemente, y también se habla en el libro, hay profesores que nunca van a estar cerca de esto porque el contexto tampoco ayuda. El contexto no da tiempo para reflexionar, para compartir… Y solo los que tienen una motivación muy clara sobre ello vienen, pero el boca a boca está funcionando. Antes cuando hablaba de crear una comunidad de aprendizaje, a mí me miraban como… Ahora ya suena y no parece una cosa tan rara. Los cambios profundos son muy lentos, pero yo creo que hay muchos profesionales de la educación, en todas las áreas, desde infantil hasta universidad, que tenemos como pasión el cambio. Es lo del 20 y el 80 por ciento. El 20 tira del 80, pero entre ese 80 hay otro 20 que también tirará… Pero el contexto todavía es muy competitivo. La ANECA no ayuda mucho, porque se potencia mucho la comunicación de impacto. A los profesores se lo estamos poniendo muy difícil. Espero que lo equilibren. Yo no digo que sea más importante una cosa que la otra. La universidad sin investigación para mí pierde su sentido. Si yo no hubiera investigado esto, no lo habría conseguido. Lo que pasa es que hay investigaciones que parecen que están más reconocidas que otras, pero no vamos a entrar ahí.

 

- ¿La pandemia se ha convertido en una oportunidad? ¿Muchos profesores han visto que necesitan cambiar?

- Sin duda. La situación actual es otro empujón. Los profesores que no quieran hacer el cambio… Pues vamos a ver qué van a hacer. A lo mejor esperan que esto acabe muy pronto… Ojalá. Pero es que no es la tecnología. Es cómo vas a conseguir llegar tú a tus estudiantes en estas condiciones… Yo soy optimista, a pesar de que reconozco que todavía es algo muy raro. Pero ya no es tan raro. Yo tengo mucha esperanza, pero no va a ser fácil porque son cambios profundos. Este libro creo que puede ayudar, que se conozca que hay personas que están haciendo esto y lo están disfrutando.

 

- La última: ¿Por qué es tan complicado, o cuanto menos lento, cambiar en algunos ámbitos como el de la educación?

- Precisamente una de las cosas que me llevó a mí a hacer este cambio fue comprobar que lo que está publicado en los años 30 o 40 del siglo pasado todavía no ha transformado las aulas. Eso en otras profesiones es impensable y aquí ocurre. ¿Por qué? Porque la formación no transforma. Que yo conozca un autor no quiere decir que ese autor me trasforme en la mirada que yo tengo en el aula. Cuando hablamos de formación experiencial, cuando hablamos de comunidades de aprendizaje, es precisamente para experienciar, para encarnar esas nuevas formas de aprender y que entonces yo quiera cambiar, sabiendo que es difícil, pero sintiéndome arropado. La educación no puede ser aislada, puede ser autónoma o en colaboración, pero aislados no, porque si no nos unimos… Un estudiante con dificultades, ya sea en infantil, en primaria o secundaria es del centro, no del profesor. Es el centro el que tiene que responder. Mientras todavía sigamos pensando que es tu alumno el que tiene dificultades y tú eres quien tiene que responder, es que no ha calado la ciencia que ya lo ha demostrado. Y en la universidad lo mismo, ¿cómo vamos a trabajar por proyectos y por casos si no colaboramos los profesores? Los alumnos no van a tener tiempo, ni ellos para hacerlos ni nosotros para corregirlos. Solo coordinándonos y creando esas comunidades donde entendamos cuál es el compromiso que tenemos en las competencias transversales, vamos a entender que si tienen que aprender a leer y a escribir de forma autónoma o a investigar o a ser críticos, todos somos responsables en eso. Si compartimos tareas, pues entonces no tenemos que corregir todos todo. Tú corriges y el otro corrige un trabajo que tiene parte de tu asignatura y parte de otra. Yo esto lo cuento y me dicen que esto es pensamiento mágico. Pues sí, pero es hacia donde deberíamos de ir y de hecho los que tienen las oportunidades lo están haciendo, porque saben que así es la forma de aprender. Los grandes másteres, esos que cuestan tantísimo dinero lo que hacen es grupos reducidos, hacen proyectos y sobre eso trabajan. Aquí es más difícil, vale, pero ya tenemos un punto de partida. Yo voy a seguir luchándolo, defendiéndolo, mientras esté trabajando en activo. Y cuando me jubilen, seguiré. Y no me desanimo. Los cambios son a fuego lento.