CURSOS DE VERANO

Juan Diego Botto, durante su espectáculo

Escuchando a Botto

Fotografía: Alfredo Matilla - 28 jul 2021 12:29 CET

El actor Juan Diego Botto ha compartido su propia experiencia como exiliado e inmigrante, en una actividad titulada Invisibles, con voz y Botto, enmarcada dentro del curso ¿Emigrantes invisibles? Una mirada contemporánea sobre la emigración de españoles a EEUU (1868-1945), dirigido por el hispanista James Fernández. “El primer recuerdo efectivo que tengo como propio es subir a un avión con mi madre y mi hermana María, recorrer los pasillos, despegar, mirar por la ventanilla y ver el mar. Era el avión que me trajo de Argentina a España, ese primer recuerdo que yo tengo es el exilio de mi madre”, explicó Botto.  

 

El también dramaturgo, al que precedieron en el escenario el propio director del curso, James Fernández y el sociólogo y periodista Emilio Silva, además de la escritora María Dueñas, señaló que dos años antes de subir a ese avión, la junta militar que gobernaba en Argentina tras el golpe de Estado de 1976, secuestró a su padre, lo internó en la Escuela de Mecánica de la Armada, le torturó y le hizo desaparecer como a tantas otras personas desaparecidas durante la dictadura argentina. En 1978, cuando Juan Diego contaba con tres años, la familia pudo salir de su país e instalarse en Madrid, donde “nos terminaría yendo bien y nos asimilamos a esta cultura, que yo ya siento como mía”, dijo el actor.

 

Botto, que durante el último año ha realizado una exitosa gira por toda España con su última obra Una noche sin luna, sobre la personalidad, vida y muerte de Federico García Lorca, dirigida por el también actor Sergio Peris-Mencheta, explicó que hasta ahora sus textos teatrales siempre terminan abordando los mismos temas. “Hace tres años empecé a escribir esta obra, de la que estaba muy orgulloso porque por fin hablaba de algo que no tenía que ver con el exilio, la inmigración, el dolor, los desaparecidos o la impunidad”, apuntó.

 

No obstante, cuando el autor terminó el borrador de la obra, el director le pidió que escribiera un folio explicando lo que había querido contar con ese texto, y fue ahí donde Juan Diego Botto se dio cuenta de que había escrito un texto teatral “sobre un hombre –Federico García Lorca- que había sido detenido ilegalmente, fusilado y su cuerpo hecho desaparecer”. Su desaparición, según el autor, “es una historia de impunidad y, sin darme cuenta la pieza tiene que ver con la memoria, con la necesidad que tenemos de la memoria para construirnos individual y colectivamente”.

 

Asimismo, el dramaturgo también percibió tras esa reflexión, que estos temas recurrentes a los que siempre termina acudiendo a la hora de escribir, están sujetos a “esa línea divisoria que marca el avión” que le trajo de Buenos Aires a Madrid, y que implicó el exilio y esa vida que “vincula mi Buenos Aires con mi Madrid y mi pasado con mi  presente”, señaló Juan Diego Botto.

 

Peris-Mencheta también le propuso a Botto que remodelara un poco el texto, para que la obra reflejara su propia historia y dotarla así de una nueva personalidad. En Una noche sin luna “hablo de Federico, pero de alguna manera yo mismo también soy un personaje de la obra, y en ese juego de espejos entre el entonces y el ahora; entre esa búsqueda de la memoria; entre mi exilio, mi identidad y la del propio Federico, todo se entremezcla y terminamos en ese España-Argentina, con más España que Argentina en que me he terminado convirtiendo”, subrayó.