CULTURA

Hasta el 25 de abril se puede visitar en el Centro Cultural Casa de Vacas, del Parque del Retiro, la exposición “Presencias. Figuración y realismo en la escultura contemporánea”

Presencias complutenses en Casa de Vacas

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Luis Mayo - 8 abr 2021 10:47 CET

Hasta el 25 de abril se puede visitar en el Centro Cultural Casa de Vacas, del Parque del Retiro, la exposición “Presencias. Figuración y realismo en la escultura contemporánea”. Comisariada por los profesores de la UCM, Teresa Guerrero y Javier Martínez Pérez, en ella se reúnen esculturas figurativas realizadas por docentes del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes. Guerrero reconoce que la exposición ha sufrido una serie de percances temporales, como los retrasos debido a la pandemia y a Filomena, y un acelerón final por la convocatoria electoral en la Comunidad de Madrid. Las dificultades, de todos modos, se han superado, y los dos comisarios han conseguido reunir trabajos de cuatro generaciones de escultores que, como reconoce Martínez Pérez, “tienen en común un concepto de intimidad que se traduce en una cercanía a personas, animales u objetos con los que empatizamos y en los que nos vemos reflejados”.

 

A pesar de ese elemento en común que permea toda la exposición, en ella se pueden ver más de cuarenta obras de un grupo de escultores, todos ellos profesores de la Complutense, que desarrollan una investigación en la producción artística propia, unida a su labor docente, y que representan visiones únicas de la realidad. O como dice de una manera más poética Luis Mayo, también profesor del Departamento de Escultura y Formación Artística: “Es como un camino aristotélico hacia la belleza platónica con cuatro generaciones implicadas y enlazadas cariñosamente”. 

 

Entre los miembros de la primera de esas generaciones, se encuentran maestros del realismo madrileño como Francisco López, de quien se puede ver un bebé dormido, y Julio López, del que se expone a su hija en el ritual cotidiano de cambiarse las lentillas y un autorretrato como Cristo. Los dos, de acuerdo con Mayo, “parten de sus personajes más queridos para acercarse a lo sacro desde un planteamiento laico”.

 

En esta generación habría que incluir también a Francisco Toledo, profesor muy querido en la Facultad y a quien Mayo considera “alma del grupo en los 80 y el mejor escultor del penúltimo cuarto del siglo XX”. De él se puede ver un retrato del también complutense Agustín Úbeda.

 

La segunda generación incluye a un gran admirador de Francisco Toledo, el profesor Horacio Romero, quien presenta obras de tema vegetal y textil, en las que “su virtuosismo de orfebre transforma lo decorativo en la clave pitagórica de la realidad. Así como su retrato de Francisco López que en su perfección es inigualable”. 

 

Junto a él otros muchos artistas como Elena Blanch, la actual decana de la Facultad de Bellas Artes, quien “estiliza bellamente la figura de un modo que recuerda las vanguardias del XX, desde el surrealismo de Magritte a la metafísica de De Chirico”; Almudena Armenta, que “reflexiona sobre identidad y presencia con un doble retrato especular enjoyado con referencias a la escultura arcaica ibera y etrusca”, y Consuelo de la Cuadra, que abre la exposición con su Medusa, que “nos recuerda que la infancia tiene sus aristas, o bien que la maldad también tiene su lado tierno”.

 

De esta segunda generación también se puede ver obra de Tomás Bañuelos, quien “deslumbra con dos deshabillés femeninas de sus propias hijas y un autorretrato como escultor, cuyo palillo de auto moldearse recuerda peligrosamente a una navaja”; Óscar Alvariño, que presenta dos figuras de aire picassiano y un retrato del profesor Chacón; y Pedro Terrón, quien con “su cabeza de Medusa nos muestra una humanidad de gigantes que no sabe nada de nosotros. Su canon y contracanon componen la cara y la cruz de una revelación, en la que lo abyecto del interior de nuestros alma y cuerpo se nos muestran por vez primera, más allá de Freud”.

 

En la tercera generación se encuentran los dos comisarios de la muestra, y si Javier Martínez Pérez, con sus alegorías y figuras bíblicas “nos acerca mediante la belleza a los personajes sagrados”, Teresa Guerrero retrata a sus hijos como “arquetipos de la infancia y establece un juego de retratos magistral con Pedro Terrón, de tal manera que Teresa retrata a Pedro embelleciéndole mientras que Pedro plasma a Teresa afeándola; bajo esos barnices de belleza y fealdad está lo esencial de ambos en un tour de force soberbio”.

 

Como compañeros de generación están Paris Matia, quien “inventa el canon de las hadas”; Sonia Cabello, que esculpe la “psicología animal”; María Jesús Romero, que crea “un mosaico con los gestos cotidianos” y Ana Olano, que “retrata a su familia con una cercanía que nos emparenta con ellos”.

 

Por último, la generación más reciente está representada por David Llorente, con "dos retratos muy poéticos"; Rigoberto Camacho, con sus “dos cabezas de payaso besándose grotescamente”, y Ramón López de Benito, que con su durmiente “se aproxima a los valores del paradigma contemporáneo (lo monstruoso, lo abyecto, la identidad precaria) con las armas que ha recibido de sus antecesores”. Esta nueva generación permite soñar con un prometedor futuro de escultores complutenses.