CULTURA
Filología pone el nombre de Emilia Pardo Bazán a su salón de actos
Texto: Jaime Fernández - 16 mar 2022 10:44 CET
A lo largo de 2021, la Facultad de Filología realizó una serie de actividades para conmemorar el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, quien fuera la primera catedrática de la Universidad Central, el antiguo nombre de la Universidad Complutense de Madrid. Como colofón a ese año de actividades, la Facultad ha decidido ponerle el nombre de la escritora al salón de actos del Edificio D, en un acto en el que se ha aprovechado para presentar el libro Defensa de lo contemporáneo, escrito por el vicedecano José Manuel Lucía Megías, donde se narran, en detalle, los años de Pardo Bazán como catedrática.
Para la directora del Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía, Evangelina Soltero Sánchez, poner el nombre de “la” Pardo Bazán a este salón de actos es un acto de reconocimiento casi obligatorio, para compensar el poco caso que le hicieron a la escritora en su día al frente de la cátedra. También el decano de Filología, Eugenio Luján, considera que con este acto se “cumple con un deber”, que además es el reflejo de la política de su decanato de “llenar los espacios de la Facultad de la historia que realmente tienen”.
Si en 1916, cuando tomó posesión de su cátedra de Literatura Contemporánea de las Lenguas Neolatinas lo hizo con mucha oposición y debate, en esta ocasión se ha votado por unanimidad tanto el nombramiento del salón de actos como el hecho de colocar una placa en su honor en el mismo. El vicedecano de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales, José Manuel Lucía Megías, asegura que “Pardo Bazán ya no está sola, tiene muchas compañeras en la Facultad de Filología”, y además su defensa de lo contemporáneo, en lo que ella fue pionera, hoy en día es el tronco central de los estudios de este centro, ya que “permite entender nuestro presente y, con ello, el futuro”.
La vicerrectora de Estudiantes, Rosa María de la Fuente, ha recordado que a Emilia Pardo Bazán se la conocía como “la inevitable”, porque estaba en todas partes, lo que reivindica la “importancia de estar, de tener una voz propia”. Algo que, de acuerdo con la profesora Soltero Sánchez, ya tuvo Pardo Bazán, mucho antes de que lo hicieran otras escritoras como Virginia Woolf, siguiendo a algunas novelistas como Gertrudis Gómez de Avellaneda, que ya en el siglo XIX hablaban de la necesidad de la independencia económica como algo básico para las mujeres.
Dentro de esa reivindicación, la profesora complutense considera que es totalmente correcto llamar a la homenajeada “la” Pardo Bazán, porque “la individualiza y la hace única”. Al igual que también fue única, según el decano, en la introducción de los estudios contemporáneos de Literatura, lo que fue totalmente novedoso en nuestro país y que consiguió llevar adelante a pesar de la oposición de algunos intelectuales de su época como Ortega y Gasset.
Explica Lucía Megías, que el autor de La rebelión de las masas justificaba su voto en contra, porque “en Filología no se podía estudiar lo contemporáneo, sino que hacía falta una perspectiva de estudio de al menos dos siglos”. Pardo Bazán no se arredró por comentarios como ese, ni porque la RAE le negase (por unanimidad y por tres veces) su entrada en la academia, y llevó su discurso de la defensa de lo contemporáneo por toda España.
De acuerdo con Lucía Megías, a pesar de que en aquel 1916 ella ya era una escritora de altísimo prestigio, que llenaba auditorios allí por donde fuese, lo que quería era incluir su enseñanza en el mundo universitario, de ahí que, a pesar de tener pocos alumnos (aunque no más ni menos de los que podía tener Menéndez Pidal), estuvo totalmente volcada en sus últimos años de vida en esa cátedra de la que esperaba que saliesen discípulos.
A pesar de eso, en la inauguración de su último curso académico, el que comenzó en 1920, Pardo Bazán reconoció: “En cursos anteriores, en los cuales no he tenido fortuna de agrupar a mi alrededor una pequeña cohorte de alumnos, he explicado la literatura francesa desde sus orígenes para llegar a la época presente, pues no hay medio de que se comprenda una evolución del arte sin buscarla en su núcleo primitivo y en las raíces del pasado”. Y añadió: “Muchas veces he desertado de mi cátedra o, por mejor decir, es mi cátedra la que ha desertado de mí, pues yo no hubiese deseado otra cosa sino despertar en la juventud algo de interés por el asunto de mis explicaciones; y no lo he conseguido”.
Pero lo que en su día pareció un fracaso, poco después, desde 1933, cuando se inauguró la Facultad en el campus de Ciudad Universitaria, se convirtió en una realidad, tanto por la perspectiva de los estudios, más enfocados a lo contemporáneo, como por la presencia de las mujeres en las aulas. Según Lucía Megías, en aquel año, se pasó a 400 alumnos, del medio centenar que había en el caserón de San Bernardo, y de ellos más de 300 eran mujeres.
Eso le lleva a la vicerrectora Rosa María de la Fuente a reivindicar el papel de todas “las inevitables”, porque sin ellas no estarían aquí las demás mujeres.