NUESTRA GENTE

Los organizadores del "Editatón", celebrado en la Feria de Frankfurt

Filólogos en la Feria de Frankfurt

Texto: Isabel García Adánez - 26 oct 2022 14:21 CET

La Feria del Libro de Frankfurt, que acaba de celebrarse del 18 al 23 de octubre, es la más importante del sector profesional y el mayor recinto ferial que existe: tiene casi 600.000 mil metros cuadrados. No está concebida para vender libros, sino derechos de autor -hay un edificio casi blindado donde agentes y editores cierran los contratos millonarios de los bestsellers-, y cada edición tiene como Invitado de Honor a un país. A éste le corresponde el diseño un pabellón entero a modo de escaparate, en el mejor sentido del término, de su literatura y su cultura, y el futuro de estas, con la dimensión económica que lleva aparejada, depende bastante de la imagen que transmita. En esta 74 edición de la Feria, el “honor” le correspondía a España, pasados 31 años desde la primera vez en 1991. Por entonces se hizo patente que éramos un país moderno, con la Transición bien consolidada y mucho que contar y mostrar, como después confirmaron las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla en 1992. Pero eso había sido en el milenio pasado, y el pabellón recreaba nada menos que una plaza de toros (con arena patria auténtica). En 2022, se ve a una distancia de años luz frente a unas instalaciones cuya “Creatividad Desbordante” e inmejorable fusión de delicadeza y vanguardismo han dejado boquiabierto al mundo entero.

 

La metáfora que lo inspiraba todo era la teoría de las cerezas”, tomada de un cuento de Carmen Martín Gaite, pues la literatura es como comer cerezas: no te conformas con una sola, vas cogiendo puñados y engarzando una con otra. En efecto, todo estaba armonizado a la perfección y, a la vez, te sorprendía a cada paso. Ya los colores rompían con cualquier estereotipo de “lo español”: un rosa muy claro combinado con manchas en verde, negro, turquesa, naranja y fucsia fuertes, como las tintas que se entremezclan en el papel de guarda; había un cerezo en flor en mitad de un laberinto de luces, dos escenarios circulares creados con telas a modo de páginas de la Gramática de Nebrija, una gran serpiente sofá y media docena de instalaciones interactivas. Lo poético no estaba reñido con la tecnología, la inclusividad ocupaba un lugar destacado (una maravilla, la sección de la ONCE), y el variado programa literario, con voces de todos los géneros y generaciones -120 escritores-, estaba unido a conciertos y exposiciones en varios sitios de la propia Feria, de Frankfurt o de otras ciudades alemanas.

 

 

Para todo profesional y amante del mundo del libro, la Feria de Frankfurt es como la Meca. Una vez en la vida hay que ir, con independencia de que luego te encante o te horrorice (no suele pasar que deje indiferente). Para alemanes o españoles, “filólogos de alemán” o “de hispánicas”, un Frankfurt con España como Invitado de Honor y el lema general “Translate Words – Transfer Ideas – Transform Minds” es como fusionar la Meca, el Olimpo, el Séptimo Cielo y el local de moda más cool del planeta. Es The Place-To-Be… y de allí acabamos de volver quien escribe y cinco jóvenes que no habían ni nacido en 1991 y hoy son profesores o investigadores vinculados a Filología Alemana de la UCM: Sandra Agejas, Sofía Katsikis, Alejandro Muñoz Aporta, Agustín Pérez Baanante y Kilian Stockmeier.

 

Quizás entrásemos un poco por la gatera en ese recinto con 4.000 expositores de profesionales de 95 países, pero hay que reconocer que la gatera era grande y estaba tentadoramente abierta.

 

Ya en junio habíamos hecho en Filología un editatón o editatona (dícese de la sesión colectiva para editar artículos en Wikipedia sobre un tema determinado). Con la colaboración de unos 60 estudiantes y coordinadores de las universidades de Münster y Ratisbona, realizamos más de 80 entradas de autores españoles en la enciclopedia en alemán. Nos gustó mucho (Wikipedia es un mundo), vimos el potencial del proyecto y conocimos a los organizados Wikipedianer (en alemán son eso). No fue, pues, nada difícil forjar la alianza que nos introdujo en la Feria, porque ellos suelen ir, entre otras cosas a hacer editatonas de fotografías profesionales (con licencia libre) de autores y personalidades. El vínculo con España que podíamos ofrecer complementaba sus destrezas, con lo cual, durante cinco días no se ha parado de teclear para mejorar artículos de escritores que igual habías escuchado media hora antes sobre el escenario. A alguno le actualizamos el texto allí mismo o corregimos datos. Alucinante.

 

Agradecemos esta oportunidad, en primer lugar, a Elvira Marco, comisaria de la Feria, pues fueron suyas la idea del editatón inicial y el encargo de un interactivo para el pabellón (“La traductora”). Gracias también a Giselle Etcheverry, responsable del programa literario y cultural, por hacer hueco a los wikipedistas (en español se dice así) y a las charlas y talleres de Florencia Claes, presidenta de Wikimedia España. Debemos muchísimo a Wikimedia Deutschland, en especial a Jens Best y Martin Rulsch, así como al Departamento de Filología Alemana y Filología Eslava, al Vicedecanato de Cultura y Biblioteca y al Decanato de nuestra facultad, porque sin su apoyo no habría sido posible viajar todos. Y, aunque no citemos los nombres, no olvidamos a los equipos de la Dirección General del Libro y de la agencia de comunicación Prodigioso Volcán.

 

En Frankfurt, el tiempo y el espacio obedecen a reglas propias. La primera mañana confundes los pabellones, los pisos y los pasillos a pesar de sus enormes rótulos, porque no te dicen nada. En escasas 24 horas, corres con el portátil bajo el brazo desde el Gremio de Editores al Fórum, sea atajando por el Ágora, sea por las cintas mecánicas del interior, ruta que se presta a pillar algún libro de muestra y cosas ricas de los obligados cócteles de bienvenida. Los rótulos se convierten en países o editoriales y dices cosas surrealistas como: “¿Queda caipirinha en Brasil o cojo zumo de Random House?”). Un día más y nos movíamos por el onírico pabellón español como pez en el agua… o como filólogo por Filología.

 

Se hace muy extraño despertar de este particular “Sueño del Pabellón Rosa”. Ha pasado una semana exacta, y solo las fotos nos convencen de que estuvimos allí de verdad, codeándonos con los escritores más famosos del país y con quienes no tardarán en serlo. Es más, incluso estrechamos la mano a SS.MM. los reyes (sí, también hay foto de que se detuvieron en la humilde caseta 4.1.D.85, mientras colocábamos los lápices y ositos de goma veganos de Wikimedia junto a unos tiestecillos con el escudo de la Complutense llenos de huesos de cereza que hacían un guiño al lema y “sembrarán para el futuro”.

 

No sé si nos notarán cambiados en la uni, donde ya habremos vuelto a vernos, porque es difícil que no te cambie un poco una experiencia tan única e intensa. Eso sí, lo que está fuera de duda es que, si lo hemos pasado tan bien, es porque esta intrépida “Compañía del Anillo” (o, más bien, del Libro o la Tecla) vivimos la aventura juntos.

 

Isabel García Adánez es profesora del Departamento de Filología Alemana y Filología Eslava de la Facultad de Filología de la Universidad ComplutenseEs Premio Nacional a la Mejor Traducción 2020, concedido por el Ministerio de Cultura, por traer al español Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío, de Herta Müller (Rumanía, 1953), Premio Nobel de Literatura 2009