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El pasado 24 de noviembre se celebró, en el salón de actos de la Facultad de Veterinaria, la novena jornada del ciclo “Los ODS: desafíos medioambientales para un planeta con futuro”

Hambre Cero, un ODS prioritario

14 dic 2021 10:52 CET

El pasado 24 de noviembre se celebró, en el salón de actos de la Facultad de Veterinaria, la novena jornada del ciclo “Los ODS: desafíos medioambientales para un planeta con futuro”. Tras la apertura de la jornada por parte de Manuela Fernández, vicedecana de Posgrado y Ordenación Académica y Relaciones Institucionales de la Facultad, comenzó la sesión con una ponencia a cargo de Juan Prieto, representante permanente de España ante la FAO, y después una mesa redonda en la que se analizaron los retos y desafíos que supone el ODS 2: Hambre Cero, en la que participaron Manos Unidas, Refood, Comisión Española de Ayuda al Refugiado, Médicos sin Fronteras y la Fundación Banco de Alimentos de Madrid.

 

En la ponencia de Juan Prieto, titulada “Cumbre de los sistemas alimentarios” se hizo un repaso a la evolución del hambre en el mundo en las últimas décadas, para después centrar su presentación en la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU, recientemente celebrada en Nueva York, el 23 de septiembre de 2021.

 

Tal y como comentó Prieto, en 1945, el 45% de la población padecía subnutrición, mientras que en 2020 es el 10%, lo que ha supuesto una notable mejoría. Sin embargo, todavía existen unos 800 millones de personas que pasan hambre y 300 millones se encuentran en riesgo de padecer hambrunas severas. Además, la COVID-19 ha supuesto un importante retroceso, pues en 2020, el número de personas desnutridas se incrementó en unos 100 millones de personas. El aumento de la urbanización y el descenso de la población rural hace que menos personas, especialmente las que viven en el medio rural y producen alimentos, vayan a tener que mantener a una población creciente. Además, los sistemas alimentarios tienen que ser cada vez más eficientes y sostenibles, porque no hay que olvidar que la producción de alimentos consume alrededor de un 60-70% del consumo de agua dulce del planeta y es responsable en torno a un 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, los sistemas alimentarios pueden ser parte de la solución para garantizar la protección del medio ambiente.

 

Comentó también Prieto lo preocupante que es el desperdicio de alimentos, que afecta a cerca de un 35% de todos los que se producen en el mundo. Este desperdicio de alimentos tiene importantes consecuencias sociales, económicas y medioambientales. Y en eso, la cumbre de los sistemas alimentarios ha demostrado el compromiso internacional por la erradicación del hambre en el mundo, mejorando la protección medioambiental y el despilfarro de alimentos. La conclusión del ponente es que, aunque se ha avanzado en la lucha contra el hambre, todavía queda mucho camino.

 

La mesa redonda

María José Hernando, técnica del Departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas, reiteró que, aunque se ha reducido la subnutrición en el mundo, no es para estar satisfechos, porque todavía hay 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo. En este sentido, hay que procurar que la gente pueda acceder a los alimentos y, preferiblemente, producirlos con sus medios. Hay que conseguir que la gente recupere protagonismo y apoyar sus iniciativas para obtener los recursos necesarios. Aseguró Hernando que “saben cómo hacerlo, tienen medios, pero no pueden acceder a ellos por diversos motivos”. Además, indicó que el hambre no es sólo no tener posibilidad de acceder a alimentos sino también no poder acceder a alimentos seguros. En la actualidad existe un problema de distribución global de los alimentos, que no sólo afecta a los países del sur, en los que las grandes corporaciones tienen una gran influencia.

 

La ponente también indicó que si los compromisos en las cumbres internacionales no son vinculantes es muy difícil que se pueda conseguir un optimismo razonable, lo que la llevó a concluir que en el centro de todo debe estar siempre la dignidad de la persona, y que por eso no se puede consentir que ninguna persona pase hambre, “el hambre debería ser declarado ilegal”.

 

Laura Nicolás y Laura García, gestoras de Cultura y Comunidad de Refood España, presentaron esta organización sin ánimo de lucro, 100% voluntaria, solidaria y sostenible, que tiene como misión eliminar el desperdicio de comida y el hambre barrio por barrio. Su proyecto es micro local, se trata en sus propias palabras, de “hacer barrio”, y la razón de ser de este proyecto es que en todas las sociedades se tira mucha comida y, al mismo tiempo, existe mucha hambre.

 

Explicaron las dos gestoras que los voluntarios de la organización recogen excedentes de comercios minoristas y algunos colegios mayores, y los reparten entre la población más necesitada. Actualmente cuentan con un pequeño local, desde donde hacen el almacenamiento y distribución de la comida, lo que limita el volumen de gente que pueden atender, pero pronto tendrán un local más grande con el que podrán atender a más personas. Los voluntarios hacen diferentes rutas recogiendo alimentos que están a punto de caducar y que no van a venderse, para luego redistribuirlos entre la gente necesitada. Las ponentes concluyeron que el hambre no es sólo tener para comer, sino comer bien, y en este sentido, identifican el problema más con el término inseguridad alimentaria que con el hambre propiamente dicho.

 

Cristina Sirur, responsable de Incidencia Política y Participación Social en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado de la Delegación de Madrid, presentó su organización y su labor de acompañamiento a los refugiados. Sirur definió a un refugiado como a una persona al que su Estado de origen no le protege e indicó que hay muchos perfiles de personas refugiadas, no sólo por conflictos bélicos o como consecuencia del hambre. El Estatuto de los Refugiados de la Convención de Ginebra de 1951 definió quién es un refugiado y quién no, y los derechos fundamentales de los refugiados, sin embargo, dentro de estas definiciones de refugiados, por ejemplo, no se contemplan algunos supuestos, como los movimientos migratorios forzados por desastres climáticos.

 

Una parte importante de los refugiados huye de sus países porque pasan hambre. Y cuando consiguen su condición de refugiado, y están en programas de acogida, en principio, tienen garantizado el alimento. Sin embargo, estos programas de acogida son temporales y nadie puede garantizar que posteriormente, vayan a sufrir inseguridad alimentaria, si no se lleva a cabo una integración plena en la sociedad.

 

Muskilda Zancada, delegada de Médicos sin Fronteras en Madrid, diferenció la acción de MSF de la de las otras organizaciones que estaban representadas en la mesa redonda, ya que su ONGD tiene como objetivo la acción médico-humanitaria, no es una organización de cooperación al desarrollo. La organización asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y exclusión de la atención médica, y estas intervenciones son limitadas en el tiempo y no aspiran a transformar una sociedad sino a permitirle superar un período crítico.

 

Entre las situaciones urgentes que trata Médicos sin Fronteras está la desnutrición, y es que, a nivel mundial, más de 3 millones de niños menores de 5 años mueren por desnutrición. O no existen alimentos o las familias no pueden pagarlos, pero la falta de nutrientes hace mucho más vulnerables a otras enfermedades, en especial a los menores de 2 años. En los programas ambulatorios para niños sin complicaciones médicas, se utilizan alimentos preparados (RUTF) que no contienen agua ni la necesitan para su ingesta, concretamente, son una pasta a base de leche en polvo enriquecida, cacahuete, aceite y azúcar, y contienen todos los macro y micronutrientes que necesita un niño con desnutrición severa. El uso de estos alimentos preparados les permite ir sólo una vez a la semana al centro de salud para visitas de control, en los que también se aprovecha para vacunarlos.

 

Cuando la desnutrición es más grave, requieren ser hospitalizados y se les alimenta por sondas. Zancada insistió en que cuando hay crisis continuas se limita mucho la posibilidad de producir alimentos, y existen territorios que están devastados, a pesar de eso “cada uno, desde nuestro lugar, podemos aportar algo”.

 

Ana Rosa Ormaechea, subdirectora general de Aprovisionamiento de la Fundación Banco de Alimentos de Madrid, explicó que su objetivo es recoger gratuitamente los alimentos que les dan para darlos también sin coste, así como luchar contra el despilfarro en origen y el desperdicio en las fases finales de comercialización. En la Comunidad de Madrid, el Banco de Alimentos facilitó en 2020 una comida diaria a 190.000 personas en situación de pobreza, a través de las 565 entidades benéficas legalmente reconocidas.

 

La ponente incidió en dos problemas que, a su juicio, son muy relevantes. En primer lugar, el hecho de que los precios que perciben los productores son, en ocasiones, muy bajos, y no les compensa recoger los alimentos, así que debería acordarse un precio que permitiera la recogida de estos alimentos y que no se echaran a perder para donarlos a los más necesitados y mantener, al mismo tiempo, vivo al campo.

 

El segundo problema es la gran cantidad de desperdicio de comida en los hogares, casi el 50% del total. La ponente incidió en que los problemas de desperdicio no se solucionarán hasta que no se apruebe una “Ley del Buen Samaritano”, que otorgue una protección legal a aquéllos que donan alimentos. Este tipo de legislación ya funciona, por ejemplo, en Italia, y clarifica las responsabilidades derivadas de la gestión de los alimentos donados por actores que no realicen esta actividad de forma profesional. Esta Ley, junto con la correspondiente guía de donación, daría seguridad jurídica a los operadores que la realicen y supondría un importante aliciente para fomentar la colaboración de particulares, restauradores y productores. Una ley de ese tipo permitiría distribuir alimentos que se van a tirar por ejemplo en supermercados, en celebraciones como bodas, etc. y que actualmente no se lleva a cabo debido a problemas legales.

 

Posteriormente, la ponente habló de cómo seleccionan los alimentos que distribuyen, que tienen que ser no perecederos, porque hay gente que no tiene capacidad para conservar los alimentos y fáciles de preparar para que no suponga un elevado coste energético por un elevado tiempo de elaboración.

 

La Facultad de Veterinaria invitó a las diferentes ONG participantes a poner en marcha diferentes iniciativas con las que sumarse a su excelente labor, apoyando tanto recogidas de fondos, como ofreciendo los conocimientos de profesores y estudiantes de los grados en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y de Veterinaria, impartidos en el centro, para facilitar su trabajo con elaboración de menús o recomendaciones sobre seguridad alimentaria. Como ejemplo de estas iniciativas, la Facultad de Veterinaria ya se ha convertido en un punto de recogida de alimentos y juguetes para la Campaña de Navidad 2021 de Refood España.