CULTURA

David Catalunya y Koos van de Kinde, con el órgano recuperado por el ICCMU

El Instituto Complutense de Ciencias Musicales hace sonar un órgano del siglo XI, el más antiguo de la cristiandad

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: CTS - 11 sep 2025 10:06 CET

El 9 de septiembre, el Museo de Tierra Santa de Jerusalén ha acogido la presentación de un órgano que transportaron los cruzados a dicha ciudad y que llevaba en silencio más de 800 años. Escuchar tal y como sonaba un órgano hace mil años ha sido posible gracias a un proyecto de investigación internacional liderado por el musicólogo David Catalunya, e impulsado por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) en colaboración con el Terra Sancta Museum y la Custodia de Tierra Santa.

 

Álvaro Torrente, director del ICCMU, ha explicado, en la presentación, que hoy en día prácticamente todas las iglesias cristinas tienen un órgano, pero que cuando los cruzados llevaron el órgano a la Basílica de la Natividad era toda una novedad, “era el instrumento musical más vanguardia utilizado entonces en el culto, un instrumento diseñado para convertirse en el emblema de la música sacra”.

 

Asegura Torrente que “el órgano de Belén no es solo un maravilloso tesoro antiguo que ahora podemos contemplar en este museo de Jerusalén, sino que también es una fuente extraordinaria de conocimiento sobre la creación musical, la ingeniería y la artesanía europeas, que sin duda transformará nuestra comprensión de la cultura medieval. Sería como encontrar un dinosaurio viviente, algo que nunca imaginamos encontrar, hecho realidad ante nuestros ojos y oídos”.

 

El arqueólogo y director de las secciones Histórica y Multimedia del Terra Sancta Museum, Eugenio Alliata, ha explicado que el descubrimiento del órgano fue algo totalmente casual y ocurrió hace más de un siglo, en 1906, durante la construcción del Hospicio Franciscano para Peregrinos en Belén. De aquella época data una antigua crónica del archivo de la Custodia, donde ya se menciona el descubrimiento de 250 tubos antiguos, junto con 11 campanas. Aquello se mostró al público en el Museo de los Franciscanos de Jerusalén, pero nunca se restauró, hasta ahora.

 

El proyecto

David Catalunya asegura que “este órgano se construyó en el siglo XI, por lo tanto, nos encontramos muy cerca de los orígenes de la tradición organística en la cristiandad, ya que el órgano se introdujo en la iglesia latina a finales del siglo X”. De acuerdo con el director del proyecto, este instrumento despertó un gran entusiasmo, por lo que rápidamente se convirtió en un símbolo de dicha iglesia.

 

Las pistas históricas apuntan a que el órgano que ahora se presenta en Jerusalén se construyese a principios del siglo XI, y que se utilizase en algún lugar de Francia durante casi un siglo antes de que los cruzados lo transportaran a Tierra Santa a principios del siglo XII. En esa centuria se utilizó en la Iglesia de la Natividad y finalmente fue desmantelado a principios del siglo XIII para protegerlo de nuevas invasiones, por lo que “los clérigos latinos de la Iglesia de la Natividad cuidaron al máximo este material con la esperanza de algún día recuperarlo y restaurarlo. Y ese día ha llegado casi ocho siglos después”.

 

De acuerdo con Catalunya, los tubos se han mantenido en “un estado de conservación increíble, tanto que parecen hechos ayer, son como una cápsula del tiempo, así que no sólo es el más antiguo de la cristiandad, sino que posiblemente es el instrumento más antiguo del mundo que conserva su sonido y sonoridad originales”.

 

La investigación del ICCMU comenzó con un análisis muy detallado de todos los tubos, haciendo más de 5.000 mediciones con todos los parámetros susceptibles de ser medidos. Después, procedieron al diseño y la reconstrucción de las puertas del órgano, ya que el único material original que se ha conservado son los tubos, para reconstruir su estructura original, utilizando información diversa como los tratados medievales sobre construcción de órganos, ya que la primera idea del proyecto era revivir este instrumento mediante una réplica.

 

No obstante, durante la investigación, descubrieron que ocho de los tubos originales seguían sonando exactamente igual que hace 1000 años. Con los numerosos tratados que existen del siglo XI que describen cómo fabricar tubos y cajas de órganos han reconstruido las piezas faltantes, con la suerte de que “el estado de conservación es tan excepcional que todavía están las marcas del organero o el nombre de las notas”. Entre esas marcas están también las que se usaban para la afinación y la sonoridad de los tubos, “lo que es una información asombrosa que permite reconstruir los tubos exactamente cómo se hacía hace un milenio”.

 

Antes de hacer sonar el órgano para los asistentes a su presentación, Catalunya ha aclarado que el proyecto de investigación durará todavía varios años, ya que está previsto realizar reconstrucciones completas de todo el instrumento, que además tiene una característica muy peculiar, y es que “por cada nota que se toca, hay 18 tubos que producen sonido, y eso es algo que nunca habíamos escuchado en la historia moderna, así que queda mucho trabajo para poder construir una réplica completa de este órgano”.

 

Winold van der Putten, organero y miembro del equipo de investigación, espera poder reconstruir el instrumento completo, y confiesa tener mucha curiosidad por cómo funcionará. Asegura además que el sonido que produce es totalmente diferente al de otros órganos que conoce y “esta situación compleja con tantos tubos juntos, será reveladora, y quizás inspiradora, tanto para los músicos que estudian música medieval como para los que crean música moderna”.

 

Añade Koos van de Linde, experto en órganos y también miembro del equipo de investigación, que el sonido de este órgano es “asombroso, muy diferente a lo que conocemos, así que tuvimos que replantearnos nuestras ideas sobre la sonoridad y nuestros conocimientos, y siempre es una buena sensación, después de 45 años de investigación, saber que se puede seguir aprendiendo”.

 

Reconoce Van de Linde que “fue sumamente conmovedor escuchar cómo algunos de estos tubos volvían a la vida tras unos 700 años bajo tierra y 800 años de silencio, así que la esperanza de los cruzados que los enterraron de que llegara el momento en que volvieran a sonar no fue en vano”.

 

Las campanas

Junto a los tubos se encontraron once campanas también afinadas, “lo que es algo único, porque es el único carillón afinado que se conserva en el mundo”. Catalunya asegura que eso abre una nueva pregunta en la investigación y es qué relación musical existía entre las campanas y el órgano, campanas que, por cierto, también tienen grabados los nombres de las notas.

 

Reconoce el director del proyecto que “existe una tradición muy destacada de órganos y campanas que suenan juntos, o al menos así podemos observarlo en miniaturas medievales, así que esto es algo muy característico de ese período”.

 

Concluyó la presentación Stéphane Milovitch, presidente del Consejo de Dirección del Terra Sancta Museum, informando de que tanto el órgano como las campanas ocuparán un “espacio excepcional” en el museo, en lo que era el antiguo claustro del convento, que “servirá como plataforma para actividades educativas dirigidas a las comunidades locales, peregrinos y visitantes de todo el mundo”.