ESTUDIANTES

Irene Abril con, a su derecha, la directiva de Microsoft Silvia Hernández y el presidente de la compañía en España, Alberto Granados, y a su izquierda Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, y la directiva de esta entidad María Luisa Retamosa

Irene Abril, graduada en Física por la Complutense, gana los Premios WONNOW 2022

19 dic 2022 12:14 CET

Irene Abril Cabezas, graduada en Física por la Universidad Complutense, es la ganadora de la quinta edición de los premios WONNOW, que conceden Microsoft y CaixaBank a las mejores alumnas de grado en materias STEM -Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas- de universidades españolas. La titulada complutense, que en la actualidad cursa el Doctorado en Cosmología en el Departamento de Matemática Aplicada y Física Teórica en la Universidad de Cambridge, ha sido elegida entre 975 alumnas de 57 universidades de toda España. Para escoger a las ganadoras se ha valorado su expediente académico y su trayectoria personal, educativa, profesional y social.

 

Irene atiende a Tribuna Complutense por teléfono desde la Universidad de Cambridge, donde está haciendo el Doctorado. “Trabajo justo al lado del despacho que ocupaba Stephen Hawking”, nos sitúa. Se trata, como es fácil de imaginar, de un lugar en el que cualquier físico sueña con estar. Ella lo ha conseguido. “Este año solo hemos entrado dos chicas; el resto son chicos”. Cambridge no es inmune a la brecha de género que azota la ciencia y que denuncia una vez más la UNESCO en su informe Descifrar las claves: la educación de las mujeres y las niñas en materia de STEM”: sólo el 35% de los estudiantes matriculados en las carreras vinculadas a las STEM en la educación superior son mujeres y únicamente el 3% de las estudiantes de educación superior realizan estudios TIC. Irene da fe de que esto es así: “En mi Instituto ya era la única de la clase que hacía la optativa de física en segundo de Bachillerato. En la Facultad éramos más, pero muchísimas menos que los chicos… Y en Cambridge… Casi es peor. En el máster éramos poquísimas y ahora en el Doctorado… menos aún. Todo es muy velado. Nadie nos dice a las chicas, al menos en mi caso, que no hagamos ciencia, pero… Yo tuve suerte porque mis profes de física y matemáticas en el instituto fueron dos mujeres y siempre lo he visto como una posibilidad para mí. Se habla mucho de la falta de referentes y creo que es cierto”, comparte Irene.

 

El camino de Irene es, como casi todos los que unen mujeres y ciencia, muy vocacional. Cuenta que desde pequeña le ha gustado mirar las estrellas. Sus recuerdos le sitúan en La Silva, un pueblo del Bierzo, en el que es tradición cada 10 de agosto mirar al cielo para ver “caer” las lágrimas de San Lorenzo, las perseidas. Recuerda también que en su casa, “aunque nunca lo supimos utilizar muy bien”, siempre hubo un telescopio y que siempre se respiró un ambiente científico. Sus padres, de hecho, son ingenieros los dos. La familia, por tanto, ha sido importante en su trayectoria, pero Irene insiste en la importancia de los referentes femeninos que ha ido encontrando a lo largo de su formación. A sus profesoras del instituto, las siguieron las de la Facultad, donde “por suerte, cada trimestre, de las cinco asignaturas que cursaba, una me la daba una profesora. Me servía para ver que había mujeres ahí”, y después sus “supervisoras” en los diferentes proyectos por los ha ido pasando, que han sido decisivas.

 

“Para mí ha sido clave en el sentido de que ellas siempre han detectado mucho el “síndrome del impostor” que me podía salir algunas veces. Cuando decidí presentar solicitudes, a veces como que me frenaba un poco, ¿cómo voy a ir yo allí?, y ellas me animaron. Se han convertido un poco en mis mentoras y referentes. He tenido la oportunidad de hacer muchos proyectos de investigación con mujeres, incluido el TFG en la Complutense con África Castillo Morales. Todas han sido muy importantes para mí y me han apoyado siempre. Nunca me han puesto techo. Incluso para hacer el doctorado en Física en Cambridge también fueron decisivas. Como parte del máster que hice en Cambridge. estuve un verano en la Universidad de Barcelona con Licia Verde, una cosmóloga muy importante, y le propuse hacer el doctorado con ella. Me dijo: “Vamos a ver, Irene... Vete para Cambridge”.

 

Para llegar hasta donde está y para lo que esté por llegar, Irene ha trabajado mucho. Cuenta que para ella los veranos desde que empezó la carrera siempre han sido sinónimo de formación y también de oportunidades. Incluso le fueron sirviendo para delimitar sus intereses, en una especie de “ejercicio personal del método científico de prueba y error”, como bromea. “Mientras hice Físicas en la Complu, los veranos siempre me iba de prácticas. El primer verano de la carrera estuve en Noruega, haciendo instrumentación con antenas y mirando a la ionosfera; ahí decidí que la instrumentación, no. Al año siguiente estuve en el programa de verano de la Universidad de Oxford. Estuve haciendo análisis de datos de telescopios, y también me dije: no, esto tampoco. En tercero fui a Taiwan a un programa de verano y ahí sí, estuve investigando el polvo interestelar y me lo pasé superbién. Es lo bueno del verano, haces ciencia y te formas, pero también pasas unos veranos espectaculares. Por último, también estuve en el Max Planck de Astrofísica en Alemania, haciendo un proyecto de dinámica de estrellas en nuestra galaxia y que fue también superinteresante”.

 

Al terminar el grado en la Complutense, le surgió la oportunidad de ir becada a hacer el Máster de Estudios Avanzados en Astrofísica en la Universidad de Cambridge. Recuerda que en cuanto conoció a su profesor de Cosmología pensó: “Guau… Yo quiero hacer el Doctorado con él”. Y ahí está, tras algunas dudas, como antes contó, pero en el lugar en el que quizá, aún sin saberlo, siempre soñó con estar.  “La verdad es que no me esperaba acabar en este departamento. Estoy tratando de detectar ondas gravitacionales primordiales. La teoría del universo -explica- dice que todo empezó con un big bang. Luego hay una teoría, denominada de inflación, que describe los primeros instantes a partir del big bang y cómo se crean las perturbaciones en el universo para que se formara tal cual lo vemos hoy, con estructuras, con galaxias. Para llegar a eso se necesitó que pasara algo. Si todo hubiera sido homogéneo, ahí nada habría colapsado porque la gravedad tira para todos los lados y se queda todo como está. Tuvo que haber inestabilidades para poder colapsar. La teoría de inflación dice que fueron fluctuaciones cuánticas, que se convirtieron en clásicas y se reflejaron en la sopa primordial para crear las estructuras. Todas las predicciones de esta teoría han ido funcionando y la última que nos falta es detectar ondas gravitacionales primordiales en el fondo cósmico de microondas. Yo lo que hago es análisis de datos para ver si podemos descubrirlas. Luego puede decirse que sí, que, aunque sea de manera más teórica, sigo mirando al cielo”, concluye.