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Metaverso, un mundo disruptivo donde queda mucho por hacer
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Francisco Rivas - 24 abr 2023 09:51 CET
Se calcula que para el año 2030 el metaverso moverá en torno a 1.300 millones de euros y un cuarto de billón de euros para 2050. El interés de empresas, instituciones, particulares y administración en el metaverso es un hecho evidente que se enfrenta a grandes retos, porque a día de hoy no existen legislaciones específicas para regular ese nuevo mundo. Con la intención de analizar este nuevo escenario, la Facultad de Derecho acogió, el pasado 14 de abril, la jornada “Metaverso. Reflexiones sobre sus posibilidades y sus implicaciones legales y fiscales”, organizada por la UCM y Deloitte en el marco de las actividades desarrolladas en el curso Derecho Tributario de la Unión Europea, y con el respaldo de la cátedra Jean Monnet “European Union Fair Taxation (EU FAIRTAX)”, que dirige el catedrático Fernando Serrano Antón.
A la conversación, en la que participaron el propio Fernando Serrano Antón, Ignacio Box, socio en Deloitte Legal especializado en fiscalidad digital; Rodrigo González Ruiz, socio en Deloitte Legal; y Jacobo Ochando, responsable de tokenización de Deloitte, se inscribieron unas 350 personas repartidas de manera presencial y on line. Ese alto número de inscritos es, de acuerdo con Serrano Antón, otra muestra más de la relevancia que ya ha adquirido en estos momentos el metaverso.
En la jornada, más allá de incidir en la explicación de qué es el metaverso, se plantearon casos concretos que ya están en funcionamiento y se expusieron los muchos retos existentes. En cuanto a mundos que ya existen los hay muy conocidos, dentro del mundo del ocio, como Minecraft y Fortnite, pero también empiezan a despuntar empresas como Walmart, Zara o Nike. Mientras los dos últimos tienen tiendas que te permiten comprar ropa y calzado para sus avatares, los grandes almacenes americanos, en su metaverso, “te van diciendo, por ejemplo, cuáles son los elementos básicos en la nevera que te faltan, o si vas a ir a comprar algo te avisa y te dice que no lo compres porque ya lo tienes en el frigorífico o en tu despensa, o te recuerda que si normalmente compras frambuesas hoy no has comprado”.
De acuerdo con Serrano Antón, hay empresas que simplemente se plantean la clonación de su actividad en el mundo físico en el virtual, mientras que otras ofrecen variedades, que son mucho más descentralizadas y que en ese universo propio tienen sus propias normas, su lenguaje particular e incluso diferentes modos de pago como los NFT o las criptomonedas. De conceptos como avatar, smart contact o blockchain, el catedrático complutense destaca este último como el que “da, sobre todo, seguridad y trazabilidad, lo que resulta fundamental para el mundo financiero, y también para la administración”.
Para el director de la cátedra Jean Monnet, también tiene mucha utilidad el metaverso en el mundo universitario por su capacidad de crear experiencias educativas inmersivas y, por supuesto, en el marketing y el comercio, tanto al por mayor como al por menor.
Ahora bien, todos esos mundos, al crear canales totalmente alternativos a los habituales plantean una gran cantidad de retos tanto legales como fiscales. Entre los principales aspectos jurídicos asociados al metaverso, en la jornada se habló de la publicidad, de la propiedad intelectual, del derecho de la competencia, de la propiedad industrial, de la protección de datos, del ámbito penal, del regulatorio financiero, del aspecto procesal y del laboral. Y en lo que concierne a los aspectos fiscales, de los diferentes hechos imponibles, de la imposición indirecta y directa, de la fiscalidad internacional, de la estructura fiscal, de los incentivos fiscales y de las obligaciones de reporting.
El catedrático complutense señala que además el metaverso implica a la salud, porque “una experiencia inmersiva de este tipo también puede crear distintas alteraciones psicológicas de un sujeto que esté muy expuesto a esta tecnología, ya que en la actualidad no estamos preparados al 100% para estar permanentemente en ese universo”.
Ante la pregunta de en qué momento nos hallamos en la regulación de todos esos aspectos, la respuesta es que “queda todo por hacer”. De acuerdo con los participantes en la jornada, estamos en un momento en el que no se pueden poner excesivas trabas, porque eso frenaría el desarrollo del metaverso, pero también estamos ante la obvia necesidad de poner reglas, que ahora mismo no existen ni en España ni a nivel internacional. Por tanto, “el problema candente es resolver quién va a poner las reglas en el metaverso”.
Una solución que parece sencilla sería clonar todas las leyes actuales del mundo físico y aplicarlas al mundo virtual, pero, de acuerdo con Serrano Antón, “la realidad es mucho más compleja”. De hecho, en la jornada se ha puesto de manifiesto que “hay muchos problemas, hay mucho por regular y esto se va a producir en los próximos años de una manera clarísima porque en estos momentos ya se está generando renta por parte de algunos operadores jurídicos y empresariales en particular y aparecen problemas, por ejemplo, desde un punto de vista fiscal”. Estamos en un momento en el que hay “una especie de jaque, no jaque mate, pero sí un jaque de las reglas fiscales porque como te encuentras en un mundo virtual, las normas fiscales no responden a ese nuevo medio de la mejor manera”.
Recuerda Serrano Antón que las reglas sobre fiscalidad que se manejan actualmente, tanto de fiscalidad directa como indirecta, vienen del siglo pasado, así que “son reglas para un mundo muy real y muy físico y aquí nos encontramos en otro mundo totalmente distinto. Por ejemplo, no te sirven las normas de residencia fiscal ni las del establecimiento permanente y al mismo tiempo la forma de llevar a cabo esos negocios tampoco es lo habitual porque no hay tangibilidad y eso plantea problemas, por ejemplo, de la calificación de la renta”.
El catedrático Jean Monnet reconoce que el trabajo que hay por delante es arduo, pero a la vez emocionante, y que ahí la universidad tiene mucho que decir, porque “este tipo de debates, sobre qué hay que regular y quién tiene que hacerlo tienen que salir, inevitablemente, de la academia”.