EN VERDE
Psicología debate si el decrecimiento es una opción plausible o, simplemente, inevitable
Texto: Jaime Fernández - 14 dic 2022 11:07 CET
La Facultad de Psicología ha acogido la jornada “Decrecimiento como herramienta de cambio social”, en la que se han podido escuchar las opiniones de un ecólogo, un agricultor y un psicólogo. El decano de la Facultad, Luis Enrique López Bascuas, reconoce que el debate sobre el decrecimiento plantea muchas incógnitas, entre ellas si realmente es algo sostenible, qué tipo de mundo queremos o qué tipo de relaciones nos interesan. Por eso, ya que es un tema complejo sobre el que hay que hacer un “análisis pausado”, no hay mejor lugar para hacerlo que la academia, que es donde se pueden separar las creencias del conocimiento y así conseguir que “la ideología no sea la linterna que ilumina los datos”.
Organizada por la Oficina de Relaciones Exteriores y Prácticas Externas, de la Facultad de Psicología, en colaboración con la Unidad de Campus y Medioambiente de la UCM, la jornada surgió, de acuerdo con Carlos Gallego, delegado del rector para el Campus de Somosaguas, de manera humilde. En principio, Jesús Saiz, vicedecano de Relaciones Exteriores, quería traer algún experto en la materia para hablar sobre el decrecimiento a sus estudiantes, pero al final la idea creció hasta dar lugar a esta jornada que ha reunido al psicólogo y sociólogo, Fernando Cembranos; al técnico en agricultura ecológica, Markos Gamboa, y al ecólogo Alejandro Rescia, asesor del vicerrectorado de Tecnología y Sostenibilidad de la UCM.
En resumen, y de manera ortodoxa, la teoría del decrecimiento sostiene que es posible una sostenibilidad económica preservando los recursos naturales del planeta, siempre y cuando se disminuya el consumo de bienes y energía. Frente a ese deseo, Rescia puso sobre la mesa una serie de datos que demuestran que desde los años sesenta y setenta ha habido crecimientos exponenciales en aspectos como el PIB, la degradación ambiental, la acumulación del CO2 en la atmósfera y la población mundial.
Esas cifras de crecimiento sin visos de aplacarse se confrontan con la realidad de que la Tierra es un sistema biofísico finito, “que ahora mismo se rige por leyes económicas” que van en contra de esa idea de finitud. Cree Rescia que la única salida a esa situación es el decrecimiento, apostando por una “economía ecológica” en la que todos nos podemos comprometer “con actitudes individuales”. Una economía que según Fernando Cembranos ya se ha incluido en el currículo de segundo de bachillerato, y eso es revolucionario, “porque la economía convencional que se estudia en la ESO y en el bachillerato es tremendamente reaccionaria y ecosuicida”.
Vuelta al campesinado
Markos Gamboa cree que lo primero, para implantar esa economía ecológica, es darnos cuenta de que “somos parte de la naturaleza, es así de sencillo y si no lo hacemos, nos moriremos”. Una vez que somos conscientes de que formamos parte de la necesaria biodiversidad del planeta, Gamboa apuesta por la permacultura, un diseño agrícola que tiene todo tipo de connotaciones, no sólo alimentarias sino también sociales, políticas y económicas.
Exagerando un poco, lo que cree el conferenciante es que la mayor parte de la población mundial debe volver a un sistema económico, en el que se siguen los ritmos del planeta, e incluso una vuelta al campesinado. Y que además sea un campesinado que deje atrás el modelo de producción basada en el gasoil y el petróleo y se realice en gran parte con animales de tiro.
En el modelo futuro de Gamboa, lo fundamental es cubrir las necesidades de comida y agua, relegando otros aspectos como la educación y la sanidad a un plano secundario y siempre con la vista puesta en que “hay que reducir lo que necesitamos para vivir”. De todos modos, él mismo se cuestiona cómo será posible hacerlo en un mundo que ya ha pasado los ocho mil millones de habitantes y se encamina a los 10.000 millones.
Según Gamboa, está volviendo ya mucha gente al campo, pero muchos de los que vuelven al medio rural decaen en el intento, “en un porcentaje mayoritario, de hecho”, y se produce por falta de formación y de rentabilidad, por un sentido bucólico del campo y por los procesos colectivos y las relaciones personales, “donde hay mucho que aprender”.
Declive energético
Fernando Cembranos, psicólogo y sociólogo de Ecologistas en Acción, asevera que la mayor parte de la población no comparte el diagnóstico negativo, aunque realista, planteado por Alejandro Rescia, así que vivimos todavía “con grandes errores cognitivos del pensamiento dominante, que no nos permiten ver lo que está ocurriendo”. Y la única manera de reaccionar de manera adecuada, aunque nadie garantiza los resultados de esa reacción, es tener un diagnóstico certero.
Para Cembranos, uno de los diagnósticos erróneos es lo que se conoce como “capitalismo verde” o new green deal, que en definitiva quiere decir “seguir tirando de la cuerda un rato más hasta que ya no llegue nada en pie, pero que parezca un poco verde, y ese es el discurso dominante, el que está generando las políticas y el que hace que la mayor parte de la población piense que los coches eléctricos individuales son buenos para el planeta, cuando en realidad no son más que lo mismo”.
El conferenciante apunta que además no vivimos en una crisis energética, sino en un declive energético, porque el ser humano ha vivido los últimos trescientos años extrayendo cada vez más energía del subsuelo terrestre, creando “una ilusión de crecimiento, de movimiento de materiales, de hipermovilidad que todavía nos creemos, pero los próximos trescientos años serán al revés, porque cada vez se podrán extraer menos combustibles fósiles”. Frente a esa realidad, no cree Cembranos que haya un sustituto energético ni que lo vaya a haber, y considera que el hecho de que “creamos que lo vamos a sustituir con nuevas tecnologías es una irresponsabilidad”.
Por tanto, opina el psicólogo que tienen que decrecer, “al menos, dos cosas, la cantidad de energía utilizada y la cantidad de materiales extraídos de la corteza terrestre, dejando claro que no se puede pedir a todos los territorios que decrezcan por igual, porque hay algunos que han extraído a mucha velocidad y usan mucha más energía de la que necesitan para sobrevivir con un poco de dignidad”.
La perspectiva psicológica
Desde un punto de vista psicólogico, Cembranos cree que vivimos en un error cognitivo que es la economía convencional, que implica “mirar la realidad a través del cómputo monetario, mientras que todo lo importante (agua, aire, orden químico…) está decreciendo”. A eso hay que sumar un “desplazamiento a la realidad virtual” creado por las grandes corporaciones que controlan la información, lo que puede “hacer desadaptarnos mucho con respecto a las respuestas emocionales correctas que deberíamos tener frente a la realidad”.
Para Cembranos y con todo eso hay tres relatos posibles: el “business as usual”, que es seguir con lo mismo, porque ya se nos ocurrirán soluciones tecnológicas y económicas; el relato catastrófico, que es un análisis realista, pero lleva a la parálisis, y por último, el relato “del giro necesario”, que debe asumir el segundo relato catastrofista y a la vez poner las condiciones para dar ese giro fundamental.
En ese cambio, Cembranos da la bienvenida a la ecoansiedad, como “emoción primaria que busca anticipar un mal rollo que se avecina, es una respuesta adaptativa, no es un trastorno que hay que tratar”. Lo que debe preocuparnos, según el conferenciante es “la indefensión aprendida” que implica que la persona acaba pensando que no se puede hacer nada, y “ese sí es un gran reto para la psicología” y que tiene como remedio “el empoderamiento colectivo, que aumenta la posibilidad de cambiar la Historia”.
Tiene claro Cembranos que el decrecimiento va a ser inevitable, pero si se hace por las malas llevará a la barbarie, mientras que si es un decrecimiento justo, con cohesión y equidad llevará a un mundo mejor. No es muy optimista el psicólogo sobre que vaya a ocurrir lo segundo, porque “el fascismo es más probable que las sociedades justas”, pero de todos modos, deja un resquicio para la esperanza, porque esa probabilidad “no significa que las sociedades justas no puedan existir, aprovechando el decrecimiento forzoso que se va a producir”.