Fotografía: Jesús de Miguel - 29 may 2023 11:25 CET

El disc-golf nació a mediados de los años 70 en Estados Unidos, donde ha tenido una progresiva implantación, formando parte en la actualidad de la oferta deportiva de cientos de universidades, con un creciente arraigo popular y una potente estructura competitiva. A comienzos de este siglo, el disc-golf dio el salto al resto de continentes. En Europa es muy practicado sobre todo en los países nórdicos, aunque en la actualidad ya cuenta con campos prácticamente por todo el continente. A España llegó en 2012 y en estos momentos ya hay quince clubes por distintas provincias y cerca de 300 jugadores federados. El de la Complutense es el noveno campo de 18 cestos que se abre en España.

Jorge Berasategui, presidente de la asociación Madrid International Disc-Golf, conoció este deporte durante una estancia en Noruega en 2012. Recuerda que rápidamente quedó fascinado por él. En 2018 creó el club junto a unos amigos y desde entonces tratan de extender su práctica. Es habitual verlos por distintos parques públicos de Madrid organizando exhibiciones a las que hasta ahora llegaban con sus cestas portátiles. La apertura de un campo permanente, totalmente gratuito y abierto para todo el que quiera practicarlo, va a significar, como incide Berasategui, un antes y un después en la implantación del disc-golf en la capital.

El Complutense Disc-Golf Course se ha instalado en una zona en desuso propiedad de la Universidad Complutense, en la Dehesa de la Villa. Como recordó la vicerrectora Isabel García en el acto de inauguración del campo, estos terrenos eran conocidos como el Vivero Populeto, y tras la guerra civil sus árboles fueron utilizados para repoblar la Ciudad Universitaria, devastada tras ser frente de batalla. En las últimas décadas la zona había quedado sin uso e incluso sufrió un incendio. El campo, además de haber permitido limpiar la zona, va a asegurar su biodiversidad. En total, la instalación ocupa 29.730 metros cuadrados, en los que se han instalado 18 “cestas”, hasta las que hay que hacer volar el disco (frisbee), desde su respectivo tee de salida. Cada hoyo tiene un recorrido entre el tee y la cesta de entre 46 y 97 metros, para un total de 1.166 metros de recorrido.

El diseño y adecuación del campo ha contado con la revisión permanente de la asociación Madrid International Disc-Golf, a través del propio Berasategui y de Robert Abel y Miguel Espiau, así como de la Fundación Paul McBeth; de hecho el propio McBeth, seis veces campeón del mundo de esta modalidad, ha viajado a Madrid para revisar personalmente la evolución del campo. En sus breves palabras inaugurales, el jugador se mostró feliz porque la capital de España se abra también a este deporte y se mostró seguro de que irá creciendo el número de personas que lo practiquen en muy breve plazo de tiempo. Berasategui, por su parte, destaca que el Disc-Golf es un deporte económico, fácil de aprender, en el que se incentiva el ejercicio físico, el amor a la naturaleza y el respeto del medio ambiente y la sostenibilidad. Su práctica no requiere equipación especial, salvo los discos (frisbees), que como recordó desde su propia asociación se pueden prestar a quien lo solicite. También quien lo desee puede contactar con la asociación para inscribirse en las ligas y competiciones que organizan.