EN VERDE
La Complutense participa en el programa de conservación de la cigüeña negra en la Comunidad de Madrid
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel y Comunidad de Madrid - 26 oct 2021 12:10 CET
Alberto Álvarez López, PAS laboral de la Facultad de Veterinaria, y José Luis Tellería, profesor del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias Biológicas, son las caras visibles de la colaboración que realiza la Universidad Complutense con la Comunidad de Madrid en el programa de conservación de la cigüeña negra en nuestra comunidad autónoma. En el proyecto participan también el Hospital de Fauna Salvaje de GREFA y el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Este proyecto, financiado por la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid y por la feria de naturaleza MADBIRD, busca “conservar a un animal del que apenas hay siete parejas conocidas en la Comunidad de Madrid y una veintena de pollos que son la esperanza para que la cigüeña negra vuelva a asentarse de manera más extensa por la Península”. Alberto Álvarez López informa de que, en otras zonas de España, como Extremadura, hay más parejas de esta ave, pero las que existen en Madrid son las que crían más al noreste de nuestro país, “de ahí la importancia de su protección”.
A principios de septiembre la Comunidad de Madrid liberó a tres cigüeñas negras en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares tras ser criadas en cautividad en el Hospital de Fauna Salvaje de GREFA, de Majadahonda. Esa liberación es sólo una de las partes del programa, que se completa con la protección de nidos, el aporte de alimentación suplementaria y la instalación de emisores que permiten ver el recorrido de las cigüeñas negras por la Península y África. Los miles de datos que envían los emisores, de acuerdo con Álvarez López, serán utilizados para investigación en la Facultad de Ciencias Biológicas, donde José Luis Tellería, experto en esa ave, ya ha dirigido alguna tesis doctoral sobre la misma.
Tecnología de seguimiento
Desde la Facultad de Veterinaria, Álvarez López, con un panel de control, puede ver en el ordenador, directamente y en tiempo real, donde está cada una de las cigüeñas. Explica que “además se pueden meter varias de ellas y comparar los recorridos, lo que permite ver su comportamiento a lo largo de los años”.
En el invierno todas las que salen de la Península llegan a la franja norte de Senegal, sin importar que hayan nacido en nidos y lugares distintos, ya que todas ellas se juntan en la migración. El sistema de seguimiento permite que el dispositivo de la cigüeña se conecte por vía GSM, a través del teléfono, algo que se puede hacer desde cada diez minutos, hasta dos veces al día, lo que convenga al investigador.
Interesa hacer un seguimiento continuado en zonas como “el cruce del Estrecho, porque allí buscan el sitio más corto para hacer la travesía, es decir, por Tarifa”. Hay allí unos observatorios con los que se mantiene contacto e informan de cuántas cigüeñas están pasando.
Reconoce Álvarez López que el sistema de seguimiento tiene un problema, y es que “cuando se meten en el Sáhara no hay repetidores de telefonía y se pierde la recepción datos. El emisor, eso sí, va captándolos y los graba en memoria hasta que llega a algún sitio donde vuelve a haber un repetidor y allí vuelve a descargar los datos”. Para evitar esas lagunas el seguimiento se complementa con un segundo sistema de satélite, el Argos, donde se ha comprado sitio, de tal manera que el emisor se conecta con el satélite cada vez que pasa por encima, unas cinco o seis veces al día, sin necesidad de repetidores.
Ahora mismo hay monitorizadas cuatro cigüeñas. Dos de ellas son hermanas, nacieron juntas, estuvieron volando a la par, pero luego se separaron, una fue hasta Senegal mientras que la otra se quedó primero en Portugal, “en una dehesa, donde seguro que hay peces”.
Una cigüeña perdida
Tras el invierno las cigüeñas negras vuelven a la Península, algo que hacen en marzo los animales que van a criar, mientras que los pollos, que no crían el primer año, aguantan todo lo que pueden, hasta que hace mucho calor en el Sahel y regresan. Explica Álvarez López que es “una travesía a través del desierto de unos 2.000 kilómetros, volando 300 kilómetros al día, durante siete días, sin comer ni beber. Vuelan esos 300 kilómetros, se posan en el desierto, al día siguiente hacen otros 300, y así hasta llegar a Marruecos, donde se ponen locas con el agua que pueden encontrar incluso en balsas de riego artificial”.
En 2020, una de las cigüeñas negras que nació en Madrid pasó en Burkina Faso todo el invierno, y luego se le hizo todo el seguimiento cruzando el desierto y hasta llegar a Tánger. Allí “se metió un viento de levante muy fuerte que no les dejaba cruzar, tanto que se fue volando a otro lugar de la costa, para intentar aprovechar el viento, y estuvo cuatro días intentándolo”. Los investigadores del observatorio de Tarifa confirmaron que no había cruzado hasta que cesó el levante y muchas otras cigüeñas negras pasaron, pero la madrileña a la que se le estaba haciendo el seguimiento se había quedado sin fuerzas para elevarse hasta la zona adecuada. Explica Álvarez López que “las cigüeñas negras son planeadoras, vuelan con térmicas que las eleva, pero cuando llegan encima del mar ya no hay térmica y desde ahí van bajando, y muchas veces llegan a la Península a ras del agua”.
En este caso el ave no tenía fuerzas para subir, así que lo que hizo fue bajar por Marruecos, a buscar alimento, bajó hasta el sur del país y “allí falleció, aunque no se sabe cómo. Se detectó que estaba muerta en una charquita porque el detector no mostraba movimiento”. Hablaron con unos investigadores de Marruecos que ayudan en el proyecto, que se trasladaron hasta allí y se encontraron con la cigüeña muerta y el emisor tirado en la basura, emisor que se envió de vuelta, se recuperó y está a la espera de volver a ser instalado.
Flujo de cigüeñas
Ahora es habitual ver durante todo el año cigüeñas blancas en la Península, pero aunque pensamos que se quedan aquí, realmente no lo hacen. Lo que ocurre, según Álvarez López es que “son las cigüeñas blancas del norte de Europa, que no llegan hasta el Sahel, sino que se quedan aquí y luego se van, mientras que las nuestras se van a África y luego vuelven”. Se las puede ver en campanarios, torres y vertederos, que “ahora se quieren cerrar por legislación europea para no permitir que coman allí los animales, pero eso va a provocar que animales como las cigüeñas negras, las gaviotas, los milanos… se vayan a morir de hambre”.
La cigüeña negra es mucho menos común que la blanca y mientras estas últimas toleran la presencia humana, a la cigüeña negra nunca la vas a ver en un campanario, de hecho “lo más probable es que no la vayas a ver nunca, porque cuando estás a un kilómetro si te detectan se escapan, son muy tímidas. Los nidos los hacen todos en fincas privadas, por donde no pasa gente y pueden criar hasta cuatro pollos, aunque el año pasado la reproducción de especies de este tipo fue espectacular, porque debido a la pandemia no había gente por el campo”.
En la Comunidad de Madrid hay unas siete parejas, con una distribución muy concreta y diferente a la de la cigüeña blanca, y en el resto de la Península las hay sobre todo en Extremadura. Las que están más al noreste criando de toda la Península Ibérica son las madrileñas, y luego hay una gran franja sin ellas y vuelve a haber en el noroeste de Francia y se extienden por toda Europa. Las cigüeñas negras del continente bajan por el estrecho de Mesina y van a la zona de Sudán, y “con los sistemas de seguimiento se ve que da igual donde vayan en su migración, porque luego las parejas vuelven al mismo nido para criar”.
Cuenta Álvarez López que en la Universidad de Rostock (Alemania) se conserva una cigüeña que fue el primer indicio de que las aves migraban. “Antes de eso se pensaban cosas surrealistas, como incluso que las golondrinas se convertían en piedra en invierno, porque desaparecían y luego volvían a aparecer”, recuerda el PAS de Veterinaria. Al parecer, un cazador alemán disparó a una cigüeña y vio que tenía una flecha atravesada en el cuello, que un experto describió como de una tribu que sólo está en el centro de África, lo que dio comienzo a la comprensión de las migraciones de las aves.
La conservación
Entre los participantes en el proyecto, GREFA está criando cigüeñas negras y también está haciendo el mismo seguimiento que la Complutense a otros pollos que han nacido en cautividad. Se piensa, de acuerdo con Álvarez López, que los jóvenes no conocen el camino de ida hasta el Sahel, así que “deben de juntarse en grupos donde alguna se conoce el camino y bajan con ella, y verlas cruzar en grupo debe ser un espectáculo en el desierto”.
Cuando vuelvan las cigüeñas, la Comunidad de Madrid quiere hacer un estudio del uso del territorio e investigar dónde comen y dónde crían, de cara a proteger esos espacios. En la actualidad hay pantanos donde hay muchos pescadores que las molestan, y “la idea es intentar proteger a las poquitas parejas que quedan, sobre todo porque ya no hay más al norte ni al este, así que esta es una población muy importante de proteger”.
Hay otras aves como los búhos, que aprovechan los nidos de las cigüeñas, y crían antes, de tal manera que si cuando llegan las cigüeñas se encuentran a un búho no son capaces de criar, así que los participantes en el proyecto las protegen con un cono y cuando pasa la temporada de los búhos se quita para que lo encuentran libre. Dentro del proyecto, también hay muchos nidos que se protegen para que no se caigan, y se crean charcas de alimentación, con peces en la época de cría para que no tengan que irse lejos a pescar, todo con el objetivo de conseguir conservar a esta especie que está en peligro de extinción.