CULTURA
La Facultad de Filología recupera la figura de la dramaturga María Lejárraga
Texto: Jaime Fernández - 15 feb 2021 10:35 CET
María Lejárraga es conocida por su feminismo y su activismo político, que la llevó incluso a ser diputada durante la Segunda República. Lo que no se es tan conocido es su fructífera labor como narradora y dramaturga, con noventa libros, más que nada porque su nombre no apareció en la cubierta de esas obras. Para resolver este misterio, dentro del ciclo “Escritoras en la sombra” que se lleva a cabo en la Facultad de Filología, y bajo la organización del canal cultural #NSP, se ha celebrado un acto de recuperación de la escritora María Lejárraga, cuya trayectoria es “una de las más perturbadoras en la historia oculta de la literatura”.
La escritora Vanessa Montfort ha sido una de las principales rescatadoras de la figura de María Lejárraga, tanto con la obra de teatro Firmado Lejárraga como con la novela La mujer sin nombre. La propia Montfort asegura que “fue un regalo introducirse en la vida de María Lejárraga”, a quien empezó a sentir cuando leyó sus novelas, pero sobre todo como dramaturga, por “su gran pasión con ese teatrillo de juguete que tenía ya desde la infancia y con el que hacía obras”.
Tras descubrir su talento, bajo el seudónimo de su marido Gregorio Martínez Sierra, decidió pagar una deuda con ella para rescatarla, tanto con la obra de teatro como con la novela, ya que “el suyo es un caso muy extremo de desaparición”. Por suerte, los herederos han rescatado muchas pistas para conocer cómo fue como escritora y como mujer.
Considera Montfort, que Lejárraga, “era un personaje con muchas contradicciones, porque a pesar de ser una feminista se ocultó detrás del hombre de su marido”. La explicación, según la conferenciante es que cometió un error de juventud, cuando estaba enamorada y no podía poner en riesgo su sueldo, que era el que mantenía a su familia, así que a partir de ahí empezó una rueda y una maquinaria cada vez más poderosa. Cuando años después su marido rehízo su vida con otra mujer, ella se dio cuenta de que había apostado todo a una misma carta, y “a partir de ahí con su propio nombre evoluciona, para bien, y se convierte en una mujer independiente y poderosa”.
La obra de teatro
Miguel Ángel Lamata, director de la obra de teatro Firmado Lejárraga, coincide en que es un personaje demasiado bueno como para dejarlo escapar. Bromea que al plantearse la puesta en escena, vieron que esto podría ser doce hombres sin piedad usando una máquina del tiempo. De acuerdo con Lamata, “Lejárraga es una mujer de una gran brillantez, y hoy su legado es enormemente moderno, por eso se quería contar lo que fue y lo que sigue siendo, porque sigue viva”.
Aparte de la investigación que hizo Montfort sobre la escritora, el propio director de la obra también se zambulló en ese trabajo y descubrió que la suya “es una vida que engancha mucho, está llena de pasión, de giros argumentales… Quizás la novela más apasionante sobre la vida de María todavía está por escribir”.
Según Montfort, Lejárraga “tenía un inalterable sentido del humor, así que se quería que la obra tuviese también ese punto de gran diversión, porque lo importante no es tanto hacer reír, como divertirse para no volvernos locos. Para ella el humor fue una herramienta para sortear los enormes problemas a los que tuvo que enfrentarse”. Beatriz Rodríguez Delgado, responsable de #NSP, bromea a su vez con los personajes de la pieza teatral son filólogos, “e intriga, Filología y sentido del humor todo junto es algo que faltaba en el teatro”.
El archivo
A partir del estudio del gran legado que ha dejado Lejárraga, Monfort explica que hay varias posturas sobre la obra, algunos dicen que su marido escribía algo y otros, como ella misma, que fue la autora total. Antonio González Lejárraga, heredero y responsable del archivo, cree que “Gregorio es un invento de Maria y en esa relación ella llevaba la batuta, porque el marido no era un explotador, no era una mala persona, aunque se enamoró de otra y la sociedad en comandita desapareció”.
Entre el material conservado está la correspondencia con su marido, que da las pistas de que era ella quien escribía y quien llevaba la intendencia con los que montaban las obras de teatro por todo el mundo; también están los artículos publicados en prensa de todos los estrenos; mucha correspondencia con colegas como Manuel de Falla y Juan Ramón Jiménez, que “son muy entretenidas de leer, sobre todo las de Juan Ramón, porque tenía un sentido del humor y una hipocondria tremendos”; muchos documentos de su etapa política; obras inéditas y guiones cinematográficos firmados por los dos… Recuerda, de hecho, González Lejárraga que “hasta la guerra todo el mundo sabía que las obras las habían escrito los dos, y hay muchas entrevistas en las que se daba por hecho. En los estrenos que se hacían en Francia y Estados Unidos aparecían los dos nombres y los originales de los libretos también aparecen así”.
El legado incluye también muchas fotografías dedicadas de gente de la época, figurines de los que trabajaban con ellos y un apartado pequeño de originales de los que colaboraron con ellos, de Rubén Darío, Antonio Machado, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez…
Lamata deduce de todo ese material que “María era una mujer con una genialidad innegable, que está presente en cartas, en muchas de las obras y en su biografía Gregorio y yo. Cualquiera que se lea esa biografía y lo compare con la obra teatral Sortilegio, que es así de tremenda, como de Bergman, comprobará que a nivel estilístico es la misma autora”.
También tiene claro Montofrt que “María fue la única autora de las obras, tanto por las cartas que lo respaldan como por los temas, por su amor por el teatro desde que era pequeña, por sus recuerdos de la infancia… Él era un gran director de escena, pero ella era la autora, sin ninguna duda”.
Cree además que “le hubiera encantado conocer que se daba realce a su obra, porque siempre se ha menospreciado la calidad literaria de la obra de las mujeres y hay muy pocas que hayan pasado a la historia”.