CURSOS DE VERANO
Marta Chirino lleva la precisa belleza de la ilustración botánica a los Cursos de Verano de la UCM
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 7 jul 2023 10:30 CET
La sala Manuel Andújar de la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial rezuma tranquilidad. En parte es por el silencio con el que trabajan los 22 asistentes al Taller de Ilustración Botánica Científica, pero también es por la artista que lo imparte, Marta Chirino, que habla con la dulzura y la calma propia de su trabajo. De manera ligera, casi etérea, pasa de mesa en mesa, haciendo sugerencias a los estudiantes para que vayan perfilando, sin prisa, pero también sin pausa, el trabajo final del taller, que será una lámina en la que reflejen, de la manera más precisa posible una adelfa. O, más bien, la adelfa, el ejemplar ideal que podría utilizar cualquier interesado en la botánica para identificar esta flor.
La propia Marta Chirino, de formación bióloga y especializada en el dibujo botánico desde hace décadas, explica que este tipo de ilustración científica “consiste en hacer un dibujo que refleje los caracteres de una especie concreta, aquellos que nos permiten identificar la planta, y para ello hay que basarse en las descripciones teóricas de los botánicos, con la intención de darle al dibujo un valor científico igual que el que tienen dichas descripciones”. Se trata, por tanto, de hacer “el dibujo de un individuo ideal que represente a toda su especie”.
Observamos que en el aula de trabajo entra un poco de viento por las ventanas y las plantas de los alumnos colocados más cercanos a ellas se cimbrean y cambian según la luz que les da, pero esto no consiste en el ejercicio imposible de intentar captar todos los momentos, como hacía Antonio López, en El sol del membrillo, sino que aquí se busca esa flor tipo, “con sus cinco partes, que sea un poquito tubular, que tenga una corola determinada… Así que las condiciones le van a dar igual al dibujante, ayudando siempre, por supuesto, que no sea una flor pocha o que le falte algún trozo, pero al final lo que hay que hacer es ceñirse a la descripción y comprobar que su flor cumple todos sus caracteres”.
El primer día del taller se ha centrado en un temario más general, pero el segundo ya han empezado los estudiantes a desarrollar la lámina científica entera sobre la adelfa, para lo que se les ha repartido un trocito de la planta a cada alumno y con la ayuda de libros, de un dibujo de la propia Chirino, o de una lupa con la que ver los detalles, estudian la inflorescencia (el conjunto de flores que nacen agrupadas de un mismo tallo), que es el paso previo a dibujar las hojas, los frutos y la semilla, y al final, con todo eso, llegará el momento de componer la lámina, “lo que les supone un reto muy importante”.
Todos los alumnos seleccionados para el taller “muestran un interés enorme, quieren aprender, quieren practicar, tienen paciencia, que es lo que requiere este tipo de dibujo” y Chirino confía además en que “se lo pasen bien”. La mayoría de los estudiantes vienen de Bellas Artes y quieren “conocer este tipo de dibujo que no tiene nada que ver con lo que han hecho en las facultades o los másteres”, aunque también hay algún biólogo que quiere profundizar en el dibujo para aplicarlo a su trabajo e incluso hay gente que está jubilada, pero que siempre ha querido dibujar. En general, son “personas a las que les encanta dibujar, y esta manera de hacerlo les permite ampliar un poco su campo y su comprensión de la naturaleza”.
La formación diferente de los alumnos al taller es todo un reto para Marta Chirino, porque” a muchos de los asistentes se les saca de su espacio de confort, ya que esto no tiene nada que ver con el dibujo artístico, con lo que es la mancha, sino que es pura línea, y a veces les cuesta un poco entrar, aunque todos lo terminan haciendo”. Es, asegura Chirino, como “escribir o leer, que todo el mundo lo termina haciendo, mejor o peor, pero se hace”.
Aclara la artista que, aunque en esta disciplina se nota la mano de cada dibujante, porque “cada uno desarrolla su propio estilo a lo largo de los años, tiene unas características muy básicas, muy simples y muy técnicas, que lo convierten en un dibujo muy esquemático, y hay que procurar dejar un poco aparte la emoción y ceñirse a la ciencia”.
En los tres días que dura del taller prácticamente no hay descanso, porque “cuando han terminado una cosa ya tienen que empezar la siguiente, con lo cual mantienen la concentración todo el rato y avanzan muchísimo”. Y en estos pocos días la idea es que salgan con los rudimentos para que luego “puedan avanzar en su dibujo o en lo que quieran, pero haciéndolo solos”.
Una disciplina en alza
La artista imparte de manera habitual un curso en el Real Jardín Botánico de Madrid, en torno al mes de febrero, y lleva ya cinco años yendo a la Real Academia Canaria de Bellas Artes, en Santa Cruz de Tenerife, a dar un curso, con lo que se va creando una cantera de alumnos.
Asegura que” antiguamente esto era un desierto y los interesados se tenían que ir a Inglaterra, sobre todo para poder aprender y poder estar con compañeros con la misma sensibilidad y gustos”. Ahora, sin embargo, cada vez hay más gente que se entusiasma y se apasiona con la ilustración científica, porque que les ayuda a acercarse a la naturaleza, ya que “el dibujante botánico suele ir también haciendo acopio de plantas, es un protector de la biodiversidad que va dejando su sello con todo aquello que dibuja”.
Considera Chirino que el creciente interés de este tipo de dibujos se debe, en parte, a la labor de la asociación Ilustraciencia, que “está haciendo una labor fabulosa, no sólo de plantas, sino también de animales”. La artista reconoce que nunca se ha animado con los animales, porque es especialista en botánica, y de manera más concreta, de ilustración con tinta y grafito. Hay otros, de acuerdo con ella, que usan lápices de colores, o acuarelas, que es lo más abundante, o gouache, e incluso se introducen en técnicas informáticas.
A ella, como se ve en este taller, le gusta “lo más puro y lo más básico, como el niño que empieza con el lápiz y un papel y ahí despliega su mundo entero, no hace falta más para emocionarse con la ilustración científica”.