NUESTRA GENTE

Miguel Ángel Alario y Franco

Miguel Ángel Alario: amistad y ciencia, por ese orden

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 14 oct 2022 11:42 CET

Van pasando los días y su satisfacción incluso va aumentando. “No es que esté lleno de satisfacción, sino que no sé ya dónde vivo”, acierta a decir. Han sido sus pupilos, profesores hoy que antes él ayudó a formar, quienes decidieron hacerle un regalo muy especial. Unieron las dos cosas que quizá más aprecia: la amistad y la ciencia, en ese orden. El resultado fue un congreso internacional titulado “From Solid State Chemistry to Materials Science and Technology”. Un tributo al profesor Miguel Ángel Alario y Franco, profesor emérito de la Universidad Complutense en su ochenta cumpleaños”, que reunió a especialistas en la materia de toda España, junto a destacados visitantes de Francia, Reino Unido y Estados Unidos.

 

Y, además, por si fuera poco, lo hicieron en el lugar donde más horas posiblemente ha pasado en su vida: la Facultad de Ciencias Químicas de la UCM. A ella llegó en 1959 como un joven estudiante; desde el 76 es uno de sus profesores; puso en marcha una disciplina que en España no existía, la Química del Estado Sólido; ha dirigido 27 tesis, y hasta fue su decano durante 8 años, del 86 al 94. “Estoy muy contento”.

 

El congreso, según cuenta el profesor Alario, Miguel para sus cientos de amigos, lo organizaron David Avila, Elizabeth Castillo, Jesús Prado y Elena Mesa, del grupo de investigación “Preparación, caracterización y propiedades de sólidos no moleculares”, heredero del que él dirigió durante décadas sobre Química del Estado Sólido. “El director, David, acaba de obtener la cátedra y los demás están en camino. Yo les auguro un futuro como el que tuvo nuestro grupo como mínimo y seguramente más, porque ahora parece que va a haber más medios y eso ayuda”. De empezar sin medios, el profesor Alario, Miguel, sabe bastante. Cursaba 4º de carrera cuando “prácticamente yo solo, con un soplador de vidrio y algo de ayuda de un electricista, y a lo largo de dos años monté los equipos de tratamiento térmico y medidas de adsorción”. Lo hizo siguiendo unos planos que había conseguido en Francia quien luego sería su director de tesis, el doctor Andrés Mata. Fueron los primeros pasos para lo que una década después se convirtió en una nueva disciplina en la Facultad y prácticamente en España: la Química del Estado Sólido. “Aquí no existía. Yo la aprendí en parte en el extranjero y sobre todo aquí. Luego la desarrollé, con su programa, teoría y prácticas de laboratorio”. Por supuesto, tuvo compañeros de viaje, pero uno muy especial: Emilio Morán. “Era mi amigo del alma y trabajábamos a medias en muchos terrenos, aunque luego él tenía una línea y yo otra. El perder a Emilio [falleció en abril de 2020, en la primera ola de Covid-19] fue un drama y lo sigue siendo casi a diario”, lamenta.

 

Volviendo al presente, Miguel tuvo -además del obsequio que le entregó la decana Mayte Villalba realizado por el soplador de vidrio Emilio Elvira- otro regalo dentro del regalo que ya fue el congreso. “Hay una revista que se llama Journal of Solid State Chemistry, en la que yo empecé a publicar a finales de los 70 y pronto me incluyeron en el comité editorial. David y Elizabeth escribieron al editor y le dijeron que si haría un número especial dedicado a mí. Y este, que es muy amigo mío, dijo que sí. Dedicar un número entero a alguien creo que se ha hecho 4 o 5 veces. Van a salir 38 trabajos dedicados a mí, 38 trabajos científicos significa que detrás hay 38 grupos de investigación. Para mí este es el mayor reconocimiento a la Química del Estado Sólido que fundé”. Puestos a hablar de reconocimientos, el profesor Alario ha recibido muchos a lo largo de su carrera: Premio de investigadores noveles en 1973 (RSEFyQ), Premio Real Academia de Ciencias (1984), Premio Rey Jaime I (1991), Cátedra América del Instituto de España -México- (UNAM), Medalla de Honor de la Real Sociedad Española de Química (1996), Épsilon de Oro de Electrocerámica de la Sociedad Española de Cerámica (2003), Premio México de Ciencia y Tecnología (2009), Senior Research Award (Repsol-YPF) de los Encuentros Franco-Españoles de Química y Física del Estado Sólido (2010), y Premio Miguel Catalán de la Comunidad de Madrid (2010). Ha sido presidente de la Real Academia de Ciencias de España, director de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial -de lo que le gusta presumir- y es miembro de la European Academy of Sciences (EurASc).

 

 

 

En su charla con Tribuna Complutense, al igual que hizo en su intervención en el congreso, el profesor Alario, Miguel, repasa diferentes momentos de su vida. Su memoria es prodigiosa. Es capaz de recordar los nombres de sus profesores en el Instituto San Isidoro, como el de su maestro de ciencias, el profesor Abejer -en el congreso realizó in situ el experimento que este le enseñó, junto a sus 86 compañeros de clase, para comprender lo que es la catálisis- o el de sus compañeros, como el del canario Pérez, que nunca había visto la nieve y con quien aparece rompiendo el hielo del estanque del retiro en un episodio del No-Do sobre la nevada que cubrió Madrid en 1957, y que también compartió con los asistentes al congreso. “Procuro que la gente lo pase lo mejor posible cuando va a una charla científica”, señala con una sonrisa que se adivina al otro lado del teléfono.

 

En enero Miguel cumplirá 81 años, pero la edad aún es algo que no le consigue parar. “La actividad va decayendo, lamentablemente, pero como nado todos los días 80 minutos -más ya me aburro-, que vienen a ser 2 kilómetros y medio, 100 largos, durante los que pienso en cosas, en química, en recuerdos, porque si piensas en nadar es un rollo, y luego me tomo un un café doble y un bocadillo de jamón ibérico, pues todavía estoy en bastante buena forma. Y por esto aún sigo en activo. Ya no doy clases, desde hace 7 años, aunque el año de la pandemia di cinco online para los estudiantes de la Universidad de Nanjing, en China. Pero sigo yendo a la Facultad, viendo lo que hacen los chicos del grupo, a veces dando opiniones, y voy a algún congreso. Iré a finales de diciembre a Tailandia a un congreso al que van 9 premios Nobel, y en el que se me dedica un simposio. Me han invitado y ya estoy buscando un vuelo barato, como me han dicho. También voy a las reuniones de la Academia de Ciencias, donde este año daré dos conferencias. Y lo que sí tengo es ganas de aprender. Yo sigo aprendiendo porque leo mucha bibliografía en el ordenador, y tengo a mi disposición cualquier artículo, por lo que estoy al día casi como los jóvenes”.

 

Antes de despedirse, el profesor Alario, Miguel, recalca las cosas por las que algún día le gustaría que se le recordase: lo primero, el haber partido de cero, construyendo con sus propias manos los primeros equipos de tratamiento y medidas de las muestras, hasta desarrollar una nueva disciplina; lo segundo, el haber dirigido 27 tesis, la primera la de María José Torralvo y la última la de Sara López, y que todos, excepto dos o tres, sigan vinculados a la ciencia, siendo 14 de ellos catedráticos en activo en la actualidad, y, la tercera, “la creación de una auténtica escuela científica en la que se han realizado, y aún se siguen realizando por mis sucesores, investigaciones de gran nivel científico en superconductores y otros materiales, y ello con ese poso de la camaradería y la cordialidad, que a mí me resulta lo más importante. Perdona mi insistencia, pero casi seguro que tu artículo va a ser el último sobre mí y la referencia más importante acerca de mi carrera que quede en la UCM”. Creo yo que no, Miguel, que aún darás motivos para seguir hablando de ti.