IGUALES
Moha y Pilar, una historia excepcional en la dura realidad de los menores extranjeros tutelados
Fotografía: J. de Miguel - 1 mar 2022 12:32 CET
“Venimos a buscar otra oportunidad, no a hacer daño a nadie. Solo queremos algo mejor, que no nos han podido dar en nuestro país”, explica Mohamed Saliou Diallo a los estudiantes y profesores que acaban de ver en el salón de actos de Ciencias de la Información el cortometraje “Moha y Pilar”, del director Sergio Catá. La historia de Moha es como la de tantos que optan cada día por jugarse la vida en el mar con la esperanza de encontrar un futuro mejor. La diferencia respecto a lo que sucede a la gran mayoría es que en su vida un día apareció Pilar Carmona, una profesora que sintió que tenía que dar un paso más y se ofreció como su familia de acogida antes de que él llegara a la para muchos inmigrantes fatídica edad de 18 años. “El placer de ayudar es una experiencia inigualable”, comparte Pilar.
Moha nació en Guinea Conakry y hace tres años, tras siete intentos, consiguió llegar en una patera a las costas de Almería. Allí, en el inigualable Cabo de Gata, ha vivido en un centro de acogida. Como cuenta Pilar, desde que le conoció siempre tuvo un gran interés por aprender. “Siempre me decía: Maestra, gracias por la clase”. La intención de Moha es ir a la universidad a estudiar Enfermería. El problema surgió cuando Moha se comenzó a acercar a la mayoría de edad. La ley puede decirse que deja a los memores tutelados a su suerte cuando cumplen los 18: no pueden seguir en los centros de acogida, pero tampoco tienen permiso de residencia en nuestro país. Como cuenta Jesús Fernández, de CEPAIM -presente en el debate organizado por la Unidad de Diversidad e Inclusión de la UCM tras la proyección del cortometraje- aproximadamente la mitad de los ex menores tutelados no consigue llevar a cabo el denominado tránsito a la vida adulta y más del 10 por ciento de ellos termina en las calles en situación de exclusión severa. Como dice Fernández, la historia de Moha y Pilar es “excepcional” y muestra “un éxito de la humanidad y un fracaso del Estado”.
Lo cierto es que las ganas de Pilar de ayudar a Moha, tampoco fueron fáciles de encajar en la normativa y la burocracia española. Pilar se ofreció como familia de acogida de Moha, pero, según cuenta en el corto, chocó con la burocracia y la Cruz Roja le denegó el certificado de idoneidad. Aún así encontró la opción de convertirse en “familia colaboradora” y poder acoger a Moha en principio durante algunos periodos. Aunque no se detalla cómo, lo cierto es que para Moha, Pilar es mamá y el hermano de ella, Alejandro, su tío. Los amigos de su prima son su pandilla. Con su amigo Carlos comparte la afición al surf y mantiene esa compleja atracción que siente por el mar, al que agradece haberle servido de vía de acceso a España pero también maldice por haberse tragado a muchos que intentaron ese mismo camino. Quizá por ello, últimamente Moha disfruta más montando en la bicicleta que le ha regalado su tío Alejandro y sueña en ser el primer guineano en ganar la Vuelta a España. Cada vez que puede, no obstante, habla por teléfono con su familia biológica y trata de que Pilar escuche medio en francés, medio en español, cómo le dan las gracias por lo que está haciendo por su hijo.
Junto a Moha, Pilar, Jesús Fernández y la vicerrectora de Estudiantes, Rosa María de la Fuente, en el debate también participa Anass Ouhabi, un joven migrante de 19 años con una historia un tanto diferente a la de Moha. Él llegó a Madrid en 2019 y ha pasado por varios centros de acogida, en los que ha pasado hambre y, en ocasiones, hasta frío. A Anass, como a Moha, también le gustaría estudiar Enfermería, pero en su caso se tuvo que decantar con realizar un curso de formación en carpintería. Los 18 años se acercaban y necesitaba alguna formación que le permitiera trabajar para poder quedarse en España. En la actualidad su trabajo de carpintero lo compagina con los estudios. Anass tiene claro que la única salida pasa por la formación. Por ello, reclama que los profesores que tratan con menores migrantes hagan todo lo posible por engancharlos en los estudios. A veces, afirma, el trato no es el mejor, falta dedicación e incluso respeto.
La nueva Ley de Extranjería, que entró en vigor hace apenas 3 meses, el 9 de noviembre, va a mejorar bastante, según explica Jesús Fernández, el tránsito de los menores tutelados a la edad adulta. La nueva ley concede a los tutelados el permiso de residencia y también el de trabajo, este en cuanto cumplen los 16 años, lo que los equipara a cualquier persona de origen español. Esto, como explica la vicerrectora Rosa de la Fuente, también da a los migrantes la posibilidad de acceder, por ejemplo, a las becas de estudio y poder seguir su formación en la universidad. De la Fuente está convencida en que la universidad pública va a ser un “tractor de oportunidades” para todos estos jóvenes.